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Drones

Escopetas de caza y misiles suecos: la combinación perfecta de Lituania para derribar drones

La lección de Ucrania obliga a los ejércitos occidentales a volver a lo básico: desde Lituania hasta el Reino Unido ya se prueban escopetas y nuevas municiones para encontrar una defensa barata y eficaz contra la amenaza de los drones

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El cálculo es sencillo, pero demoledor. Derribar un dron de fabricación casera, cuyo coste puede ser de unos pocos cientos de euros, con un misil que vale cientos de miles, es un negocio ruinoso para cualquier ejército. Este quebradero de cabeza táctico y financiero está forzando a los estados mayores de toda Europa a buscar soluciones más imaginativas y, sobre todo, más sostenibles para defenderse de una amenaza que ya es omnipresente en los conflictos modernos. Se ha creado un desequilibrio económico insostenible que exige un cambio de paradigma. Esta necesidad se ve agravada por la aparición de aparatos cada vez más sofisticados, como el nuevo dron ruso inmune a la guerra electrónica, que obliga a recurrir a métodos de derribo físicos.

De hecho, el principal laboratorio de esta nueva doctrina defensiva se encuentra en Ucrania. Es allí donde la necesidad ha agudizado el ingenio, demostrando que no siempre la respuesta más tecnológica es la más eficaz. Los militares ucranianos han recuperado métodos aparentemente rudimentarios, como el uso de armas ligeras y escopetas, para hacer frente a los ataques con aparatos no tripulados, ofreciendo lecciones aprendidas sobre el terreno que las potencias occidentales estudian con enorme atención. Tanto es así que el propio presidente Zelenski ha ofrecido a la OTAN la compra de interceptores de drones ucranianos, definidos como "masivos y baratos", como una alternativa viable.

En este sentido, la innovación no se ha hecho esperar. Un ejemplo claro es el desarrollo de una nueva munición para fusiles que convierte a cualquier soldado en una unidad antidrones. Según informa el medio especializado Defense News, este cartucho especial dispara una ráfaga de cinco proyectiles de manera simultánea, demostrando su efectividad a distancias de hasta 50 metros. Su gran ventaja es la sencillez: basta con cambiar de cargador para adaptar un arma estándar a esta nueva función.

Una vuelta a lo básico en la defensa antiaérea

Por ello, el interés por estas medidas de bajo coste se extiende por todo el continente. El Ejército Británico, por ejemplo, ya se encuentra evaluando formalmente la incorporación de escopetas como herramienta de protección contra aeronaves no tripuladas. Se trata de un reconocimiento oficial a la versatilidad de armas convencionales frente a amenazas que, aunque tecnológicamente sencillas, pueden causar estragos en el campo de batalla.

Asimismo, esta estrategia no se limita únicamente a las armas de infantería. La clave es la saturación y la rentabilidad, un principio que se aplica también a sistemas más complejos diseñados para neutralizar ataques en enjambre. Un informe reciente destaca la eficacia de plataformas como el sistema antiaéreo alemán Gepard, capaz de disparar hasta 640 proyectiles para crear una barrera casi impenetrable, como una solución mucho más lógica que el uso masivo de misiles. Esta estrategia de desarrollar sistemas de defensa aérea autóctonos y rentables es una tendencia creciente, y como ejemplo, Turquía ya tiene su propia "Cúpula de Hierro" para protegerse de amenazas aéreas.

Esta doctrina híbrida, que combina la alta tecnología con soluciones pragmáticas, ya se está poniendo a prueba en los puntos más calientes del continente. El Ejército de Lituania acaba de realizar un ejercicio con fuego real a menos de diez kilómetros de la frontera con Bielorrusia, donde emplearon tanto misiles tierra-aire RBS 70 NG como ametralladoras pesadas contra drones de alta velocidad. Una demostración de fuerza que refleja la nueva realidad de la defensa aérea.