
Militarismo
Corea del Sur y EE UU intensifican sus maniobras militares conjuntas ante la escalada de las provocaciones norcoreanas
Los simulacros Escudo de la Libertad Ulchi durarán hasta el 29 de agosto en un momento de tensas relaciones con Pionyang
Ante el recrudecimiento de las provocaciones de Pionyang, Corea del Sur y Estados Unidos iniciaron este lunes sus tradicionales maniobras militares de verano, conocidas como Ulchi Freedom Shield. Según las autoridades de ambos países, el foco central de estos entrenamientos será mejorar las capacidades combinadas para disuadir y defenderse ante el creciente arsenal nuclear norcoreano. Estos juegos de guerra se llevarán a cabo del 19 al 29 de agosto, e incluirán simulaciones por computadora para fortalecer la preparación frente a amenazas como misiles, interferencia en GPS o ciberataques, así como maniobras de campo y ejercicios de tiro en vivo.
Alrededor de 19.000 efectivos militares surcoreanos participarán en los ejercicios militares conjuntos, que se realizarán en paralelo con simulacros de defensa civil y evacuación basados en escenarios de posibles ataques nucleares norcoreanos, lo que refleja la gravedad de la situación y la necesidad de estar preparados ante una posible escalada de la tensión en la península coreana. Si bien el Ejército estadounidense no ha confirmado aún el número exacto de tropas que participarán, en los últimos meses se ha observado un aumento del despliegue regional de sus activos estratégicos, como bombarderos de largo alcance, submarinos y grupos de portaaviones para entrenar con las fuerzas de Corea del Sur y Japón.
El Ministerio de Asuntos Exteriores norcoreano reaccionó ante el despliegue con ira y calificó los simulacros de «provocación bélica con fines de agresión» recalcando la importancia de «mantener constantemente el equilibrio de poder para evitar una guerra mediante el acopio de la mayor capacidad disuasoria». El organismo añadió que su programa nuclear se justifica en este contexto de tensiones en la península coreana, cada vez mayores debido a la colaboración militar de Seúl con Washington.
Así pues, los renovados juegos de guerra podrían desencadenar una respuesta bélica norcoreana, que no cesa de presumir de su creciente programa armamentístico y emitir amenazas verbales de conflictos contra sus enemigos. De hecho, el reciente discurso de Kim Jong-un, en el que anunció el despliegue de 250 lanzadores de misiles nucleares tácticos a lo largo de la frontera, ha generado una mayor preocupación en torno a sus ambiciones atómicas. Toda medida es poca como parte de la estrategia del Reino Ermitaño de incrementar la presión en un año electoral estadounidense, con el objetivo de forzar a la Casa Blanca a aceptar su condición de potencia nuclear y obtener concesiones económicas y de seguridad desde una posición de fortaleza.
Impulsados por la percepción compartida de que Corea del Norte y China representan crecientes amenazas para la seguridad nacional, el presidente estadounidense Joe Biden, el surcoreano Yoon Suk-yeol y el primer ministro japonés Fumio Kishida acordaron en la cumbre de Camp David del año pasado elevar los vínculos militares trilaterales a un nivel sin precedentes.
En los últimos años, Pionyang ha expandido constantemente su arsenal nuclear y se ha vuelto más agresiva en su retórica y posicionamiento. Además, a la luz de la creciente resistencia de Taiwán a la idea de una eventual reunificación con China continental, Pekín se ha mostrado impaciente y parece estar recurriendo cada vez más a las muestras de su creciente poderío militar como una forma de demostrar su determinación de traer el territorio bajo su control, lo que genera preocupaciones de que pueda recurrir a la fuerza para lograr la reunificación en los próximos años.
La animosidad en la península coreana se ha intensificado a medida que el régimen de Kim aprovecha el contexto geopolítico global, marcado por la guerra de Rusia en Ucrania, para acelerar el desarrollo de su arsenal, incluyendo armamento nuclear y misiles balísticos. Paralelamente, el Norte ha recurrido a tácticas de guerra psicológica, como el lanzamiento de miles de globos cargados de basura hacia el Sur, en un intento de erosionar aún más las relaciones entre estos Estados rivales, separados desde la Guerra de Corea. De hecho, la caída de uno de estos aerostatos en la residencia presidencial surcoreana el mes pasado ha generado preocupación sobre la vulnerabilidad de dichas instalaciones clave.
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