Opinión

¿Diálogo con el narcotráfico?

La propuesta del gobierno mexicano de abrir vías de entendimiento con los cárteles ha sido cuestionada por diversos sectores de la sociedad

Bandera de México
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El combate al narcotráfico y, sobre todo, los modos de enfrentar este fenómeno- ha sido uno de los grandes temas de México durante las últimas dos décadas. Desde el inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el partido Morena ha insistido en la necesidad de abrir canales de entendimiento entre los cárteles de droga que operan en el país y las instituciones del Estado.

Esta postura ha sido recibida con escepticismo por amplios sectores sociales, entre ellos la Iglesia católica mexicana, que ha rechazado de forma generalizada cualquier estrategia de flexibilización o "acuerdos" con grupos criminales. Son los sacerdotes y obispos, especialmente aquellos en las regiones más golpeadas por la violencia, quienes viven de cerca el drama diario de convivir con el poder creciente del narcotráfico.

Ni la estrategia de guerra ni la convivencia forzada han dado frutos reales para contener este cáncer social. Sin embargo, proponer diálogos con los grupos criminales equivale a aplicar un "paño tibio" a una enfermedad que, poco a poco, consume las células sanas del tejido social. Cualquier entendimiento con los cárteles solo les ofrece tiempo y espacio para reacomodarse, tomar fuerza y perfeccionar sus mecanismos de operación. Desde esta perspectiva, la preocupación de la Iglesia resulta comprensible y justificada.

El problema no es solo de seguridad: también es político. Recientemente, Hernán Bermúdez Requena, alias "El Comandante H." -nombrado por el entonces gobernador de Tabasco, Adán Augusto López (hoy coordinador de los senadores de Morena), como jefe de policía- ha sido señalado por presuntamente liderar una organización criminal conocida como La Barredora. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum ha salido en su defensa, los indicios de posibles vínculos entre el poder político y el narcotráfico son cada vez más difíciles de ignorar.

¿Qué tipo de futuro espera a la sociedad?

En este contexto, cualquier llamado al diálogo con el crimen organizado por parte del gobierno resulta, como mínimo, sospechoso. ¿Qué tipo de futuro espera a una sociedad que comienza a normalizar la convivencia con una violencia estructural y constante? Las víctimas más directas siguen siendo los jóvenes entre los 16 y los 25 años, atrapados en contextos de pobreza, marginación y una cultura del narco que seduce con dinero fácil y poder instantáneo.

Las instituciones mexicanas muestran signos de debilidad. Son evidentes las lagunas en el ecosistema social que debería proteger a los ciudadanos. La ausencia de políticas integrales, la impunidad sistemática y la corrupción refuerzan la percepción de que el problema rebasa al Estado.

Aunque una intervención militar extranjera -como ha sugerido Donald Trump- no sea deseable ni viable, la colaboración con Estados Unidos es clave: es el principal mercado consumidor y cuenta con herramientas tecnológicas y de inteligencia necesarias para combatir al narcotráfico de forma más eficaz.

¿Hay solución? Que no la hayamos encontrado aún no significa que no exista. Pero encontrarla exige voluntad política, unidad social y una estrategia que combine justicia, prevención, fortalecimiento institucional y desarrollo real.