Colonialismo
Este es el diamante Cullinan, el más grande del mundo y que Sudáfrica reclama ahora a la corona británica
Tras más de cien años en posesión de la realeza británica, este gigantesco diamante dividido en nueve piezas escucha nuevamente los ecos de la tierra en la que fue hallado
La muerte de la reina Isabel ha significado pocos cambios para España, pero no deja de ser un acontecimiento excepcional para los países nacidos a raíz del colonialismo británico. Asoma una nueva era. Liberadas del demoledor peso histórico que expresaba la difunta reina y envalentonadas por la aparente debilidad de Carlos III, entre las viejas colonias han encontrado una nueva oportunidad para reclamar viejos intereses que se mantuvieron guardados durante décadas en el cajón de los despachos, hasta hoy. Gaston Browne, el primer ministro de Antigua y Bermuda, avanzó el mismo día en que Carlos fue ratificado como rey que pronto se efectuará un referéndum “para completar el círculo de la independencia” y convertir a su nación en una “realmente soberana”. Jamaica también planea transformarse en república. Saben que este es el momento. Carlos III consolidará pronto su poder en Buckingham Palace y puede que entonces sea demasiado tarde para cumplir con sus ambiciones de independencia y resarcimiento. Ahora es el momento.
Resarcimiento. Sudáfrica se presenta entre los países que avanzan ficha para curar las heridas de su pasado colonial. En su caso, numerosos activistas y miembros del parlamento han iniciado un llamamiento para que la Corona británica devuelva a los sudafricanos el diamante Cullinan, tras más de cien años fuera de su territorio. Profesores de universidad, activistas, jóvenes y políticos sudafricanos piden hoy la devolución del diamante Cullinan, llamado así por el magnate de los diamantes británico Thomas Cullinan, en cuya mina fue encontrado en 1905.
Nueve piezas para la realeza
Cuando Cullinan vio el diamante por primera vez, lo tiró por la ventana. No se pudo creer que esta monstruosidad de 3.106 kilates, brillante y con un tono ligeramente azulado, era un diamante de verdad y no un pedazo de vidrio inútil. Fue tras una segunda inspección, más rigurosa, menos escéptica, cuando comprendió que tenía entre sus manos el diamante más grande encontrado hasta la fecha (y todavía hoy lo sigue siendo), una pieza de lujo en bruto del tamaño aproximado de un corazón humano. Cullinan debió pensar que se haría de oro cuando puso el diamante en venta pero, para sorpresa del magnate, dos años después de llegar a Londres y pese al interés general mostrado por la pieza, ningún comprador se adelantó para hacerse con ella. No sería hasta 1907 que la compañía británica Transvaal Colony (conocida por su implicación en las guerras Bóer) se hizo con el diamante, para regalárselo al rey Eduardo VII (el tatarabuelo del actual monarca) con motivo de su 65 cumpleaños. Pagó por él 150.000 libras esterlinas, lo que hoy equivaldrían entre 18 y 21 millones de libras. La compra fue una ganga, teniendo en cuenta que el Cullinan está hoy valorado en 300 millones de libras.
Desde entonces, el diamante Cullinan ha pertenecido por pleno derecho a la corona británica, siendo su propietario el sujeto que se siente en el trono. Su dueño legal a día de hoy, es, por tanto, Carlos III. Pero el diamante Cullinan era demasiado grande, demasiado bruto para colocar a las bravas en ninguna corona europea. Es por esto que Eduardo VII ordenó llevar la pieza a Ámsterdam, donde el renombrado artesano Abraham Asscher talló y cortó el diamante en 9 hermosas y grandes piedras y 96 brillantes de menor tamaño. Así quedaron:
- El Cullinan I: Apodado como “la estrella de África”, pesa poco más de 500 quilates y es la pieza de mayor tamaño extraída del Cullinan original. Desde 1910 se encuentra integrado en el Cetro de la Cruz, el mismo cetro que Carlos III sostendrá en su mano izquierda en el momento de su coronación y que ha pertenecido a los monarcas británicos desde el siglo XVII. El diamante también puede desmontarse y transformarse en un colgante.
- El Cullinan II: La “segunda estrella de África” pesa 317 quilates y es la segunda pieza de mayor tamaño extraída del original. Se encuentra ubicado en la parte inferior de la corona que calzaron la reina Isabel II, y su padre antes que ella, en el momento de sus respectivas coronaciones. Igual que su hermano mayor, es posible su descuelgue para utilizarse como broche y ambas piezas pueden admirarse en la Casa de las Joyas dentro de la Torre de Londres.
- Los Cullinan III-IX: Los siete diamantes restantes pertenecen a la colección personal del monarca de Reino Unido. De un tamaño menor que sus predecesores, conforman broches, colgantes, collares y anillos que han pasado de mano en mano y de cuello en cuello entre distintas mujeres pertenecientes a la Casa Real británica. Cabe a destacar que, mientras los dos Cullinan mayores tienen un significado inherente a la figura del rey como Jefe de Estado, los siete restantes (y las 96 piezas menores) no dejan de formar parte de la gran colección de joyas privada de la familia Windsor. Este detalle es uno de los que más escuece a aquellos que desean que los Cullinan regresen a su lugar de origen.
¿Regalo o robo?
Pero determinar la legitimidad de la Corona Británica y de los Windsor en lo que respecta a la posesión de las joyas no es sencillo. Los defensores de que permanezcan en Reino Unido se basan en que el diamante original fue comprado según la legalidad del momento a la compañía de Cullinan, y que lo que hicieran después con él, ya fuera regalarlo al rey Eduardo, entra dentro de los ámbitos de la propiedad privada. La influencia colonial británica no afectaría en este caso al tratarse de un regalo a la monarquía británica, no de Sudáfrica, sino de la Transvaal Company. La compañía de diamantes Royal Asscher apoya esta idea, alegando que ellos cortaron los diamantes por encargo del rey de Inglaterra y de nadie más.
Por el lado sudafricano reiteran que no piden una “devolución, ya que esto implica que hubo un acuerdo válido en virtud del cual la familia real británica tomó prestado el diamante. Está en su posesión simplemente como resultado de la tenacidad colonial que asfixió a los nativos en este país”. Así lo confirmó recientemente Leigh-Ann Mathys, portavoz nacional de Economic Freedom Fighters (EFF), a la CNN. Tanto ella como diversos expertos sudafricanos confirman que su narrativa es que todos los gobiernos de Transvaal y la Unión de Sudáfrica, así y como los sindicatos mineros concomitantes, eran ilegales por basar su expansión en la lucha armada contra los sujetos de gobierno legítimos del territorio. Pese a todo, es poco probable que los Cullinan regresen a su lugar de origen en un futuro cercano. Otras piezas han sido devueltas a África, como ocurrió el pasado mes de agosto: 72 objetos robados al Reino de Benin en 1897 fueron devueltos por el Museo Británico a Nigeria tras décadas de tiras y aflojas. Pero, otra vez, parece poco probable que Carlos III vaya a su coronación sin el Cullinan II brillando sobre su testa real.
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