Coronavirus
El fiasco de la política “Cero-Covid” de Xi Jinping en Hong Kong
Mientras la mayor parte del mundo se está adaptando a convivir con un virus ya conocido, Hong Kong se ha quedado estancada
Decenas de ancianos esperando en camillas a la intemperie en puertas de hospitales. Personal médico desinfectando y recogiendo sus enseres en bolsas de plástico. Gente rodeada de maletas, envueltas en mantas y durmiendo en sillas en aceras esperando horas e incluso días los resultados de sus tests para ser evacuados. La avalancha de la altamente transmisible Omicron ha provocado enHong Kong un hacinamiento hospitalario, con miles de casos diarios apuntando a que su política de cero Covid aplicada durante dos años se convierta en fracaso.
Mientras la mayor parte del mundo se está adaptando a convivir con un virus ya conocido, Hong Kong - conocida en su día como la ciudad más globalizada de Asia -, se ha quedado estancada con una estrategia de tolerancia cero alineada con la de China continental. Mientras que las oleadas de muerte y la variante delta se han esquivado hasta ahora, la Omicron está cobrando al territorio semiautónomo un ajuste de cuentas.
El centro financiero está sometido a una presión cada vez mayor por su gestión del peor brote de la Covid en la ciudad, con un recuento diario de casos que se ha multiplicado por 13 y miles de personas a la espera de ser ingresadas en los hospitales. Con un total de casi 31.000 contagios y cerca de las 230 muertes, tan sólo el 43% de las personas de 70 a 79 años y el 26% de las mayores de 80 han optado por vacunarse, y estos están siendo los más afectados por la quinta ola que asola la ciudad.
Todos los estratos de la sociedad, desde trabajadores de limpieza hasta funcionarios gubernamentales, se han visto afectados por la agresiva labor de rastreo y seguimiento de las autoridades. Cientos de personas están siendo enviadas a campamentos de cuarentena espartanos.
El 20% de la recién elegida legislatura “sólo para patriotas” , entre lo que se cuentan un puñado de Ministros de alto rango, han pasado también por unas instalaciones sin wifi y donde los colchones están envueltos en plástico.
El régimen chino ha mantenido una estricta política que implica cierres locales, un amplio rastreo de contactos y la realización de pruebas masivas a millones de personas. Los residentes que resultan positivos están obligados a permanecer aislados, bien en hospitales aunque sean asintomáticos, bien en instalaciones gubernamentales para los casos leves o contactos directos.
Además de golpear su economía y amenazar su estatus como centro financiero internacional, la infructuosa política ha provocado la frustración de residentes, expatriados y empresarios. Muchos de ellos están haciendo maletas para huir despavoridos.
Los duros métodos de contención han suscitado numerosas quejas, por los frecuentes cambios de normas innecesarias y enrevesadas, las repentinas prohibiciones generales de viajar, vetos a compañías aéreas, los cierres de playas o el sacrificio masivo de hámsters, e incluso la prohibición de reunirse en espacios privados más de dos familias. Los residentes tampoco pueden ir al gimnasio, a misa, a la peluquería o al cine, y los estudiantes han vuelto a las clases en línea.
“Los niños no tienen colegio, no podemos hacer prácticamente nada y existe la opción de que nos confinen en apartamentos minúsculos. Nos vamos dos meses a Tailandia a esperar que esto pase. Vivimos con la sensación de ser actores de la película Apocalipsis now y antes de que se transforme en The walking dead vamos a salvarnos. La presión psicológica después de dos años es extrema e insoportable”, lamentó a La Razón una española expatriada de siglas M.S, que prefiere mantener el anonimato.
“La gente tiene más miedo al régimen que al propio virus”, añadió angustiada.
También ha desaparecido la sensación de seguridad que se derivaba de que la ciudad estuviera libre de virus, al igual que decenas de expatriados que volvieron a sus países de origen para pasar las vacaciones ya no pueden regresar debido a las prohibiciones de vuelo impuestas en nueve lugares, incluidos Estados Unidos y Reino Unido.
La antaño floreciente puerta de entrada a China sacrificó su estatus de centro internacional en favor de esta estrategia, aislándose de un mundo inundado por el patógeno. Funcionó durante casi un año, manteniendo a los residentes a salvo de contagios, al tiempo que planteaba la posibilidad de reabrir la frontera con Pekín, el sustento económico de la ciudad.
Xi Jinping, que se ha mantenido al margen de la pandemia desde que el teóricamente vencido coronavirus de Wuhan comenzó a asomar de nuevo en algunas ciudades chinas, dio esta semana “importantes instrucciones” al gobierno local para que controle la situación lo antes posible.
La administración ha descartado la posibilidad de un bloqueo de tipo continental, a pesar de que los investigadores de la Universidad de Hong Kong prevén que los casos alcancen los 28.000 en marzo.
Xi aseguró que el gobierno de la RAE debe asumir su responsabilidad principal en la labor de control de la epidemia, movilizar todos los recursos disponibles y tomar todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad y la salud de los hongkoneses y la estabilidad general de la sociedad.
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