Análisis

La tierra prometida

El «boom» migratorio iberoamericano en España está íntimamente ligado a la deriva autoritaria de ciertos regímenes y nos descubre a un nuevo emigrante atraído por el sueño europeo del Estado de derecho y el bienestar

La tierra prometida
La tierra prometidaPlatónIlustración

Yúnior García ha sido el último rostro de la oposición democrática en Iberoamérica, en este caso, Cuba, que ha elegido España para refugiarse. Antes lo hizo Leopoldo López, el enemigo número uno del madurismo, y mucho antes, en 2015, escapó su padre, Leopoldo López Gil. Luego vendrían el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, el editor de «El Nacional», el único periódico impreso independiente (hasta que tuvieron que pasar a online por las presiones), Miguel Otero. El escritor nicaragüense Sergio Ramírez se instaló recientemente en Madrid, tras la orden de detención lanzada por el encolerizado dictador Daniel Ortega. Ellos son las caras visibles de un fenómeno de gran trascendencia que tiene a España como centro neurálgico.

Nuestro país experimenta un «boom» migratorio desde comienzos del siglo XXI que está protagonizado por los ciudadanos latinoamericanos. De acuerdo con un informe encargado por Leopoldo López Gil, en calidad de eurodiputado del Partido Popular Europeo, en el siglo XX la población extranjera en España se mantuvo por debajo del 5% del total de habitantes. En la actualidad y, a pesar de las restricciones derivadas de la pandemia, los migrantes alcanzan el 15,2% del total de la población. Esto es 7,2 millones de personas.

Por cuestiones geográficas el principal país de origen es Marruecos (827.000), luego Rumanía (590.000), pero que está en retroceso, y ya lideran los países iberoamericanos con Colombia a la cabeza (541.000); Ecuador (420.000) y Venezuela (415.000). Los peruanos (255.427) empiezan también a despuntar y es posible que la llegada del izquierdista, Pedro Castillo, anime esta tendencia. Si la clasificación se hiciera por orden regional, América Latina lideraría el ranking. El idioma común, la cercanía cultural y los lazos históricos han hecho de España el destino privilegiado. Para Leopoldo López Gil hay tres razones que provocan el éxodo y hacen que nuestro país sea el preferente: el Estado de derecho, la seguridad y el bienestar.

Con la autoridad de la propia experiencia, el eurodiputado popular identifica al nuevo tipo de emigrante. Durante la primera mitad del siglo XX, el ideal estaba representado por el sueño americano y estaba conectado con una aspiración material. La búsqueda de un ascenso social y económico en un país en el que el esfuerzo en el trabajo te abría un abanico de oportunidades en una sociedad abierta sin discriminaciones. A finales del XX y, sobre todo, en este XXI, ese ideal del inmigrante lo representa la Unión Europea.

El nuevo emigrante general (no solamente el iberoamericano) busca mejorar sus condiciones de vida, pero no sólo desde el punto de vista material sino también del bienestar. «Europa ha sido muy singular en promover una forma de desarrollo social que es probablemente único en el mundo, donde se tiene al ciudadano como verdaderamente centro de la política gubernamental y su bienestar, el verdadero objetivo de sus organizaciones tanto nacionales como supranacionales», reflexiona López Gil.

Es la Europa que se preocupa por la sanidad, la educación y la seguridad. «El Estado de bienestar como objetivo ideal de la Unión Europea hace que sea centro de atracción de las migraciones globales y en el caso de la iberoamericana que se centre en España por la particularidad de las personas donde la acogida e integración puede ser mucho más inmediata». El mismo Leopoldo López Gil es un ejemplo. La acogida, dice, no es sólo social sino también política, y da igual de qué signo. «Los españoles deberían estar orgullosos». Por estas razones, nuestro país no puede perder su papel de arquitecto de la política europea en Latinoamérica.

Teniendo en cuenta el paisaje político español y la entrada de Podemos, un partido filobolivariano, en el Gobierno, Leopoldo López avisa de que «es precisamente la pérdida de los valores más importantes de la libertad, la justicia y la protección a los ciudadanos la que ha hecho que estas personas le toquen a su puerta». No lo olviden.