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La doble traición de Odebrecht

Las pesquisas contra Alan García surgieron de la confesión de la constructora a la Justicia de EE UU.

«Alan dignidad» Los fieles del político peruano se concentraron ayer en la sede del partido Apra en Lima para velar el cuerpo. Foto: Reuters
«Alan dignidad» Los fieles del político peruano se concentraron ayer en la sede del partido Apra en Lima para velar el cuerpo. Foto: Reuterslarazon

Las pesquisas contra Alan García surgieron de la confesión de la constructora a la Justicia de EE UU.

Cuando Alan García retornó de su exilio en Colombia y Francia, en 2001, trazó su destino en el discurso final de campaña: «No sé a dónde me lleve la vida. No sé si me lleve a la muerte, pero aquí estoy entregando todo lo que soy al servicio de la patria». Parecía la premonición de su trágico suicidio que ha conmocionado a Perú. Como tantos otros ex presidentes que se acostumbraron a «un paraíso dorado», la posibilidad de acabar en prisión era incluso peor que la muerte. «Confío en la historia. Soy cristiano. Creo en la vida después de la muerte», señaló reflexivo hace unos meses ante un auditorio enardecido de una universidad publica, marcando la crónica de una muerte anunciada. García era investigado por los delitos de lavado de dinero en el caso de los sobornos pagados por la constructora brasileña Odebrecht a funcionarios de su segundo Gobierno para la construcción de la línea 1 del Metro de Lima. Por ello, la Justicia le retiró el pasaporte por 18 meses que García intentó evadir pidiendo asilo a Uruguay.

Durante ese tiempo, la investigación sumó diversos indicios que, en principio, eran «migajas» contra García, como las siglas «AG» en una agenda de Marcelo Odebrecht, ex presidente de la empresa, y el pago de 100.000 dólares a cambio de una conferencia del político en Sao Paulo en 2012. Aquí empezó un azaroso camino hacía un entramado multimillonario que la prensa local bautizó como «la cueva de Alí Baba». El resto de los sobornos los habría recibido a través de sus subordinados Luis Nava y Miguel Atala. Medios peruanos informaron este mes que Nava supuestamente recibió alrededor de 4 millones de dólares de la caja 2 de Odebrecht. Además, García estaba acusado de recibir dinero de la constructora para financiar las presidenciales de 2006. Es solo la punta del iceberg: En 2017, Odebrecht declaró al Departamento de Justicia de EE UU que pagó 29 millones de dólares en sobornos a funcionarios peruanos entre 2005 y 2014 y ganó 143 millones.

Ayer, los restos del ex presidente peruano Alan García fueron velados en la sede del partido político APRA, que lo llevó dos veces a dirigir el país, mientras se cumplían los tres días de duelo nacional que decretó el Gobierno. Cientos de simpatizantes, amigos y dirigentes de distintas tendencias acompañaban al féretro de García que había llegado en un vehículo fúnebre escoltado por decenas de policías motorizados. «Alan dignidad», «Alan dignidad», gritaban sus seguidores, muchos con pañuelos blancos en alto en la sede del partido, llamada la casa del pueblo, ubicada en el centro de Lima.

El Gobierno ofreció a la familia de García una ceremonia con honores de Estado como corresponde a un ex presidente, pero ésta lo rechazó y prefirió un velatorio privado, junto a sus amigos. Finalmente los restos serán incinerados hoy. La muerte de García podría profundizar la división entre el Gobierno de Vizcarra y la oposición de derechas que controla el Congreso, donde el ex mandatario aún tenía aliados muy influyentes.

Ayer, se conocían más detalles del deceso. Al amanecer, García se disparaba un certero balazo en la sien cuando iba a ser detenido provisionalmente diez días, poniendo fin a una vida marcada por acusaciones políticas, exilios, juicios, escándalos y persecuciones que jalonaron su biografía desde que a los 36 años asumió por primera vez la Presidencia de la República en julio de 1985.

Según los medios, el ex presidente bajó hasta el descanso de la escalera de su casa para atender al fiscal y consultarle el motivo de su presencia. El fiscal se habría limitado a pedirle que bajase para que «firme un documento». García insistió en conocer el motivo de la visita, y, ante la negativa del fiscal, el ex presidente regresó a su despacho, donde dijo «tengo que llamar a mi abogado». Minutos después, los agentes especiales y el representante del Ministerio Público escucharon un disparo y de inmediato subieron al domicilio. Entraron en la habitación y encontraron a García sentado en un baño de sangre. El arma usada era de su propiedad. El líder aprista tenía permisos y licencias para nueve armas de fuego, entre ellas una escopeta y una carabina.