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Guerra en Ucrania

Europa busca unidad mientras crece el temor a una paz "impuesta" para Ucrania

Zelenski ha viajado hasta Londres para abordar los avances en las negociaciones del alto el fuego con el británico Keir Starmer, el presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Friedrich Merz

En un momento en el que la geopolítica avanza siempre un paso más rápido que la diplomacia, Downing Street se ha convertido en el escenario de una cumbre tan simbólica como urgente. No hubo rueda de prensa conjunta, ni grandes declaraciones al otro lado del atril. Y, sin embargo, pocas imágenes resultan hoy más necesarias para Ucrania que ver a Volodímir Zelenski flanqueado por los líderes europeos en la puerta del Número 10. El anfitrión, el premier Keir Starmer, buscó proyectar una única idea: Europa no permitirá que Kiev sea "traicionada" durante el complejo proceso de paz que Estados Unidos dirige con una agenda cada vez más hostil hacia el Viejo Continente.

La reunión en Londres, a la que también han acudido el presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Friedrich Merz, tuvo lugar tras las conversaciones entre funcionarios ucranianos y estadounidenses en Florida durante el pasado fin de semana. Donald Trump afirmó que a los negociadores de Zelenski les "encanta" la última versión sobre un acuerdo de paz, pero no sería la primera vez que sus impresiones no se ajustan a la realidad.

El inquilino de la Casa Blanca acusó al líder ucraniano de no haberse leído la última propuesta para poner fin a la guerra. Un comentario que no solo irritó a Kiev, sino que reforzó la percepción europea de que Washington está priorizando la rapidez del acuerdo por encima de las garantías de seguridad para el futuro del país.

Zelenski, consciente del riesgo, llegó a capital británica decidido a desmontar la narrativa estadounidense. Antes incluso de pisar Downing Street, dejó claro que conocía bien el contenido del plan y que Ucrania necesita discutir puntos "sensibles", entre ellos las garantías de seguridad y el futuro de las regiones orientales. "Si Rusia vuelve a empezar una guerra, ¿qué harán nuestros socios?", preguntó, subrayando que Kiev exige un acuerdo complementario con los aliados occidentales. Su mensaje era también para Europa: la arquitectura de seguridad del continente no puede quedar fuera de unas negociaciones de las que depende su propio futuro.

Estas cuestiones han sido abordadas tanto en Londres como en Bruselas, a donde el mandatario ucraniano se desplazó tras la cumbre en Downing Street para reunirse ayer por la noche con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Estabilidad estratégica

Las conversaciones sobre la paz en Ucrania tienen lugar en un contexto transatlántico cada vez más complicado, tal y como ha demostrado la Estrategia de Seguridad Nacional publicada el pasado viernes por la Casa Blanca, un documento que supone un giro sísmico en la política exterior estadounidense. La administración Trump ha eliminado las referencias a Rusia como "amenaza" y sitúa a Moscú como un actor con el que Washington desea restablecer "estabilidad estratégica", mientras acusa a Europa de sufrir una "erosión civilizatoria" causada por la migración y por un supuesto alejamiento de sus "valores tradicionales". El texto propone abiertamente "cultivar resistencia" dentro de la UE para corregir su rumbo, un mensaje que Bruselas interpreta como una invitación a apoyar a los partidos ultranacionalistas europeos.

La respuesta en Europa ha sido de creciente alarma. El presidente del Consejo Europeo ha advertido que "los aliados no amenazan con interferir en la política interna de otros aliados". La inquietud se intensifica por el eco que el documento ha tenido en Moscú. El Kremlin no tardó en aplaudirlo. Dmitri Peskov, el portavoz de Vladimir Putin, calificó la nueva línea estadounidense como la visión "más cercana" a la rusa que haya salido de ninguna administración norteamericana. Sugirió incluso que podría facilitar un acuerdo negociado. Que Rusia celebre la redefinición estratégica de Washington solo alimenta los temores europeos de que el plan de paz, tal como está diseñado, incline la balanza hacia Moscú.

Los puntos conflictivos

Un vistazo al contenido de las conversaciones en Miami explica parte de esas dudas. Las negociaciones encallaron en los dos puntos más espinosos desde que comenzó la guerra: el control del Donbás —en concreto, de Donetsk y Lugansk— y las garantías de seguridad. Zelenski insiste en que Ucrania no aceptará ceder territorio adicional y exige compromisos firmes de protección en caso de un nuevo ataque ruso. Pero Washington parece dispuesto a modular las exigencias si ello acelera el fin de la guerra, especialmente en un momento en el que la estrategia global del presidente Trump está orientada a reequilibrar sus relaciones con Moscú y endurecer las existentes con Europa.

La presión militar rusa añade aún más dramatismo. Moscú lanzó el pasado fin de semana uno de los ataques más intensos de los últimos meses, impactando con drones, misiles y bombas guiadas sobre infraestructuras clave en toda Ucrania. Las regiones de Odesa, Chernihiv, Kyiv, Kharkiv, Dnipropetrovsk y Mykolaiv sufrieron cortes masivos de electricidad. Kiev pasó cerca de doce horas a oscuras el domingo.

Europa también ha detectado señales inquietantes en su propio territorio. Irlanda y Francia investigan la aparición de drones no identificados cerca de sus costas, los últimos de una cadena de avistamientos misteriosos que la presidenta de la Comisión Europea ha descrito como "guerra híbrida". La sensación en Bruselas es que todos los frentes —el diplomático, el militar y el de seguridad interior— se están calentando simultáneamente.