Irán
Irán: 40 años de la Revolución Islámica
El régimen de los ayatolás se proyecta en el exterior mientras vive una crisis interna por las nuevas sanciones de EE UU y el malestar de los jóvenes
El régimen de los ayatolás se proyecta en el exterior mientras vive una crisis interna por las nuevas sanciones de EE UU y el malestar de los jóvenes.
La revolución iraní cumple hoy 40 años, pero el país vive desde hace tiempo un tímido pero persistente levantamiento marcado por el descontento de los jóvenes y la asfixiante crisis económica. Hace una década habría sido inimaginable que grupos de jóvenes salieran a las calles de Teherán bailando música electrónica estadounidense, para celebrar el acuerdo nuclear entre las seis potencias e Irán en junio de 2015. Tampoco nadie podría imaginar que mujeres iraníes se atrevieran a quitarse el hiyab (pañuelo musulmán) en público en señal de protesta.
La iraní Vida Movahed se ha convertido en un icono de la libertad. Su imagen sobre un buzón de correos, con el pelo descubierto y el hiyab de estandarte blanco en medio de las protestas que convulsionaron el país en diciembre de 2017 se extendió como la pólvora en las redes sociales. Meses después, otras mujeres iraníes se hicieron un selfi en el mismo lugar en la céntrica avenida de la Revolución.
El uso obligatorio del hiyab se ha convertido en un tema muy politizado en el Irán contemporáneo de los ayatolás. En los fervores de la revolución de 1979, cuando estos tomaron el poder, muchas mujeres optaron por ponerse el chador (el pañuelo típico iraní) en contra de los valores occidentales que implementó el último Sha de Irán, Mohammed Reza Palhevi. Rápidamente la cuestión del pañuelo pasó de ser una recriminación a convertirse en una imposición social y acabó siendo una obligación civil cuyo incumplimiento se paga con multas y penas de cárcel.
La pequeña revolución del hiyab fue vista por el ayatolá Jamenei como una conspiración de Occidente contra los valores de este Estado islámico y ha sido un tema de división política entre los ultraconservadores y el sector reformista que encabeza el presidente Hasan Rohani.
A pesar de las restricciones y bloqueos a internet, la juventud iraní ha cambiado su manera de pensar gracias a las nuevas tecnologías. La necesidad de cambios que exigen las nuevas generaciones ha sido el fuelle que impulsó la reelección de Rohani. Ahora también el descontento de los jóvenes, que ven un futuro sin mejoras laborales ni de derechos humanos sumado a la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear, llamado Plan Conjunto de Acción Comprehensiva (JCPOA, por sus siglas en inglés), está sirviendo de catapulta a los ultranacionalistas que ven cómo se ahoga el Gobierno de Rohani.
En época del Sha existían al menos tres clases sociales: los ricos, la clase media y los pobres. En el Irán de hoy, simplemente, la sociedad está dividida entre los que tienen y los que no tienen.
La mayor preocupación de los iraníes son los problemas económicos que han empeorado con la reimplantación de las sanciones norteamericanas para asfixiar a Teherán. La moneda iraní, el rial, se ha devaluado rápidamente desde entonces, mientras que los precios de las tiendas de comestibles y otras necesidades se disparan. Las ventas del petróleo iraní siguen estando amenazadas, por lo que la confianza del régimen y la sociedad en el líder reformista se erosiona día a día.
Rohani puso sus esperanzas en el acuerdo nuclear. Sin embargo, desde la elección de Donald Trump, el Gobierno reformista ha perdido terreno frente a los seguidores de Jamenei y otros líderes de línea dura que ven en la actual crisis una «guerra cultural» occidental contra Irán.
Si bien las partes restantes del acuerdo, entre ellas Francia y Alemania, introdujeron un mecanismo financiero el pasado enero para permitir que continúen las relaciones comerciales con Teherán a pesar del retorno de las sanciones, es poco probable que las empresas internacionales se expongan al riesgo de perder negocios con sus contrapartes estadounidenses. Irán ha advertido de que mantendrá su parte en el acuerdo solo si obtiene suficientes beneficios que le permitan remontar las dificultades por las que atraviesa. Los países europeos se han visto en un callejón sin salida.
«Las potencias europeas han adoptado una actitud complaciente con Teherán para preservar el JCPOA y resistirse a los esfuerzos estadounidenses por construir una coalición antiiraní», explica a LA RAZÓN Habib Fayyid, experto en política exterior iraní. No obstante, advierte Fayyid, los gobiernos europeos «deberían tomar medidas para frenar el programa de misiles balísticos iraní y evitar un mayor desarrollo de armas ilícitas por parte de la República Islámica».
Según el experto, «con la Administración Trump apoyando el cambio de régimen en Irán, el Gobierno de Rohani se siente amenazado por cualquier oposición que pueda ser alimentada por la influencia externa, y la tensión dentro del país crece».
Cuarenta años después de su creación, la República Islámica «mantiene las mismas ambiciones geopolíticas: una mezcla de recelo religioso e intereses creados», sostiene Fayyid. En la actualidad, Irán participa en dos guerras regionales: la de Siria y la del Yemen. Las ambiciones de Irán en Siria han conducido a un conflicto militar directo con Israel en 2018. y su éxito allí le ha llevado a expandir su influencia regional. En Yemen apoya militarmente y entrena a los rebeldes hutíes que han derrocado al gobierno de Abd Rabbuh Mansur al Hadi, aliado de Arabia Saudí y socio de EE UU.
Irán siempre ha soñado con exportar su revolución islámica a otras naciones musulmanas, pero cuarenta años después todavía no ha madurado lo suficiente ni se ha consolidado, lo que hace peligrosa una posible contrarrevolución.
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