
Oriente Medio
Erdogan resiste el pulso de la calle en una Turquía polarizada
La oposición celebra una multitudinaria manifestación en Estambul en protesta por la detención del alcalde Imamoglu
Después de seis días de concentraciones en varias ciudades del país, el socialdemócrata Partido Democrático del Pueblo (CHP), la formación del encarcelado alcalde de Estambul, reunió hoy sábado a los suyos, con un gran éxito de convocatoria, en la explanada de Maltepe, en la parte asiática de la ciudad. En plena recta final de Ramadán y tras una intensa semana, la oposición a Erdogan y al sistema político, económico y social construido por el presidente turco durante sus 22 años en el poder espera poder tomar resuello antes de volver a exigir la salida de prisión de Ekrem Imamoglu -y decenas de detenidos más- y dar una imagen de fuerza y unidad.
¿Hasta dónde llegará el pulso en la calle? Tras la multitudinaria convocatoria de ayer, los próximos días serán claves para conocer si Erdogan, el todopoderoso presidente, hombre clave de la OTAN, ‘amigo’ de Trump, cabeza de la ola iliberal que recorre el mundo y líder con ínfulas de sultán otomano de un Oriente Medio al borde del enésimo colapso, ha de tener motivos para la preocupación. O si, por el contrario, saldrá airoso del envite, el más duro desde el intento de golpe de Estado de 2016.
Conocedor del rechazo que suscita su figura en media Turquía, el presidente turco no ha tenido inconveniente en hacer coincidir la detención -nadie duda de la instrumentación política de la justicia turca- e inhabilitación -ejecutada por el Ministerio del Interior- de su más serio rival para las presidenciales de 2028 con el proceso de primarias que, con Imamoglu ya recluido en una prisión de alta seguridad, ha concluido con la previsible designación del primer edil de Estambul como candidato electoral de su formación. Imamoglu, acusado de corrupción, sobornos y lazos con el terrorismo del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), obtuvo el apoyo de casi 15 millones de personas que votaron por su candidatura en los comicios abiertos celebrados el pasado domingo por el CHP.
El guion de lo ocurrido no es nuevo, y el mandatario, de 71 años, conoce la receta con la que aplacar la furia de la Turquía –¿la mitad? ¿Más de la mitad?- que lo detesta. Como ocurriera hace doce años en las masivas protestas del Parque Gezi de Estambul, el mandatario no tuvo inconveniente en emplear con toda dureza a las fuerzas del orden contra los manifestantes y llevar a cabo una purga de activistas y opositores. Como otra purga se produjo tras el intento de golpe de Estado de 2016. Hasta ayer, la Policía turca había detenido a unas 2.000 personas por su participación en las protestas.
Los periodistas han vuelto a ser blanco de las autoridades turcas, que han detenido a una decena de informadores desde el arresto de Ekrem Imamoglu el miércoles de la semana pasada. Uno de ellos es el corresponsal de la BBC en Estambul, Mark Lowen, deportado en las últimas horas. Además, el Consejo Supremo de Radio y Televisión de Turquía prohibió el jueves la emisión durante un periodo de diez días de la cadena de televisión Sozcu TV, afín a la oposición, por incitar supuestamente al “odio y a la hostilidad”. Las autoridades de telecomunicaciones turcas han amenazado con revocar la licencia de emisión de la cadena si las supuestas “violaciones se repiten”.
[[H3:Un ‘sultán’ envalentonado]]
Previsiblemente el cansancio y la dureza de la ofensiva contra la oposición desplegada en tribunales y vía pública por parte de las autoridades turcas menguará las fuerzas de los manifestantes en su pulso a Erdogan en las próximas jornadas. Erdogan conoce perfectamente los tiempos de la política de su país, que domina desde hace más de dos décadas, y sabe que tres años -los que restan para los comicios que deberían ser los últimos para el líder del AKP- son aún mucho tiempo. El agotamiento de las clases medias urbanas Turquía no bastó para que Erdogan se impusiera nuevamente en las elecciones presidenciales de mayo de 2023. Fue el refrendo en las urnas que el líder de la democracia iliberal necesitaba para sentirse más que absuelto por su pueblo y encarar un nuevo lustro.
Además, la coyuntura internacional ha espoleado a un Erdogan que se siente más fuerte e imprescindible que nunca. El regreso de Trump a la Casa Blanca, la inestabilidad de Oriente Medio, las negociaciones para la paz en Ucrania y las necesidades de Europa en materia de control migratorio y energética colocan al presidente turco en un lugar central de la escena geopolítica. Las discretas críticas internacionales al encarcelamiento de Imamoglu y la respuesta policial contra la oposición dejan claro el respeto que infunde el mandatario turco en las cancillerías occidentales.
Con todo, lo ocurrido en la última semana y media en Turquía podría tener un desgaste para el gobierno y la propia figura de Erdogan, cuyas dimensiones el veterano mandatario es quizá incapaz de atisbar en estos momentos. Menos de un año después de la última victoria del presidente en las urnas, las elecciones municipales de 2024 marcaron un punto de inflexión con la amplia victoria de las candidaturas del CHP en las grandes ciudades. No en vano, el detenido Imamoglu se impuso en el centro económico y cultural de Turquía con un amplio margen -diez puntos- al candidato del AKP. Por otra parte, la protesta se ha gestado en la universidad, y aunque el desencadenante ha sido la purga del candidato presidencial del CHP, la movilización ha aglutinado a jóvenes izquierdistas, laicos, nacionalistas, feministas y sectores kurdos teóricamente lejanos de las bases de la formación socialdemócrata. Los más jóvenes no han conocido otra cosa que Erdogan, y para muchos la arbitrariedad del caso Imamoglu es la gota que colma el vaso del atropello a la separación de poderes y las libertades y derechos democráticos.
Teniendo en cuenta que la economía ha sido uno de los factores que explican el malestar de la sociedad turca, seguirá siéndolo en los próximos meses si el gobierno no es capaz de revertir una situación que sigue deteriorándose. El estallido de las últimas protestas tuvo el efecto inmediato del desplome de la lira y la bolsa de Estambul, que cerró la semana pasada su peor día desde finales de 2023. Ello obligó al Consejo del Mercado de Capitales a prohibir las operaciones en corto en la bolsa hasta el próximo 25 de abril. Si, a pesar de la erosión de la democracia turca, el milagro económico turco y el importante crecimiento de la renta de las clases medias explica la prolongada confianza de los turcos en Erdogan, el deterioro imparable de las condiciones materiales -desde 2017 la inflación no ha bajado prácticamente de los dos dígitos- puede acabar por cambiar las tornas.
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