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Oriente Próximo

Los hutíes, la penúltima bala en la recámara iraní contra Israel

El Gobierno de Netanyahu advierte al grupo chií del comienzo de una nueva ofensiva tras haber eliminado a más de la mitad del gobierno rebelde

Las fuerzas hutíes patrullan Saná en medio de una alta tensión con Israel. YAHYA ARHABEFE

En control desde hace más de una década del 40% de la superficie, incluida la capital, Saná, y el 60% de la población de Yemen, los conocidos como hutíes son hoy la penúltima bala en la recámara del «eje de la resistencia» de la República Islámica de Irán en Oriente Medio. La insurgencia chií yemení, que como su patrocinador iraní defiende la destrucción de Israel, gobierna de manera férrea amplias zonas del norte y el oeste de Yemen, pero ha sido incapaz de hacerse con el control de todo el territorio. En todo caso, ha resistido hace más de diez años a las ofensivas saudíes y, sobre todo, a los ataques israelíes y estadounidenses más recientes.

Desde la infiltración terrorista de Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023 y en auxilio de la organización palestina, los hutíes han venido alternando los ataques con misiles hacia suelo israelí con acciones violentas contra buques comerciales occidentales en aguas del mar Rojo que han tenido importantes repercusiones en el tráfico marítimo internacional en los dos últimos años.

Con un Teherán en horas bajas después de años de sanciones occidentales, que sufre las consecuencias de la ofensiva israelí de junio y el citado cinturón de fuerzas proxy más débil que nunca tras la sucesión de operaciones militares emprendidas en los dos últimos años por las FDI y la inteligencia israelí, los rebeldes yemeníes protagonizan en estos momentos, casi en solitario, la resistencia violenta contra el «ente sionista». El ocaso del «eje de la resistencia» dibuja un nuevo Oriente Medio en teoría más favorable a Tel Aviv en términos de seguridad, aunque con casi todos los problemas estructurales, empezando por el de Gaza, sin solución a la vista y con una opinión pública regional cada vez más hostil a Israel.

A juzgar por la superioridad militar mostrada por Israel, los rebeldes yemeníes se enfrentan a la difícil dicotomía entre continuar hasta el final en un enfrentamiento desigual con Israel y Estados Unidos o renunciar a ello a fin de garantizar su supervivencia, aunque la suerte para el grupo puede estar ya echada. La decisión final, con todo, como es el caso del desarme que las autoridades libanesas exigen a Hizbulá, dependerá de los cálculos de una República Islámica que se debate entre el pragmatismo —en las últimas horas el régimen de los mulás volvía a dar señales de estar abierto a retomar las negociaciones sobre un acuerdo nuclear con la Administración estadounidense— y la supervivencia en su peor momento desde su fundación en 1979, o mantenerse fiel a su raison d’être apostando por la violencia y los sabotajes.

Por su parte, Netanyahu ha dado muestras claras a lo largo de los dos últimos años de estar dispuesto a golpear con toda dureza a los enemigos de su país en toda la región, como ha hecho con Hamás e Hizbulá, por lo que es previsible que en las próximas fechas aumente el castigo israelí al movimiento. Pero la realidad sobre el terreno de Yemen no es la de Gaza ni el Líbano, y además entre Israel y Yemen distan más de 2.000 kilómetros de distancia, por lo que la previsible ofensiva israelí será solo aérea. Mientras tanto, la organización chií yemení asimila el golpe recibido de manos de Tel Aviv el jueves de la semana pasada, cuando las fuerzas israelíes abatieron al primer ministro de su gobierno, Ahmed al-Rahawi, y a 11 miembros del ejecutivo rebelde —más de la mitad de los miembros del gabinete— en Saná.

De esta forma, el ataque contra un gabinete con escasa relevancia —el verdadero poder lo concentra el liderazgo político hutí, a la cabeza el esquivo Abdul Malik al-Houthi, y su red de representantes territoriales— ha de interpretarse como una advertencia del gobierno de Netanyahu. Durante el pasado verano, varios han sido los bombardeos israelíes contra infraestructura del grupo proiraní, principalmente los puertos de Hodeida, Ras Isa y Saif.

En el penúltimo episodio del enfrentamiento con Tel Aviv, que recuerda el que mantuvieron durante un año Hizbulá y las FDI a un lado y otro de la divisoria provisional israelo-libanesa, los mandos militares israelíes reportaban a primera hora de este miércoles haber interceptado con éxito un misil procedente de territorio yemení después de haber prometido venganza, lo que anticipa una nueva respuesta de las fuerzas israelíes en las próximas horas. «Estamos haciendo lo que nadie ha hecho antes de nosotros, y esto es solo el comienzo de los bombardeos contra los principales líderes en Saná», anunciaba Netanyahu el domingo pasado.

Como es norma, las consecuencias de una eventual guerra total con Israel las pagará la población civil de un país que sufre desde hace años una de las situaciones más graves desde el punto de vista humanitario —la mitad de sus habitantes padece inseguridad alimentaria— de todo el planeta. El mismo domingo, las autoridades hutíes asaltaban la sede de Naciones Unidas y detenían a 11 personas.