Política

Argelia

La élite que sostiene a Buteflika pierde el pulso con la calle

Asociaciones y entidades antes afines al régimen se unen a las exigencias del pueblo

Las protestas del pasado viernes llenaron las calles de la capital exigiendo la marcha del presidente Buteflika
Las protestas del pasado viernes llenaron las calles de la capital exigiendo la marcha del presidente Buteflikalarazon

Asociaciones y entidades antes afines al régimen se unen a las exigencias del pueblo.

Tras las masivas manifestaciones que vivió Argelia el pasado viernes en oposición a un quinto mandato de su actual presidente, Abdelaziz Buteflika, y del régimen que encarna, todas las miradas están de nuevo centradas en la élite del Estado, cuyos intentos de calmar los ánimos de la gente que lleva tres semanas movilizada han fracasado estrepitosamente. Aunque presidente sobre el papel, desde que Buteflika sufrió un derrame cerebral en 2013, su estado de salud es muy delicado y vive recluido en un complejo medicalizado situado en la localidad de Zeralda, a unos 30 kilómetros de Argel. Por este motivo, la verdadera toma de decisiones en el país recae sobre su círculo más cercano, una cuestión que a la larga ha resultado ser muy problemática, hasta trágica, debido al fuerte sistema presidencial del país.

«Buteflika es el rostro de un opaco sistema en el que resulta muy difícil ver lo que ocurre realmente», explica a LA RAZÓN Yasmina Allouche, periodista argelina e investigadora del centro TRT World, que detalla: «Hay clanes de poder [formados por] influyentes hombres de negocios, familiares [de Buteflika], militares y oficiales de seguridad que rodean la presidencia y sostienen las riendas de la toma de decisiones». Cuando Buteflika subió a la cúspide del poder en 1999, uno de sus mejores aliados fueron los elevados precios del petróleo, que le permitieron no solo inaugurar un largo período de prosperidad en el país, sino también modificar su «establishment». Así, fue durante sus años felices cuando reforzó los poderes reservados para el presidente y permitió el ascenso de una élite empresarial que de forma gradual ha ido absorbiendo parte de las cuotas de poder otrora reservadas a las oficiales.

Además, desde 2014 la patronal Foro de Líderes Empresariales (FCE) y el sindicato oficialista Unión General de Trabajadores de Argelia (UGTA) han asumido un papel fundamental a la hora de lidiar con la política económica del Estado. Una situación que ha otorgado aún más influencia política tanto al empresario Ali Haddad, líder de la primera organización y uno de los hombres más ricos de Argelia, como al sindicalista Abdelmajid Sidi-Said, líder de la UGTA, ya que ambos gozan a su vez de una estrecha relación con el todopoderoso Said Buteflika, hermano y consejero de Abdelaziz Buteflika y una de las figuras clave del régimen.

Otro de los rostros más influyentes de este «establishment» es el del jefe del Ejército, Ahmed Gaid Salah. Aunque las filas castrenses no se inmiscuyen en el día a día de la vida política argelina, se erigen como una de las pocas instituciones realmente sólidas y unidas del Estado y no renuncian a su papel de observador y, en última instancia, protector del país. Salah es en particular una figura muy cercana y leal a Buteflika, pero el extenso Ejército de Argelia, uno de los más numerosos de África, lo convierten en una institución más compleja y heterogénea de lo que representa solo el jefe del Estado Mayor.

Esta élite ha manejado el país sin apenas cuestionamiento durante años, a la sombra de un presidente testimonial –sobre todo después de sufrir un derrame cerebral en 2013– asiste perpleja a al espectáculo de las masivas movilizaciones registradas en el país en el último mes. El edificio de su poder se tambalea. De hecho, a lo largo de toda esta semana han emanado voces críticas desde organizaciones tradicionalmente alineadas con un rais que cada día se encuentra más aislado.

Así, tanto el Frente de Liberación Nacional de Buteflika como su aliado Reagrupación Nacional para la Democracia han visto cómo muchos de sus representantes locales y nacionales han ido anunciando uno tras otro su dimisión. Y organizaciones de masas que durante años han ayudado al régimen a articular parte de la sociedad también han comenzado a fracturarse o directamente a desentenderse, erosionando profundamente su legitimidad. Entre ellas figuran cuadros locales de la UGTA y el FCE, aunque el divorcio más simbólico se produjo cuando la influyente organización nacional de muyahidines, formada por veteranos de la guerra de liberación de Argelia como Buteflika, dio su apoyo a las marchas. «Cuando las protestas alcanzaron cierto grado de movilización, muchos de los que solían apoyar al régimen han tratado de unirse a la gente porque la presión popular es muy fuerte», dice a LA RAZÓN Rachid Tlemçani, profesor en la Universidad de Argel.

Debido al desgaste provocado por esta cascada de renuncias y las masivas movilizaciones por todo el país, el régimen argelino está ahora obligado a encontrar una vía de escape. «En los últimos días hay un sinfín de debates a puerta cerrada en Argel [en los que el régimen] ya discutiendo quién, qué y cómo [salir de la crisis]», arguye Ghilès. «Claramente tiene que hacer algo», añade.