Amenaza nuclear

Corea del Norte exhibe por primera vez sus instalaciones para enriquecer uranio y anuncia que quiere más

Los medios estatales muestran a Kim Jong-un visitando una planta de producción de material fisible para bombas en compañía de Hong Sung-mu, una de las principales figuras del programa nuclear norcoreano

Kim Jong-un supervisó este viernes un laboratorio de investigación de armas atómicas y un centro de producción de material nuclear militar, según informaron los medios estatales, un evento que marca un hito en la transparencia del régimen. Durante la inspección de la sala de control de una base de enriquecimiento de uranio, el líder norcoreano expresó «repetidamente su gran satisfacción por la maravillosa fuerza técnica en este campo», un gesto que no sólo denota orgullo, sino también una firme determinación de avanzar en su controvertido programa nuclear.

Aunque la última revelación es probablemente un intento de ejercer más presión sobre EE UU y sus aliados, las imágenes publicadas por los medios de comunicación estatales podrían proporcionar a la comunidad internacional una valiosa fuente de información para estimar la cantidad de componentes radiactivos que ha desarrollado.

Este acto representa la primera vez que Pionyang revela públicamente una instalación de tal magnitud. En un momento en que el equilibrio de poder en la península coreana es más frágil que nunca, cada movimiento de Kim resuena con implicaciones que van más allá de las fronteras de su país. Durante la visita, el dictador no se limitó a observar, también elogió la capacidad de su nación y delineó una nueva estrategia para consolidar sus fuerzas atómicas. Kim subrayó que necesitan una mayor capacidad de defensa y ataque preventivo porque «las amenazas perpetradas contra él por las fuerzas vasallas dirigidas por el imperialismo estadounidense se han vuelto más indisimuladas y han traspasado las líneas rojas».

La divulgación de estas imágenes intensifica las preocupaciones sobre la proliferación de armamento en una región ya volátil. Asimismo, este acto podría ser interpretado como un desafío directo a las resoluciones de la ONU y un indicativo de que el régimen de Kim busca consolidar su posición en el ámbito internacional.

Unas horas más tarde de la revelación de estas insólitas instantáneas, el máximo responsable de seguridad ruso, Serguéi Shoigú, se reunió con el líder norcoreano en Pionyang, una visita que se produce en un contexto crítico marcado por la devastadora guerra en Ucrania. Agencias de noticias rusas informaron sobre el encuentro, que se llevó a cabo en un momento en que Estados Unidos acusa al Norte de suministrar munición y misiles balísticos a el Kremlin.

A medida que las tensiones aumentan, Washington y sus aliados están considerando la posibilidad de permitir que Kyiv utilice misiles de largo alcance para atacar objetivos en el interior de Rusia. No obstante, Putin en respuesta advirtió que tal acción equivaldría a un enfrentamiento directo entre Occidente y su país. A pesar de las negaciones de Moscú y Pionyang sobre las transferencias de armas, ambos han reafirmado su intención de continuar fortaleciendo sus lazos militares.

Durante los 70 años de paz inestable que han caracterizado la península coreana desde el Acuerdo de Armisticio de 1953, la inquietud sobre si Pyonyang se prepara para la guerra ha sido una preocupación constante para Estados Unidos, Corea del Sur y la comunidad internacional. En las primeras décadas del armisticio, las provocaciones letales –como incursiones en la zona desmilitarizada, intentos de asesinato del presidente surcoreano, el bombardeo de un avión civil y el apresamiento del USS Pueblo– desafiaron, pero no rompieron, la frágil concordia establecida.

Esta incesante búsqueda de armas de destrucción masiva ha generado tensiones desde la década de 1990, alimentando rumores de guerra en momentos clave. Recientemente, ha acelerado ritmo de lanzamientos de proyectiles y ha intensificado los temores de un conflicto con Estados Unidos, o incluso de un enfrentamiento intercoreano. La negativa de Pionyang a entablar un diálogo con Washington y Seúl, junto con sus crecientes amenazas han reavivado las inquietudes sobre sus verdaderas intenciones.

En los últimos años, el Reino Ermitaño ha intensificado sus pruebas de misiles balísticos, demostrando la capacidad de lanzar armas nucleares desde diversos sistemas, incluidos misiles intercontinentales capaces de alcanzar el territorio continental de Estados Unidos y balísticos lanzados desde submarinos (SLBM). De hecho, este mismo jueves probó unos de corto alcance –por primera vez en 73 días– en una maniobra de sabotaje que se considera dirigida a la preparación de las elecciones presidenciales estadounidenses y también a testar armamento que podría desplegarse en la guerra de Ucrania.

Los lanzamientos se produjeron una semana después de que Kim advirtiera de que Seúl y Washington pagarían un «alto precio» por sus maniobras militares conjuntas. Los proyectiles fueron lanzados cerca del aeropuerto Sunan de la capital y recorrieron unos 360 km hacia el este antes de caer en el Mar de Japón, según el Estado Mayor Conjunto de Corea del Sur, que condenó el lanzamiento como un «acto de provocación que amenaza gravemente la paz y la estabilidad» de la península coreana, prometiendo una respuesta «severa».

La magnitud de la producción de plutonio apto para armas y uranio altamente enriquecido norcoreano sigue siendo incierta. En 2018, un alto funcionario surcoreano informó al parlamento que se estimaba que el país había fabricado entre 20 y 60 cabezas nucleares. Sin embargo, algunos analistas sugieren que la cifra podría superar la centena. Las proyecciones sobre su capacidad para incrementar este arsenal anualmente oscilan entre seis y 18 nuevas bombas. Esta disparidad en las estimaciones refleja no solo la opacidad del régimen, sino también la complejidad de evaluar su verdadero potencial militar.

Desde su retirada del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) en 2003, una decisión que sigue generando controversia, la nación ha desafiado repetidamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que desde 2006 han exigido el cese de sus actividades nucleares y de misiles, acompañadas de severas sanciones. A pesar de estas presiones internacionales, el régimen ha alternado entre la diplomacia y la reanudación de actividades nucleares, buscando mantener su programa militar. La combinación de avances en armamento y la falta de compromiso con los acuerdos internacionales plantea serios desafíos para la seguridad regional y global.