Análisis

Ucrania se lo merece

Otorgarle al país ucraniano el estatus de candidato sería un paso político clave que haría a Putin reflexionar sobre el sentido de continuar con esta agresión

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el presidente de Ucrania, Volodimir ZelenskiPRESIDENCIA DE UCRANIAPRESIDENCIA DE UCRANIA

A finales de febrero, Europa, la comunidad atlántica, y junto con ellas el mundo, se vieron succionadas por la fuerza a una zona de máxima turbulencia no vista desde el colapso de la Unión Soviética y el bloque comunista.

En un abrir y cerrar de ojos se disiparon todas las ilusiones que las democracias occidentales profesaron durante décadas en cuanto al proyecto de creación de una Europa (o Eurasia) liberal de Lisboa a Vladivostok.

Tras el ataque frontal que emprendió Putin, Ucrania se encontró en el epicentro de una batalla global entre dos visiones del futuro –la del siglo XXI en la cual todos los esfuerzos se suman y cada país, por grande o pequeño que sea, gana, y la del «zero sum game» (o sea «un juego de suma cero») de la época casi por completo olvidada y obsoleta.

El atropello de las costumbres de la guerra y las atrocidades cometidas por las tropas rusas en Bucha y otras localidades en las afueras de la capital ucraniana tuvieron el efecto revelador y despertador.

En sólo un mes, Occidente completó la transición mental drástica que culminó con la admisión de lo evidente –los valores europeos no van más allá de la frontera entre Ucrania y Rusia-. Los europeos se dieron cuenta de que, aunque todavía perfeccionable, Ucrania puede ser un aliado confiable y, de hecho, convertirse en el flanco oriental de Occidente.

Reticente hasta hace poco, Occidente empezó a suministrar armamento a Ucrania no limitándose sólo a las expresiones de solidaridad y al envío de material de carácter humanitario.

El suministro de las modernas armas pesadas por parte de Estados Unidos y sus aliados europeos es un indicador explícito del nivel de confianza entre Ucrania y la OTAN por un lado y la evaluación de las capacidades de las Fuerzas Armadas de Ucrania por otro. Sin adherirse formalmente a la Alianza Atlántica, en muchos sentidos -en particular en lo que se refiere a la transición a los estándares y el armamento- Ucrania pudo lograr la compatibilidad y la «integración de facto» en la Alianza Atlántica.

Esta situación también es reflejo del hecho que los políticos europeos en algunos casos, especialmente cuando se trata de la ruptura de paradigmas habituales, no están a la altura de la opinión pública.

En general, la historia de continente europeo contemporánea está repleta de ejemplos cuando las élites políticas reaccionan con una asombrosa lentitud en situaciones que evolucionan dinámicamente y las decisiones que toman no alcanzan las demandas públicas y tampoco responden adecuadamente a los desafíos de hoy.

El Consejo Europeo que a finales de junio va a considerar si otorgar a Ucrania el estatus del país candidato a la adhesión a la Unión Europea nos demostrará si la clase política europea ha aprendido las lecciones del pasado reciente o, subestimando la importancia de este paso y siguiendo la inercia habitual, nos dará otro ejemplo de políticas erróneas y resoluciones tardías.

El visto bueno requiere unanimidad de los Estados miembros, adoptada previa consulta con el Parlamento Europeo y la Comisión Europea.

Aunque en juego está no sólo el futuro de Ucrania sino también el del continente Europa, parece que no faltan los escépticos.

No todos tienen tan claro que la guerra contra Ucrania y el resto de Europa continuará mientras la clase política y militar rusa crea que Ucrania no tiene perspectivas europeas. Otorgarle a Ucrania el estatus de candidato a la adhesión a la UE sería un paso político clave, además de armas y sanciones, que haría que el señor del Kremlin reflexionara sobre el sentido de continuar con esta agresión.

Además de las consideraciones de carácter estratégico y militar, hay toda una serie de argumentos que los gobernantes europeos deben tomar nota.

En primer lugar, la opinión pública en la UE ahora es claramente favorable a la adhesión de Ucrania a la UE. Al respecto, el estado de ánimo del pueblo ucraniano está en sintonía completa con las emociones predominantes en Europa.

La idea de la integración europea tiene la mayor demanda en la sociedad ucranianaalcanzando el apoyo del 91% de la población, la cifra más alta en la historia de la Ucrania independiente.

El apoyo público a las aspiraciones europeas de Ucrania en la UE también se encuentra en un nivel récord.Hoy, el 71 % de los ciudadanos de la UE consideran a Ucrania parte de la familia europea y el 66% comparte la opinión de que Ucrania debería convertirse en un miembro de la UE.

La inmensa mayoría de los españoles, como demuestra el barómetro del CIS de marzo, apoya la candidatura de Ucrania a la adhesión. Casi el 85% de los encuestados se mostró a favor que se le concediese a Ucrania la oportunidad de entrar a la Unión.

A la espera del dictamen de la Comisión Europea y la Cumbre de los jefes de Estado y Gobierno de la UE a finales de junio sobre la cuestión de otorgar a Ucrania el estatus del país candidato, la clase política española dejó de lado las diferencias y olvidó su fragmentación habitual para demostrar una unidad sin precedentes en apoyo a las aspiraciones europeas de Ucrania. Al menos este estado de ánimo de las fuerzas políticas con la representación parlamentaria quedó plasmado en los resultados de la votación en el Congreso de los Diputados de España el pasado 26 de mayo sobre los «puntos ucranianos».

Cuando se trata de procedimientos democráticos es muy importante para los gobernantes hacer caso a la voluntad popular y los hechos tan elocuentes.

Además, uno debe ser sincero y reconocer abiertamente que la adhesión de Ucrania a la UE no está en la agenda en este mismo momento. Para alcanzarla, Ucrania necesitará recorrer un arduo camino en la implementación de la legislación comunitaria y reformas fundamentales, así como completar las negociaciones con todos los países miembros, que no prometen ser nada fáciles. Tampoco los procedimientos de la UE prevén alguna «vía rápida» para Ucrania, de adhesión acelerada. Somos conscientes de que dependerá exclusivamente de Ucrania cómo de rápido seremos capaces de recorrer este camino de reformas y transformaciones para cumplir con los requisitos establecidos.

Esto significa, nada menos, que antes de que se tome la decisión de abrir las negociaciones con Ucrania ésta primero debe ser reconocida como candidato a la adhesión. Sólo una vez completados estos pasos, se llevarán a cabo las negociaciones sobre 35 capítulos en materia de las políticas que pondrán nuestra legislación nacional y su aplicación de conformidad con las normas y prácticas comunitarias, siendo las siguientes etapas, la firma del Tratado de Adhesión, su ratificación y, finalmente, su entrada en vigor.

Ucrania ya cumple con los requisitos y criterios básicos necesarios para su reconocimiento como candidato. Nuestro país lo merece. No esperamos ningún trato privilegiado o preferencias por parte de la UE.

La integración europea de Ucrania no comenzó con la entrega de la solicitud de ingreso en la UE en febrero pasado. Desde hace más de 20 años Ucrania está adoptando su legislación a la comunitaria en virtud del Acuerdo de Asociación y Cooperación, y luego en cumplimiento del Plan de Acción UE-Ucrania en el marco de la Política Europea de Vecindad.

La integración europea de Ucrania aceleró sustancialmente tras alcanzar los criterios del régimen libre de visados y avanzar en el cumplimiento del Acuerdo de Asociación firmado en 2014. En los últimos ocho años, Ucrania se ha esforzado mucho para cumplir los criterios de Copenhague para la adhesión a la UE.

Cualquier decisión que aplace artificialmente este paso, resultaría perjudicial tanto para Ucrania como para la UE. La idea de ofrecer a Ucrania algún sustituto provisional como «candidato potencial» es sumamente nociva y debe ser descartada rotundamente. Una decisión de esta especie sólo retrasaría las reformas posguerra en Ucrania, socavaría la democracia en otros países, aumentaría la carga del presupuesto de la UE y alimentaría una nueva inestabilidad en el continente.

Algunos gobernantes en la UE se inquietan por que el reconocimiento a Ucrania como candidato a la adhesión repercuta negativamente a los Balcanes Occidentales y ralentice su integración europea.

Sin embargo, desde mi punto de vista, el enfoque debe ser individualizado en función de los méritos de cada país.

El cumplimiento de los criterios de Copenhague por parte de Ucrania es comparable con aquellos países en los Balcanes Occidentales que ya fueron reconocidos como candidatos. A propósito, ésta es la conclusión del Centro de Estudios Políticos Europeos de Bruselas (CEPS).

En los Balcanes Occidentales el estatus del país candidato a la adhesión fue concedido a Macedonia del Norte en 2005, Montenegro en 2010, Serbia en 2012 y Albania en 2014.

A la fecha de presentar Kyiv su solicitud a entrar la UE, Ucrania alcanzó la integración con la Unión más profunda que cualquier otro país que ya goza del estatus de candidato.

El Gobierno de Ucrania en sólo un mes logró responder al cuestionario de la UE.La velocidad con que Ucrania preparó y entregó sus respuestas sorprendió a muchos en Europa demostrando que, a pesar de la guerra a gran escala, las instituciones del Estado ucraniano seguían operando con estabilidad. Además, tal diligencia se debía en gran medida al trabajo previo realizado en materia de la integración europea.Después de todo, gracias a años de ensayos preliminares, logramos incluso sincronizar con la red eléctrica europea ENTSO-E durante la guerra.

Ejemplos de este tipo hay de sobra ya que el Tratado de Asociación entre Ucrania y la UE tiene una profundidad y ramificaciones sin precedentes. Este documento prevé un grado aún mayor de armonización legislativa e integración en el mercado común de la UE que los correspondientes Acuerdos de Estabilización y Asociación en los Balcanes Occidentales.

Como ya ha sido mencionado, Ucrania ha estado implementando el Acuerdo de Asociación durante más de ocho años y está integrada de facto con la UE en muchas áreas, empezando por el sector energético y hasta la política exterior.

La misma UE en sus informes anuales repetidamente ha reconocido «el progreso en el camino de las reformas» de Ucrania.

Otro argumento que sustenta el reconocimiento a Ucrania como país candidato es que tal estatus y el mismo proceso de adhesión a la UE es el mejor marco para reconstruir el país después de la guerra.

Al fin y al cabo, Ucrania y la UE tendremos que (re)construir juntos un país nuevo, mejor y más europeo de lo que era antes del 24 de febrero. Con todo esto en mente, las inversiones de la UE en esta reconstrucción resultarán más eficaces si éstas se promueven a base de los estándares europeos y con el compromiso de la UE, con la participación de las empresas europeas.

La única alternativa a decir «sí» a la candidatura de Ucrania, incluso disimulada en cualquier fórmula de carácter «transitorio» (o «provisional»), enviará una señal clara a la sociedad ucraniana de que la UE lo ve como un Estado de segunda, a pesar de todas las declaraciones oficiales y en contra de la opinión pública predominante en la UE.

De cara a tal decisión injusta, los euroescépticos se verían robustecidos, así como lo serían aquellos grupos de intereses en Ucrania que se oponen a las reformas estructurales, mientras los reformadores en el gobierno, en el Parlamento y en la sociedad europeísta en su conjunto quedaría deprimida y debilitada.

Tal paso resonaría también en otros países, especialmente en los Balcanes Occidentales, perjudicando a sus fuerzas europeístas. Sería difícil propagar un provenir europeo en una sociedad cuando a su lado un estado como Ucrania, que cumple obviamente con los requisitos para ser reconocido como candidato, lo tiene denegado. En Belgrado, Sarajevo o Skopje los euroescépticos recobrarían fuerza y peso político mientras que cualesquiera esperanzas geopolíticas en las capitales europeas de que Rusia se democratice se quedarían en el olvido.

Las trabas surgirían asimismo a nivel del uso eficiente de los fondos europeos destinados a la reconstrucción de postguerra de Ucrania. Los inversores europeos ven el reconocimiento a Ucrania como país candidato como el visto bueno para entrar con sus capitales en este mercado, el paso que reduciría la carga sobre el presupuesto comunitario y daría un impulso tanto a la economía ucraniana como a la europea.

La falta de determinación por parte de la UE de asumir el reto de reconocer a Ucrania como estado candidato a la adhesión facilitaría a la Rusia de Putin a conseguir su meta clave que es aprovechar esta incertidumbre para capitalizar la desconfianza hacia Occidente, frenar la democratización de la región y preservar la inestabilidad.

En cambio, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE en su Cumbre a finales de junio pueden escoger el camino que beneficiará a todos. El reconocimiento a Ucrania como país miembro acompañado con la delineación de requisitos ambiciosos para conseguir una mayor adhesión serviría de una herramienta poderosa para reformar Ucrania, permitirá reforzar el ánimo europeísta y prevenir la depresión social en el continente, así como consolidar el papel de la Unión Europea como una fortaleza a escala global.

Serhii Pohoreltsev es embajador de Ucrania en España