Nuevo pontífice

Herencia
El mundo se ha acelerado. La cadena de acontecimientos con repercusiones globales se suceden con una rapidez inédita y preocupante. Las crisis políticas, la guerra en el corazón de Europa, el avance del cambio climático, la irrupción de la inteligencia artificial y la amenaza de destrucción nuclear se han integrado en el día a día de una sociedad hiperconectada que vive ansiosa pegada al móvil las 24 horas del día. Es el mundo que se encuentra el nuevo Papa León XIV, polarizado, incierto, secular y cada vez más militarizado, en un proceso que ya ha sido comparado con la Paz Armada que precedió a la Primera Guerra Mundial.
En Europa, que había sido un oasis de paz hasta el estallido de la guerra de los Balcanes a principios de los años noventa, se vive un brutal conflicto armado, el más sangriento desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Se desconocen las cifras reales de muertos, pero diversas fuentes hablan de más de medio millón de soldados abatidos tanto en Ucrania como en Rusia. Tras más de tres años de guerra, los frentes de batalla se han estabilizado en una dramática guerra de desgaste. Donald Trump no ha podido materializar su promesa de acabar con la guerra. Y Vladimir Putin está decidido a seguir el conflicto hasta consolidar el avance territorial logrado desde 2022, que incluye la captura del 19% del territorio ucraniano. El avispero agitado por Moscú ha puesto en guardia a una OTAN que hace cuatro años se hallaba «en muerte cerebral», según la descripción de Emmanuel Macron. La Alianza Atlántica ha reforzado su flanco oriental y ha recibido con los brazos abiertos a Finlandia y Suecia en las filas del club. Los países bálticos, Polonia y otros Estados del este han aumentado sus sistemas de defensa ante el temor a una Rusia expansionista.
El otro foco de máxima tensión militar se vive en Oriente Medio. La guerra de Gaza iniciada tras el brutal ataque de Hamás contra las comunidades fronterizas israelíes el 7 de octubre de 2023 despertó la ira del Gobierno de Benjamin Netanyahu, que emprendió una campaña militar de dimensiones bíblicas que ha causado más de 50.000 muertos, según las autoridades gazatíes.
La sombra de Irán sigue planeando en la guerra de Yemen, donde los rebeldes hutíes pusieron en alerta a la comunidad mundial atacando decenas de buques mercantes en protesta por la ofensiva israelí. El régimen de los ayatolás vive horas bajas después del desmembramiento de su grupo aliado libanés Hizbulá y de la derrota estratégica que está sufriendo Hamás. El mapa de influencias de la región está viviendo una reconfiguración histórica, donde las alianzas tradicionales están siendo cuestionadas, especialmente tras los Acuerdos de Abraham, que acercaron a Israel con varios países árabes, un proceso que se podría acelerar con la nueva Administración de Donald Trump, defensora de la diplomacia económica en esta zona del mundo.
No son la vieja Europa ni el viejo conflicto palestino-israelí los únicos focos de inestabilidad mundial que se va a encontrar el nuevo Papa. El ascenso de China como superpotencia militar y económica y su expansionismo comercial, materializado en la Nueva Ruta de la Seda, y territorial, con la ocupación y militarización de islas artificiales, ha transformado radicalmente la región del Indo Pacífico. El temor a un renacimiento imperial chino ha azuzado a las potencias regionales por la senda del rearme. Japón ha dado carpetazo a la vocación pacifista de su Constitución para potenciar las capacidades de sus fuerzas armadas. Australia firmó un costosísimo acuerdo con EE UU y Reino Unido para desarrollar una imponente flota de submarinos de propulsión nuclear. La consigna es aumentar las capacidades defensivas y ofensivas para ponerle freno a Pekín.
El centro de gravedad en la región es Taiwán. Esta pequeña isla, gobernada de forma democrática y apoyada diplomática y militarmente por Estados Unidos, es considerada como parte irrenunciable del territorio chino. El Ejército Popular de Liberación realiza cada vez con más frecuencia maniobras aeronavales para acosar a las autoridades de Taipéi.
El otro gran foco amenazante está en la península de Corea, donde el presidente Kim Jong Un sigue alimentando la industria militar con nuevos misiles balísticos que pueden portar ojivas nucleares nunca declaradas a la comunidad internacional. Aunque no es un problema nuevo, la preocupación por la proliferación nuclear crece con fuerza tras las amenazas rusas durante diversas fases del conflicto ucraniano y los nuevos ensayos misilísticos norcoreanos.
Aunque tradicionalmente se le ha prestado menos atención desde Occidente, en África emergen grandes desafíos de seguridad regional. En el Sahel, los grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda y al Estado Islámico han expandido su control territorial tras la retirada de las fuerzas francesas de Mali y Burkina Faso, donde juntas militares han tomado el poder.
La influencia rusa, a través del Grupo Wagner y otras empresas de mercenarios militares, ha crecido en República Centroafricana, Sudán y Libia, país que sigue dividido entre gobiernos rivales apoyados por diferentes potencias extranjeras. En el Cuerno de África, la guerra civil en Etiopía, aunque ha disminuido en intensidad, ha dejado secuelas profundas y tensiones étnicas sin resolver. En lugar de mediar, las grandes potencias mantienen su competencia por los recursos estratégicos, como minerales críticos para la transición energética.
En América Latina, la crisis de Venezuela, a la que tanto esfuerzo le puso el cardenal Pietro Parolin durante su etapa como nuncio de la Santa Sede en Caracas, ha pasado a un segundo plano, mientras millones de venezolanos viven en el exilio para escapar de la crisis económica y política del país. En Centroamérica, la violencia de las pandillas, la corrupción y los efectos del narcotráfico irradiado desde México provocan cada año olas migratorias con miles de personas que tratan de llegar infructuosamente a Estados Unidos.
Estados Unidos ha entrado en una nueva dimensión con la segunda Administración Trump, que despierta tanto entusiasmo entre sus seguidores, fuera y dentro del país, como inquietud y temor entre aliados y ciudadanos estadounidenses disidentes. La guerra comercial, con elevados aranceles a todos los países, y la dura política antiinmigración se configuran como vectores que rigen la Casa Blanca. Más allá de los conflictos políticos y militares, el mundo que se encuentra Prevost enfrenta una gran amenaza transnacional: el cambio climático, que genera a su alrededor migraciones, hambrunas y disputas territoriales en aumento. La irrupción de la inteligencia artificial ha despertado fundadas sospechas entre los expertos ante el desconocido potencial destructivo que alberga una tecnología revolucionaria. La competencia entre Estados Unidos y China define en gran medida la geopolítica actual, pero los observadores creen que sería un error hablar de una simple bipolaridad. India, Japón, Brasil, Irán, Turquía y otros actores regionales desempeñan cada vez papeles más destacados, configurando un tablero multipolar de enorme complejidad convulsionado por la deriva autoritaria de potencias como India, Rusia y China, con Estados Unidos llamando a la puerta.
Lidiar con este escenario turbulento, altamente inestable, resulta cada vez más complicado. El auge de gobiernos iliberales y populistas que cuestionan la validez de organismos de mediación internacional como Naciones Unidas y que están enfrentados con las democracias tradicionales complica el diseño de una estrategia diplomática común justo cuando el planeta enfila una transición geopolítica cargada de riesgos y miedos.
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