Acuerdo comercial

Trump refuerza su pacto con Seúl ante la presión de Corea del Norte

El presidente de Estados Unidos se reunirá con Xi Jinping para abordar tensiones comerciales y tecnológicas con China

EEUU/Corea.- Corea del Sur y EEUU alcanzan un acuerdo comercial para bajar los aranceles a cambio de inversiones
EEUU/Corea.- Corea del Sur y EEUU alcanzan un acuerdo comercial para bajar los aranceles a cambio de inversionesEuropa Press

Precedido por el estruendo de un misil de crucero lanzado por Pyongyang, Donald Trump aterrizó en Corea del Sur este miércoles para la fase más delicada de su gira asiática, centrada en recalibrar el equilibrio militar y comercial del Indo-Pacífico. La prueba norcoreana, efectuada horas antes sobre el Mar del Este y descrita por la inteligencia surcoreana como un vector con carga nuclear operativa, reavivó los temores de una carrera armamentística justo cuando Washington intenta consolidar un frente económico y tecnológico frente a China. Desde el Air Force One, Trump restó peso al ensayo y subrayó que su «prioridad estratégica» era el encuentro con Xi Jinping durante el foro del APEC en Busan, donde se medirán las posiciones sobre semiconductores, rutas marítimas y soberanía tecnológica. Su escala coreana en Gyeongju, segunda visita de Estado de su presidencia, buscó desbloquear un acuerdo comercial estancado, reafirmar la disuasión conjunta con Seúl y proyectar la imagen de una superpotencia que pretende recuperar el timón del orden regional.

La ciudad histórica del sudeste coreano amaneció blindada por cordones policiales y convoyes diplomáticos. A pesar de su riqueza patrimonial, Gyeongju no estaba preparada para recibir a más de 20.000 delegados. Sin aeropuerto internacional ni suficientes hoteles de lujo, el Gobierno surcoreano recurrió a cruceros anclados en puertos vecinos como alojamiento improvisado. Los problemas logísticos se multiplicaron con precios inflados, déficit de transporte y un pabellón cancelado a última hora por seguridad.

La elección de Gyeongju respondía también a una ambición simbólica: mostrar el rostro cultural de Corea ante el mundo. Sin embargo, la inestabilidad política interna interfirió pronto. Tras la destitución del expresidente Yoon Suk-yeol por imponer la ley marcial, los preparativos quedaron paralizados hasta la llegada al poder de Lee Jae-myung, en junio, que reactivó la organización del foro. Trump fue recibido con honores de Estado y condecorado con la Gran Orden del Mugunghwa, la máxima distinción civil y militar surcoreana. El acto, celebrado en el Museo Nacional de Gyeongju, incluyó himnos, revista militar y una salva de 21 cañonazos. Sonriendo hacia las cámaras, Trump bromeó: «Me la pondría ahora mismo», mientras levantaba la banda ceremonial. Su anfitrión habló de «amistad diplomática y asociación para la estabilidad de la península». Como obsequio adicional, recibió una réplica dorada de la corona de Cheonmachong, símbolo de dignidad y continuidad del liderazgo. Para Washington, el gesto reforzaba la imagen de un vínculo estratégico en reconstrucción.

En la conversación privada posterior, el presidente Lee planteó una solicitud delicada: la autorización para adquirir combustible nuclear destinado a submarinos de propulsión convencional. «Si pudiéramos garantizar el suministro, Corea del Sur podría construir sus propios submarinos con tecnología nacional y aliviar la carga operativa sobre las fuerzas estadounidenses», dijo Lee. Aclaró que no se trataba de dotarlos con armas nucleares, sino de sustituir los viejos modelos diésel. La petición choca con el Acuerdo 123, firmado en los setenta y revisado en 2015, que prohíbe a Seúl reprocesar combustible nuclear sin permiso de Washington. Reabrirlo implicaría revisión legislativa y marcaría un giro histórico en la relación tecnológica bilateral. Para Seúl, significaría igualarse con Japón y ganar autonomía energética; para Estados Unidos, un riesgo para su política de no proliferación. Trump, sin entrar en detalles, respondió solo: «Nuestra defensa común es vital, y seguiremos trabajando con ustedes».

Fuera del perímetro de seguridad, centenares de manifestantes marchaban con pancartas que decían «No a los reyes. Trump no es bienvenido». Las asociaciones progresistas criticaron el homenaje a un líder cuyas políticas arancelarias dañaron las exportaciones surcoreanas. En contraste, grupos conservadores agitaron banderas estadounidenses y retratos de Trump, interpretando la visita como reafirmación de la alianza histórica. Desde el Palacio Presidencial, la línea oficial fue tajante: «La diplomacia se mide en estabilidad, no en simpatías».

Lee Jae-myung definió la posición de su país como la de una nación «atascada entre dos piedras de molienda»: Estados Unidos y China. Washington presiona para que Seúl cumpla los 350 mil millones de dólares en inversiones comprometidas a cambio de alivio arancelario; Pekín, por su parte, sancionó a varias filiales surcoreanas por sus vínculos con empresas estadounidenses.

Cuando el Air Force One descendió sobre la base aérea de Pohang, el viaje ya era noticia antes de comenzar. Un presidente decidido a frenar la batalla comercial con China, un aliado que busca independencia tecnológica sin perder el paraguas militar estadounidense y un Norte imprevisible recordando su poder con misiles en el horizonte. Bajo el cielo otoñal de Gyeongju, entre tumbas de reyes antiguos y cruceros convertidos en hoteles, Trump inició la fase más intensa de su itinerario asiático, cargado de promesas, tensiones y gestos calculados.