Cargando...

Tribuna

España y América Latina: un compromiso que no podemos permitirnos olvidar

Invertir en juventud no es un gasto, es una apuesta de futuro

Rafael Dezcallar La Razón

2025 avanza en medio de una creciente inestabilidad internacional. La guerra en Ucrania, la tensión en Oriente Medio y la reciente vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca están transformando las prioridades globales. Y América Latina, aunque a menudo olvidada por los titulares europeos, será una de las regiones más golpeadas por ese cambio de ciclo. En este contexto, España debe seguir asumiendo un papel protagonista en la cooperación con América Latina en un momento de incertidumbre global. La atención a la desigualdad y la inclusión es un eje clave para garantizar una alianza interregional eficaz y resiliente.

Vivimos en un momento complejo para la cooperación internacional. La actual crisis de financiación, con la posible cancelación de programas de ayuda al desarrollo y el desmantelamiento de agencias clave como USAID —la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que gestiona buena parte de la cooperación estadounidense en el mundo— afectará directamente a millones de personas en la región. A esto se suma que Latinoamérica estaba ya fuera del foco de muchos donantes internacionales europeos, con el agravante de que, de manera general, más actores donantes clave como Francia, Alemania o Reino Unido han anunciado ya recortes en sus presupuestos de AOD para los próximos años. Además, previsibles restricciones migratorias y una mayor presión económica que ahondarán en la ya grave situación de desigualdad, desempleo juvenil e inestabilidad social.

Este no es un problema ajeno. Porque lo que ocurra en América Latina —una región con la que compartimos lengua, cultura y estima— nos afecta también a nosotros. España, más que ningún otro país europeo, tiene una responsabilidad particular en este momento: como puente, como socio y como amigo.

Desde 2023, España ha dado pasos importantes en este sentido. Durante su presidencia del Consejo de la UE reactivó las relaciones birregionales, impulsó la Nueva Agenda UE–América Latina y apoyó la creación de la Agenda de Inversiones Global Gateway, un instrumento para canalizar inversiones europeas hacia sectores estratégicos de la región. Ahora, en 2025, ese compromiso debe consolidarse. Madrid acogerá en 2026 la próxima Cumbre Iberoamericana y este mismo julio será sede de la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, convirtiéndose en el primer país europeo en albergar una cita de este nivel.

La cooperación al desarrollo debe estar en el centro de este impulso. No como un gesto de buena voluntad, sino como una inversión estratégica. Porque no habrá colaboración sostenible entre la UE y América Latina sin cohesión social, sin justicia y sin oportunidades reales para sus jóvenes. El riesgo, si no se actúa, es una región empobrecida, fragmentada y cada vez más alejada de los valores democráticos que compartimos.

En un mundo inestable, España debe seguir reafirmándose como aliada de América Latina. No por nostalgia, sino por interés estratégico, responsabilidad histórica y comunidad de valores. La estabilidad de los latinoamericanos es también la nuestra.

En este marco, un reciente estudio elaborado por Ayuda en Acción y la CEPAL, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas, lanza una voz de alarma: más del 20 % de los jóvenes latinoamericanos ocupados vive por debajo del umbral de pobreza, y cerca del 40 % percibe salarios inferiores al mínimo legal. A esto se suma una preocupante brecha educativa: solo 5 de cada 10 jóvenes del quintil más pobre terminan la secundaria, frente a 9 de cada 10 entre los más ricos.

Sin políticas eficaces —educativas, laborales, sociales—, las transformaciones en curso (cambio climático, automatización, migración) pueden aumentar la exclusión en lugar de reducirla. En el escenario proyectado para 2030, millones de jóvenes se desplazarán del campo y la industria hacia el sector servicios, pero sin garantías de empleo digno ni estabilidad. Esa frustración generacional puede alimentar la desafección democrática y abrir la puerta a soluciones autoritarias.

Por eso, invertir en juventud no es un gasto, es una apuesta de futuro. Es asegurar que las transiciones verde y digital no dejen a nadie atrás. Y es también la mejor garantía para que Europa tenga en América Latina un socio estratégico, estable y alineado en valores.

España puede y debe liderar este esfuerzo. No sólo por lo que somos y lo que compartimos con la región, sino porque hacerlo es también proteger nuestro lugar en el mundo. Ante un contexto global incierto, reforzar los lazos con América Latina no es una opción. Es una necesidad. Y es, también, una oportunidad.

Rafael Dezcallar, presidente del patronato de la Fundación Ayuda en Acción