Crisis política en Italia

La izquierda sueca vuelve al poder pero queda lejos de la mayoría absoluta

Ascenso de los xenófobos, que se convierten en el tercer partido del fragmentado Parlamento. El líder socialdemócrata tiende la mano a ecologistas, liberales y centristas para gobernar

El miembro del Partido Moderado) y ministro de Hacienda sueco, Anders Borg realiza un discurso durante un acto de campaña
El miembro del Partido Moderado) y ministro de Hacienda sueco, Anders Borg realiza un discurso durante un acto de campañalarazon

La izquierda acabó ayer con ocho años de gobiernos conservadores tras imponerse por la mínima en unas reñidas elecciones marcadas por el ascenso del partido ultraderechista Demócratas Suecos (SD), que quedó en tercera posición. Con el 97% de la papeletas escrutadas, la oposición de centro izquierda, encabezada por el Partido Socialdemócrata, se impuso con el 43,7% de los votos a la Alianza de centro derecha del primer ministro, Fredrik Reinfeldt, que sumó el 39,3%, pero queda lejos de la mayoría absoluta en un fragmentado Riksdag (Parlamento). Ahora le tocará al líder socialdemócrata, el ex sindicalista sin experiencia política Stefan Löfven, pactar una coalición con Los Verdes (6,8%) y el Partido de la Izquierda (5,7%). Tarea difícil a la vista de las diferencias que separan a los dos primeros con los ex comunistas en economía, fiscalidad o defensa.

La estrella de Reinfeldt, el político que logró romper la hegemonía socialdemócrata en 2006, se ha apagado. Visiblemente serio, compareció anoche para anunciar su dimisión como primer ministro y líder del Partido Moderado. «Las elecciones han acabado y los suecos han decidido», reconoció. Ni la buena gestión económica (12% de crecimiento del PIB en ocho años) ni las bajadas de impuestos han frenado el desgaste de su Gobierno, al que se achacan el deterioro de los servicios públicos y la creciente desigualdad en el país del igualitarismo.

Ante el horizonte de que ni izquierda ni derecha puedan formar un Gobierno estable, durante la campaña electoral, Reinfeldt prometió que dejaría gobernar al bloque más votado y tendió la mano a todos los partidos para no depender de los votos de los xenófobos. No muestra tantos escrúpulos, sin embargo, un tercio de sus votantes, que aceptarían una alianza con los ultras, como la que durante una década mantuvo en Dinamarca la derecha con el Partido del Pueblo Danés (DF), en el que se inspiran el DS.

Mientras, Löfven celebra una victoria agridulce. Aunque consigue que los socialdemócratas regresen al Gobierno tras una travesía del desierto de ocho años, lo cierto es que el partido apenas mejora seis décimas su debacle de 2010, cuando obtuvo su peor resultado desde la I Guerra Mundial. «Esta noche Suecia ha votado por el cambio. Estoy listo para probar las posibilidades para crear un nuevo Gobierno», declaró en la televisión pública el futuro primer ministro, que invitó a negociar no sólo a ecologistas y ex comunistas, sino al Partido de Centro (6,1%) y al Partido Liberal (5,4%), con los que comparte la prioridad de mejorar la educación después de que el informe Pisa no dejara muy bien parados a los estudiantes suecos. «En el poder han mantenido una fuerte alianza, pero una vez en la oposición su posición será más débil», vaticina el ex ministro de Justicia socialdemócrata Thomas Bodström a «The Local», que recuerda que «estamos acostumbrados a gobiernos minoritarios».

Tras dar la campanada hace cuatro años al entrar por primera vez en el Parlamento, la derecha xenófoba fue la verdadera triunfadora de la noche electoral tras conseguir el 13% de los votos con un discurso que culpa a los inmigrantes de robar los empleos a los suecos, abusar del Estado del Bienestar y ser responsables de la creciente inseguridad. Para su líder, el joven Jimmie Akesson, que desde 2005 se ha encargado de apartar a los elementos neonazis y racistas, el DS sale reforzado en su papel de partido «bisagra», lo que supone una «gran responsabilidad».

El ascenso de la ultraderecha, de la que Suecia había permanecido inmune, amenaza con cambiar para siempre el tradicional mapa político sueco y dificultar la gobernabilidad.