Guerras y conflictos

La geopolítica del yihadismo sirio

La Razón
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Mientras que la atención pública ha estado centrada en las actividades del Estado Islámico (EI) en Oriente Medio y en el norte de África, el Frente al Nusra, que actúa en nombre de Al Qaeda en Siria, ha recibido mucha menos atención. Esta negligencia tendrá que ser corregida pronto, visto el apoyo local que la organización está adquiriendo y su deseo de establecerse como un contendiente poderoso que pueda unir a la oposición al regimen de Bashar al Asad. Al Nusra, dada su condición de «grupo terrorista», no tiene permitido participar en las negociaciones en Ginebra. De todos modos, puede que el alto el fuego, tan irregular y frágil, de fuerza a este grupo, así como a otras organizaciones contrarias al Gobierno para continuar desestabilizando el país.

Desde 2012, Al Nusra se ha enfrentado al régimen sirio y a otros pequeños grupos rebeldes por el control de territorio. Forma parte de un conglomerado de grupos yihadistas unidos bajo la bandera del Jaish al Fatah, también conocido como el «Ejército de la Conquista». En el juego habitual de alianzas geopolíticas, Jaish al Fatah ha recibido el apoyo de Arabia Saudí, Qatar y Turquía. En Siria, controla amplias partes de la provincia de Idlib, donde tiene más de 10.000 combatientes.

Tan sólo hace algunos días, Jaish al Fatah ha cosechado una importante victoria sobre fuerzas partidarias de Asad y se ha hecho con el control de la ciudad de Jan Tuman, cercana a Alepo. Las más de 70 víctimas con las que se ha saldado la batalla muestran la debilidad del alto el fuego, así como el gran número de fuerzas compitiendo por el control de Siria.

Esta victoria aumentará tanto la moral como las ambiciones territoriales de Al Nusra. El reciente anuncio del líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, es más importante que nunca: ha dado permiso a Al Nusra para romper toda conexión con al-Qaeda mientras siga persiguiendo la construcción de un Estado islámico. Si esta ruptura entre Al Nusra y Al Qaeda se hiciese realidad, sería celebrada por muchos países del Golfo. Arabia Saudí y Qatar estarían en la posición de ofrecer más apoyo financiero al grupo y utilizarlo de facto como su fuerza apoderada política y militar en Siria contra Asad. Cabe remarcar que la oposición de Al Nusra y Al Qaeda al régimen sirio siempre le ha dado tanto al Ejército sirio como a Rusia una razón legítima para poner, aparte de a estas dos organizaciones, también a las fuerzas moderadas de la oposición en su punto de mira. Una ruptura entre ambas haría que el enfrentamiento enconado de Asad con las fuerzas rebeldes fuera mucho más difícil de justificar políticamente para el dirigente sirio.

Las opiniones de los expertos sobre el presente y el futuro de Al Nusra están divididas. Charles Lister, del Middle East Institute, cree que el grupo ha estado potenciando su apoyo local y su influencia en sus territorios, despertando una especial atracción entre jóvenes pobres de poca formación y desempleados que buscan venganza contra el régimen de Asad por haberlos dejado sin perspectivas de tener una familia, una vida y un trabajo. Pero la posibilidad de que Al Nusra se declare como un Estado islámico independiente y colisione con el EI por la denominación de «califato» no está muy clara. El grupo tiene unos 4.000 combatientes en el oeste de Siria y se ha posicionado como apoyo estratégico de la oposición siria para atraer a un segmento de la población más numeroso que el EI. Dar el paso de autodefinirse como Estado islámico, desafiando, por tanto, abiertamente al EI de Al Bagdadi es un movimiento bastante arriesgado que podría llevar al incremento del apoyo a los islamistas, pero en el descenso del de otros elementos más moderados de la sociedad.

Por otra parte, el corolario sobre los intereses geopolíticos que están siendo disputados en Siria debería recordarles a los países occidentales que necesitan mantener un acercamiento pragmático. La estabilización de Siria permanece como uno de los objetivos con mayor prioridad, que depende tanto de la unificación de comunidades locales bajo un Gobierno central democrático o semidemocrático como de la formación de fuertes cimientos políticos, institucionales y sociales. Una Siria fuerte y estable tendría que tener la capacidad de acabar con los grupos yihadistas que persiguen el establecimiento de un Estado islámico donde una interpretación literal del islam invade la política, la legislación y la sociedad. Significativamente, una Siria estable reduciría considerablemente la crisis de refugiados que está afectando a una Europa económicamente estancada, donde los sentimientos anti inmigración proliferan. El acuerdo entre la Unión Europea y Turquía demuestra que el riesgo que supone Siria no está confinado sólo en sus fronteras. En un mundo globalizado, el futuro de Siria es el futuro de Europa.