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¿Quién gobierna en Israel?

Suena paradójico, casi patético, que el hasta ahora omnipotente primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se vea contra las cuerdas

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Suena paradójico, casi patético, que el hasta ahora omnipotente primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se vea contra las cuerdas, acorralado por un lado por miles de manifestantes que durante semanas han tomado las calles del país, y por el otro por un ultranacionalista convicto como Itamar Ben-Gvir, su polémico y extremista ministro de Seguridad Nacional.

Con 35 años de carrera política a sus espaldas, de los cuales ha gobernado 15 (doce de ellos de forma ininterrumpida entre 2009 y 2021), Netanyahu había acumulado semejante poder que parecía indestructible. Ni el mítico Sharón lo había conseguido cuando, en 2003, lo nombró ministro de Finanzas en medio de la peor crisis económica de su país, con el único objetivo de desgastarle políticamente y que no rivalizara con él por el liderazgo del Likud.

Pero la rueda de prensa del lunes, en la que Netanyahu anunció el aplazamiento de su polémica reforma judicial y se dedicó durante ocho minutos y medio a echar balones fuera y declinar responsabilidades de la grave crisis que ha provocado con ella, demuestran una debilidad política sin precedentes y, lo que es peor, pone en duda su capacidad para gobernar en el atomizado sistema parlamentario israelí, en el que sólo sobreviven aquellos con una capacidad excepcional de manipular a sus aliados de hoy y rivales de mañana.

Algún que otro periodista israelí, entre ellos, el veterano Ben Caspit, ha asegurado que la fatídica decisión de cesar al ministro de Defensa, la línea roja que cruzó Netanyahu el domingo y condujo a cientos de miles a las calles de forma espontánea, fue "inducida" por su hijo Yair, un podcaster con posturas incluso más rígidas que las de su padre y que ha hecho arder las redes sociales en más de una ocasión. Sea o no cierto (esperemos que no para evitar hundirnos más en la desolación), lo cierto es que al primer ministro israelí lo tienen acorralado.

Su última coalición, surgida de las enésimas elecciones en Israel en noviembre de 2022, han dado por primera vez el control del Gobierno israelí a varios partidos nacionalistas religiosos que se presentaron en coalición y obtuvieron en conjunto 14 de los 120 escaños (más del doble que en los comicios del año anterior). Lo hicieron bajo mediación, por cierto, del propio Netanyahu, quien buscaba así garantizar sus posibilidades de formar gobierno sin recurrir a las agrupaciones de centro-derecha, que le repudian por su presunta corrupción en varios casos judicializados.

Pero a sólo tres meses de constituirse el nuevo ejecutivo, el genio se ha escapado de la lámpara. El creciente poder de Ben Gvir queda patente de nuevo tras arrancarle a Netanyahu la promesa de crear una así llamada "Guardia nacional" que respondería directamente al ministro, en lugar de a los mandos policiales o militares como es costumbre. Se trata de algo impensable en la política de seguridad de Israel desde el episodio del "Altalena", el barco con armas que Ben Gurión ordenó hundir en 1948 en plena guerra sólo para aclararle al grupo paramilitar Irgún que, tras la independencia, sólo habría un único mando militar.

Cautivo de su propia coalición de ultraderecha, parece que Netanyahu ha perdido astucia política con la edad; que le pesa la erosión de tantos años en el ejercicio del poder; pero, por encima de todo, le doblega la necesidad de mantenerse en el Gobierno para hacer frente, desde puerto seguro, al juicio que tiene abierto desde 2020 por presunto soborno, fraude y abuso de confianza.

Ben Gvir y sus socios sólo se aprovechan de la inédita coyuntura que acecha al otrora "animal politique", convertido hoy en un presa fácil.