Europa
Macron recibe a Scholz en el Elíseo con un eje franco-alemán en horas bajas
La crisis energética, la política exterior y la defensa enfrentan a París y Berlín
Como todo matrimonio, el eje franco-alemán ha pasado por sus altos y bajos durante los últimos sesenta años. El hecho de que la guerra de Ucrania estallara cuando el nuevo canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, apenas acababa de llegar al Gobierno no ha ayudado precisamente a cultivar su relación personal con el presidente francés, Emmanuel Macron. Los desencuentros ente Paris y Berlín explican, precisamente, la cancelación del Consejo de Ministros franco-alemán previsto para este miércoles en el castillo de Fontainebleau.
En cambio, ambos líderes podrán intentar allanar sus diferenciase en energía, defensa y política exterior durante el almuerzo que compartirán hoy en el Elíseo. Según el comunicado de la Presidencia francesa, ambos dirigentes abordaran “los desafíos comunes” que ambos países “deberán afrontar en el decenio próximo y la mejor manera de responder de forma unida y solidaria”.
Según la diplomática francesa Sylvie Bermann, que ha ejercido de embajadora en China, Reino Unido y Rusia, siempre ha habido “momentos difíciles” en la relación del motor que ha hecho avanzar desde sus inicios el proceso de construcción europea. “Pero claramente estamos en un período de crisis, y la relación franco-alemana parece más tensa que nunca”, reconoce Bermann. Lejos está la química que exhibían Macron y la ex canciller Angela Merkel, que propició el histórico acuerdo para crear el fondo de recuperación tras la pandemia de coronavirus.
El eje franco-alemán suele griparse o avanzar más despacio coincidiendo con los procesos electorales y los cambios de Gobierno en ambos países. Así, para el sistema semi presidencialista francés, donde el presidente de la República detenta un amplio poder, sorprende la parsimonia de la democracia parlamentaria alemana, que requiere constantes consensos políticos entre los partidos, obligados a formar complejas coaliciones.
Scholz, a la cabeza de un inéditos tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales, está obligado a un permanente juego de equilibrios y negociaciones antes de poder tomar decisiones. A la debilidad de un canciller que aún está asentándose se une un presidente francés más vulnerable tras perder la mayoría parlamentaria en las elecciones legislativas de junio.
Con todo, Berlín ha abandonado su tradicional prudencia a raíz de la invasión rusa de Ucrania y ha dado un giro radical a su política de defensa. Tras años de abandono, Alemania prevé gastar 100.000 millones de euros para modernizar su Ejército y estar preparado para las nuevas amenazas a su seguridad. Asimismo, ha dejado atrás su temor al endeudamiento con un paquete de 200.000 millones de euros para hacer frente a la crisis energética.
Alexandre Robinet-Borgomano, experto en política alemana del grupo de expertos francés Institut Montaigne. señala a France Presse la paradoja de que Francia lleva 10 años “en primer lugar reprendiéndola (a Alemania) por no gastar lo suficiente en defensa, por no tener una visión estratégica o geopolítica, y en segundo lugar reprendiéndola por quedarse estancada en la política de austeridad y no gastar dinero”, señala. Eso es “exactamente de lo que nos quejamos hoy”, agrega Robinet-Borgomano.
Berlín “está invirtiendo más para estimular el crecimiento y la demanda interna, está asumiendo un papel de liderazgo y está construyendo la defensa europea” con nuevos gastos masivos tras la invasión rusa de Ucrania.
París no oculta su malestar por un plan energético alemán al margen de una solución europea que trate de extrapolar a toda la UE la “excepción ibérica” en el precio de la electricidad. Scholz, por su parte, lleva semanas dando su apoyo a España y Portugal con el proyecto de gasoducto MidCat, finalmente abandonado por la oposición de Macron y sustituido por el BarMar, un corredor de hidrógeno entre Barcelona y Marsella.
Un tema aún más espinoso es un plan para desarrollar un avión de combate de próxima generación alemán-francés-español conocido como Future Combat Air System (FCAS). Los contratos para la próxima fase de desarrollo del avión, que supuestamente reemplazará las flotas existentes de Rafales franceses y Eurofighter alemanes y españoles para 2040, aún no se han firmado.
“Hay un acuerdo político, pero está atascado a nivel de las empresas”, explica un alto funcionario francés. El fabricante galo Dassault “teme perder su posición en el mercado” si se ve obligado a trabajar con su competidor Airbus, agregaron.
Para echar más leña al fuego,el proyecto de escudo antimisiles impulsado por Alemania, del que Francia se ha mantenido al margen, irrita a París por emplear tecnología estadounidense e israelí en vez de francesa e italiana. Francia “debería haber impulsado la interoperabilidad entre los sistemas para garantizar la soberanía europea, podemos ver que se trata de competir por el liderazgo en la defensa europea”, dijo.
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