
Argentina
Este es el nombre que solo tienen cuatro personas en Argentina
Durante el año 1965, cuatro niños fueron inscriptos con este nombre

En muchas culturas, los nombres no son simples etiquetas administrativas: representan un gesto significativo, una elección cargada de sentido por parte de quienes crían. En Argentina, donde predominan nombres tradicionales como María, Juan, Santiago o Cecilia, algunas familias han optado por romper con lo convencional. Un caso curioso ocurrió en la segunda mitad del siglo XX, cuando un grupo reducido de padres eligió para sus hijos un nombre tan inusual como simbólico: Everest.
Durante el año 1965, cuatro niños fueron inscriptos con este nombre, más propio de un mapa geográfico que de una lista de bautismos. En un contexto dominado por nombres clásicos, surgieron discretamente cuatro pequeños llamados Everest. Fue un fenómeno aislado: según datos del Registro Nacional de las Personas, entre 1965 y 1995 solo cuatro personas recibieron ese nombre en todo el territorio argentino. Lejos de convertirse en moda, su uso fue tan puntual como efímero. En 1985, por ejemplo, no se registró ningún bebé con ese nombre, lo que evidencia su carácter excepcional.
Un nombre con altura simbólica
Más allá de su escasa presencia en los registros civiles, Everest tiene una resonancia simbólica que puede explicar por qué algunas familias lo escogieron. Se trata del nombre de la montaña más alta del planeta, situada en el Himalaya, asociada a imágenes de esfuerzo, valentía y superación. La palabra proviene del apellido del cartógrafo británico Sir George Everest, a quien se le atribuyó el nombre de la célebre cumbre, hoy símbolo global de la exploración y los desafíos extremos.
Nombrar a un hijo o hija “Everest” podría interpretarse como un deseo de que esa persona afronte la vida como si se tratara de una montaña por conquistar: con perseverancia, ambición y coraje frente a los obstáculos. Sin embargo, su escasa adopción puede explicarse también por los fuertes lazos culturales de Argentina con las tradiciones españolas e italianas, donde prevalecen los nombres con referencias religiosas, familiares o patrióticas.
Los nombres de origen anglosajón, y especialmente aquellos que derivan de apellidos, como en este caso, no forman parte habitual del repertorio. Además, su sonoridad imponente y su carga simbólica intensa pueden resultar demasiado ajenas o elevadas para el gusto popular. En un país donde se suelen valorar los nombres cercanos, afectivos y sencillos, Everest se percibe como una apuesta inusual, incluso poética, pero distante del registro común.
Una singularidad que no pasa desapercibida
A pesar de que solo cuatro personas llevan oficialmente este nombre en Argentina, su singularidad le ha asegurado un lugar en la memoria colectiva. Alguien llamado Everest difícilmente se confunda con el resto: su nombre no pasa inadvertido ni en el aula, ni en el ámbito laboral, ni en reuniones sociales. Su sola pronunciación evoca imágenes potentes que lo hacen inolvidable.
A casi seis décadas de aquel breve momento en que este nombre apareció en los registros del país, Everest continúa siendo una anomalía que invita a pensar en las decisiones individuales, en la búsqueda de identidad y en el valor de lo distinto en un entorno que suele premiar la familiaridad.
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