Análisis

“Papeles de Pandora”: compañías ‘offshore’ y evasión fiscal

Hasta hace poco se pensaba que los paraísos fiscales contaban únicamente con cientos de miles de millones de dólares, pero ahora se debería hablar más bien de decenas de billones

“Papeles de Pandora”: compañías ‘offshore’ y evasión fiscal
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A principios de este mes, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación dio a conocer su investigación bautizada como los “Papeles de Pandora” que reveló los nombres de miles de personalidades de unos 100 países involucrados en un entramado internacional para evitar el pago de impuestos en sus jurisdicciones de origen. Casi todo el mundo centró su atención en 336 políticos mencionados en la lista (Ucrania y Rusia fueron los países que lideraron el número de personas acusadas de irregularidades), pero se prestó mucha menos atención a aquellas celebridades que no tienen nada que ver con el servicio público, como por ejemplo el entrenador de fútbol Pep Guardiola o los cantantes Julio Iglesias y Miguel Bosé, que encabezaron la lista de los más de 600 españoles mencionados en la filtración.

Por supuesto, uno puede especular sobre cuán irrespetuosa es la evasión fiscal, pero yo me concentraría en la parte puramente económica del problema. A día de hoy, las finanzas extraterritoriales constituyen una parte indispensable de la economía global. Hasta hace poco se creía que los paraísos fiscales contaban únicamente con cientos de miles de millones de dólares, pero ahora se debería hablar más bien de decenas de billones. Los Estados simplemente no pueden controlar el sector, ya que una cuenta en las Islas Vírgenes Británicas o en las Bermudas puede abrirse online en cuestión de minutos y administrarse casi de forma gratuita. Sin embargo, la facilidad del proceso es solo una parte del problema, pues otra parte hace que los más ricos actualmente no comprendan por qué deberían dar a los gobiernos una parte importante de sus ingresos. Los cantantes, abogados, deportistas y arquitectos son personas hechas a sí mismas, mientras que los hombres y las mujeres de negocios más adineradas también se encuentran entre los 20 principales multimillonarios de EE UU. Solo cuatro de ellos heredaron una parte de su fortuna, debido a que los otros la hicieron ellos mismos, y muchas fortunas no presuponen la explotación de los trabajadores o exprimir el dinero de los consumidores. Hay que recordar que los servicios básicos de Facebook o Google se brindan de forma gratuita a miles de millones de personas. Asimismo, también deben tenerse en cuenta otros dos puntos importantes.

En primer lugar, la mayor parte de las fortunas de los ricos es la acumulación de acciones, pero las grandes empresas son en su mayoría de propiedad pública (el 80,9% de las acciones de Facebook, el 81,04% de Tesla, el 86,4% de Amazon y el 99,93% de Apple pertenecen a inversores privados no asociados con los propietarios o administradores de las corporaciones). Al cobrar impuestos a los más adinerados, los gobiernos socavan la confianza en sus empresas y, por lo tanto, disminuyen el valor de los activos de los fondos de pensiones, las becas universitarias y otras instituciones relevantes, por no decir que destruyen el poder adquisitivo del sector público, dando lugar a un crecimiento económico más lento. En segundo lugar, los ricos actualmente consumen relativamente poco en comparación con sus fortunas: Bill Gates ganó 356.000 veces más que un estadounidense promedio en 2019, pero gastó solo 2.000 veces lo que el ciudadano promedio (no mencionaría al empresario Warren Buffet residiendo en una casa que adquirió en 1.958 por 31.500 dólares). Entonces, creo que cobrar impuestos a los ricos que estaba perfectamente justificado hace un siglo ahora no es ni justo ni efectivo.

Las jurisdicciones extraterritoriales proponen cero impuestos sobre la renta y las ganancias y, por lo tanto, son muy populares entre los inversores, pero son incapaces de atraer a la gente a vivir allí, ya que no se hacen negocios ni hay atractivos presentes en esos lugares. Por lo tanto, yo diría que cualquier país desarrollado que elimine primero los impuestos sobre la nómina y las ganancias se beneficiará en gran medida si los inversores lo atraen. Después de todo, la maniobra es mucho más sencilla de lo que parece: solo de 1/3 a 2/5 de los ingresos fiscales tanto en EE UU como en Europa proceden de estos impuestos y se pueden recaudar aumentando el IVA, los impuestos sobre las ventas, las tasas especiales y los impuestos a la propiedad. Si uno pretende colapsar la economía extraterritorial, debe socavar su base y transformar el sistema tributario de uno basado en gravar las rentas a otro centrado en gravar el consumo. El país que sea pionero en este campo, insisto, estará preparado en convertirse en la principal economía del siglo XXI.