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Plan de paz

El dilema existencial de Hamás: rendirse o morir matando

La entrega de las armas es el principal escollo porque supone acabar con la razón de ser del grupo terrorista

Palestinos regresan tras el alto el fuego ASSOCIATED PRESSAP

En plena implementación de la primera fase del acuerdo de paz, Hamás se enfrenta a una cuestión acuciante y existencial: la de su desarme y salida del gobierno de la Franja, como contempla el plan propuesto por el presidente estadounidense el pasado 29 de septiembre, después de casi dos décadas de poder omnímodo.

La organización terrorista sabe que de no producirse la entrega de armas, Israel dará por incumplido el acuerdo y volverá a atacar Gaza, pero su disolución entra en contradicción con su razón de ser fundacional: la destrucción del Estado de Israel y la resistencia. La cuestión del desarme se erige en el principal escollo potencial para el mantenimiento de la paz en el territorio y la región.

Una semana después de aceptar el plan Trump, lo cierto es que Hamás ha lanzado mensajes ambiguos al respecto. Este sábado, un alto responsable de la organización y ex ministro de Salud de Gaza, Baser Naim, avisaba de que la organización no tiene intención de proceder a la disolución de su brazo armado, las brigadas Ezzeldín al Qassam -las responsables de las matanzas del 7 de octubre de 2023 y del secuestro de decenas de personas en el sur de Israel-, pero admitía que sus planes pasan por integrar a sus milicias en un hipotético ejército nacional bajo la administración de un futuro Estado palestino (un horizonte más que remoto en estos momentos).

«Nadie tiene el derecho a negarnos nuestra capacidad de resistirnos a la ocupación militar», aseveraba ayer Naim ante las cámaras de la cadena británica Sky News antes de insistir en su rechazo a la administración internacional que propone Estados Unidos y que estaría presidida por el propio Trump. Especialistas en la materia aseguran que a pesar de la retórica que siguen manejando públicamente, en privado los líderes de Hamás se muestran abiertos a entregar al menos parte de su arsenal -fundamentalmente sus misiles-, según recogía este viernes la cadena catarí Al Jazeera tras consultar con varios de ellos. A pesar de haber perdido a sus principales líderes, la estructura militar de Hamás -ahora liderada por Izz al-Din al-Haddad- sigue contando con miles de miembros activos en el interior de Gaza.

Así las cosas, el horizonte del desarme completo -la entrega de armas ligeras o la revelación del «mapa» de la compleja red de túneles construida durante décadas- se antoja mucho más lejano en estos momentos. Por otra parte, aunque el acuerdo solo hace referencia a Hamás, otros grupos como Yihad Islámica Palestina, el Frente Popular para la Liberación de Palestina y las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa se encuentran también en posesión de un importante número de armas.

Desde Washington, altos funcionarios estadounidenses citados por el medio israelí Haaretz aseguraban el pasado viernes que corresponderá a «los Estados de Oriente Medio» llevar a cabo el desarme de Hamás. Washington y Tel Aviv confían en el ascendente de Qatar y Turquía -ambos países han acogido durante años a los líderes políticos y militares de la entidad- sobre la dirección de Hamás. Además, una de las fuentes consultadas por el medio israelí admitía la posibilidad de alcanzar un «acuerdo de amnistía» con la organización terrorista, pero ello sólo tendría lugar si esta «renunciaba a la violencia como [parte de su] ideología».

De manera más que previsible, el de la presencia extranjera en Gaza será otro escollo en el camino del cumplimiento del acuerdo, toda vez que el documento que será firmado mañana en Sharm el Sheij contempla en su noveno punto que la Franja quede bajo «la administración de un comité tecnocrático palestino y apolítico» con supervisión internacional de una Junta de Paz que estará encabezada por Donald Trump -este se encargará de la financiación de la reconstrucción hasta que la Autoridad Palestina, en manos de Al Fatah pueda asumir el control- y contará con otros jefes de Estado internacionales.

No en vano, en una nota conjunta, Hamás, Yihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina -las tres principales facciones armadas presentes en la Franja- insistían este viernes en su rechazo a cualquier intento de imponer una «tutela extranjera» sobre la administración del territorio, que consideran una cuestión «puramente interna palestina».

Sin embargo, los citados altos funcionarios de la Administración Trump confirmaban que fuerzas de Qatar, Egipto y Turquía operarán en Gaza en las próximas semanas en colaboración con Israel y Estados Unidos, que no enviará tropas al terreno. Turquía fue una de las primeras en anunciar el viernes que habrá soldados de su ejército en la Franja para que velen por el cumplimiento del acuerdo de paz.

Más allá de las decisiones que habrán de tomar unos y otros a corto y medio plazo respecto al desarme y salida de Hamás de la ecuación política de Gaza, los especialistas advierten de que los dos años de ofensiva israelí no han acabado en modo alguno con la ideología islamista radical que inspira a la organización. Al contrario, la tragedia sufrida por la sociedad palestina -más de 67.000 muertos, decenas de miles de heridos y millones de desplazados- ha creado el caldo de cultivo adecuado para el nacimiento de nuevas manifestaciones de violencia contra Israel, con independencia de las nuevas siglas y liderazgos que puedan surgir en el futuro. Al fin y al cabo Hamás es una organización, pero también una idea.

Las reticencias de Hizbulá a proceder con su desarme más de diez meses después de la firma del alto el fuego con Tel Aviv -la organización proiraní recibió un severo castigo de las fuerzas israelíes y ha quedado prácticamente neutralizada- a pesar de que el gobierno libanés se lo viene exigiendo desde su constitución el pasado mes de enero pueden servir de indicativo sobre la complejidad del proceso abierto en Gaza.

Las amenazas de Estados Unidos e Israel -que ha seguido atacando infraestructura y mandos de la entidad terrorista en sus bastiones libaneses a pesar de la tregua- y la presión interna no han bastado para convencer al nuevo liderazgo de Hizbulá, que se resiste a entregar al Estado el resto de su arsenal. Como en el caso de Hamás, la ambigüedad y las reticencias dejan traslucir que la decisión final no dependará en última instancia de lo que opinen sus respectivas direcciones políticas, sino de un lugar alejado del Mediterráneo oriental: la capital de la República Islámica de Irán.