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En 1963 habló un líder; ayer, un político

La Razón
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Aunque Obama se esfuerce, él no es Martin Luther King. Sus discursos son –y suenan– igual de profundos, imaginativos, emocionales y vivos. Pero a Barack le falta algo que el reverendo sí tuvo: el contexto de su lado. Hace cincuenta años, la mitad de la población en Norteamérica no tenía voz, ni derechos, ni participación en la vida pública y política del país. Hoy la batalla se libra en otros frentes (menos occidentales). Así, mientras el discurso de King alteró en 1963 los paradigmas intelectuales de miles de mentes acomodadas, Obama lleva tiempo intentando encontrarse a sí mismo, como si hubiera perdido el gancho, la conexión y la capacidad de generar crédito e ilusión en la gente. ¿Se puede perder eso en cinco años? Cuando no eres una autoridad, sino que sólo estás en una posición de autoridad, sí.

Es verdad que no pueden compararse ambos discursos. El formato no era el mismo. Ayer hubo más expectativa que expectación. Ayer habló un político. En 1963 lo hizo un líder. En las mismas escalinatas que consagraron la persuasión de un líder de masas como King, observamos a un Obama que intentaba alejar de los presentes la comparación de su figura y la del espejo en el que decía mirarse no hace mucho. Empezó calmado, subrayando porqué estaba ahí, marcando el ritmo de cada palabra: «La libertad no se da, hay que luchar por ella, con disciplina, con fe», algo que recordaba aquel «hemos venido a la capital de nuestra nación en cierto sentido para cobrar un cheque» que King articuló nada más empezar su discurso.

Hubo muchas coincidencias. Respecto al fondo, Obama exhortó a estar vigilantes, porque el trabajo que inició aquella marcha por conseguir derechos «no había terminado» y que había que seguir caminando «para no deshonrar conciencias». Una llamada a la acción que culminó usando su artificio retórico favorito: la anáfora. Esta vez en el final de su mensaje al incluir a empresarios, amas de casa, veteranos de guerra, porque «todos ellos están en las marchas». Sobre la forma, fue interesante observar cómo, una vez rebasados los 11 minutos, comenzó a subir el tono de su discurso y la velocidad de sus palabras. Empezaba a encenderse y con él, los mensajes que emitía. Casualmente como hizo Martin Luther King.

Sí detecté una pequeña diferencia en la exposición. Porque King, aunque se quejara de la injusticia y señalara a los culpables de la misma, siempre intentó no dividir con sus mensajes, quería que todos emprendieran la senda del cambio y la oportunidad, de un futuro posible por acciones viables y factibles. Obama, sin embargo, ayer dejó una frase contraria: «Hay políticos que dividen a los norteamericanos». Unas palabras que provocan que la mente del ciudadano dibuje la imagen que dicha frase insinúa.

Para seducir con un discurso, diferénciate, introduce términos positivos y aproxímate a los sentimientos, motivaciones y necesidades del que te escucha. Unos principios que Martin Luther King supo aplicar sin desmayo. Sabía que caminar era conseguir. Agitó conciencias porque cambió los patrones de entendimiento establecidos. Aunque sólo fuera la cresta de una ola que ya avisaba con arribar a las playas dolientes de los Estados Unidos, King fue inteligente al subirse a ella. Como lo fue Obama hace cinco años. Los lemas que usaron cumplieron su cometido efectivo: breves, integradores, fáciles de recordar y que pueden compartirse de unos a otros.

Dos buenos oradores, en la misma ciudad y con el mismo mentor como testigo de sus proclamas. Dos negros seductores que encendieron la llama de millones de personas sin esperanza. «La marcha provocó esos derechos», dijo Obama. Medio siglo después de aquel célebre discurso, parece que es su inacción política, sus promesas incumplidas, sus mensajes que ya no ilusionan, lo que provoca que quienes creyeron en él en 2008, desanden el camino emprendido. Por eso el I have a dream será eternamente inmortal mientras el Yes we can, sólo provocó un cambio...del que ya nadie se acuerda. Ayer, cuando Obama terminó, el discurso de King aún seguía ahí.

*Director de La Fábrica de Discursos y de Escuela de Oradores