Guerra en Ucrania
Artem, el padre de Liza, la niña con síndrome Down, que murió por el impacto de misiles rusos: "Quiero un castigo para los responsables"
La pequeña Liza Dmitrieva, de 4 años, murió mientras volvía a su casa con su madre de una clase de logopedia en la localidad de Vinnytsia a 500 kilómetros de la línea del frente
Una pequeña figura de ángel cuelga de uno de los 29 sakura plantados recientemente en el lugar en Vinnytsia donde Liza Dmitrieva, la niña de 4 años con síndrome de Down, y otras 28 personas fueron asesinadas hace un año por misiles rusos. “Un ángel” era como la llamaban con frecuencia sus padres. “Sí, ella era especial. Pero a diferencia de muchos otros niños, nunca fue mala. Nunca la he visto dañar un alma, y todos los animales la adoraban”, recuerda su padre Artem.
No ha podido contener las lágrimas en el acto de conmemoración que tuvo lugar el viernes en Vinnytsia, unos 500 kilómetros desde la línea de frente, exactamente un año desde que tres misiles rusos acabaron con la vida de su hija. Recuerda en una conversación con LA RAZÓN muchos de los momentos brillantes que Liza trajo a su vida. “Ahora me parece que Liza se apresuraba a vivir. Quería intentar todo lo posible en la vida mientras pudiera, como si supiera que algo así sucedería”.
Fueron las imágenes de Liza, una pequeña con síndrome de Down, las que dieron la vuelta al mundo inmediatamente después del ataque. Regresaba de una clase de logopedia con su madre cuando un misil impactó en una concurrida plaza al lado de una de las calles centrales de la ciudad.
Su madre, Iryna, quien había compartido un vídeo con hija horas antes del ataque, resultó gravemente herida pero salvó la vida. Le pidió a un hombre, que estaba sentado en la acera sosteniéndose la cabeza, que ayudara a su hija. Iryna no pudo entender por qué este respondió que no podía hacer nada, después de mirar el cuerpo de Liza.
Para Artem, todo lo que ha seguido desde entonces no es “una vida”, es “existir”. “Simplemente me despierto por la mañana y me acuesto por la noche”, dice resignado. Artem habla poco sobre sí mismo, enfocándose completamente en su hija, sonriendo al recordar este y aquel pequeño detalle. “Era una niña extremadamente inteligente. Hablaba con nosotros y sabía lo que quería. Solo tomaba un poco de esfuerzo extra, como si estuviera aprendiendo un idioma extranjero, para entenderla. Quienes la amaban, como nosotros, eran capaces de hacerlo”, comparte.
Con Liza teniendo una serie de problemas de salud, sus padres tuvieron que dedicar mucho esfuerzo a cuidarla, lo cual hicieron, incluso después de divorciarse. Artem recuerda haber conducido a Vinnytsia después de que Liza dejas de respirar después de una cirugía cardíaca. “Solo esperaba que pasara por todas las cosas difíciles durante su infancia y que tuviera una buena vida después. Ni lo podía imaginar que terminaría de esta manera”, relata con amargura.
Los recuerdos fluyen uno tras otro, con lágrimas y sonrisas simultáneas que reflejan la mezcla de sufrimiento y ternura que el afligido padre siente por su hija. “Siempre quiso probar todo lo que me veía hacer. A menudo tenía miedo, ¡pero estaba tan feliz una vez que le enseñé cómo hacer algo!”, recuerda.
Liza amaba a los animales y ellos también la amaban. El doguillo de la familia a menudo se acostaba en el vientre de la madre de Liza cuando estaba embarazada y se enfermó después de su muerte. “Le rogué al perro que no muriera porque era lo único vivo que me quedaba de mi hija”, explica Artem.
Ha evitado autolesionarse o volverse loco tras la muerte de su hija. Una cosa que lo ayudó a ponerse en marcha fue la necesidad de organizar el funeral de Liza mientras su madre estaba siendo tratada en un hospital. Cuando Artem finalmente deja de hablar de Liza, afirma en tono firme: “Quiero castigo para todos los que dieron órdenes y los que apretaron botones para enviar los misiles que mataron a mi hija”.
Actualmente, intenta encontrar al menos algo de consuelo en la gestión de una fundación benéfica que creó en memoria de Liza y que busca ayudar a otros niños afectados por la guerra. “En Ucrania siguen muriendo niñas y niños que hace un poco más de un año sonreían despreocupados en su infancia feliz, como mi Lisa”, escribe sobre su página. “Tú y yo teníamos planes y sueños grandiosos. Ahora, mi pajarito, estás durmiendo y nunca más despertarás. Y solo regresas a mis sueños como un ángel”, se dirige a su hija.
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Pasividad ante la tragedia