Unión Europea

Las fisuras de la UE impiden grandes pasos en Bratislava

En la primera cumbre sin Reino Unido, los Veintisiete apuestan por reforzar la vigilancia de sus fronteras y la seguridad, y se dan hasta marzo de 2017 para relanzar el proyecto comunitario.

Los líderes de la UE posan durante una foto de familia de la cumbre informal de jefes de Estado y de Gobierno, ayer en Bratislava (Eslovaquia)
Los líderes de la UE posan durante una foto de familia de la cumbre informal de jefes de Estado y de Gobierno, ayer en Bratislava (Eslovaquia)larazon

En la primera cumbre sin Reino Unido, los Veintisiete apuestan por reforzar la vigilancia de sus fronteras y la seguridad, y se dan hasta marzo de 2017 para relanzar el proyecto comunitario.

Los socios europeos, con excepción de Reino Unido, se reunieron ayer en Bratislava (Eslovaquia) con el propósito de desenmarañar una complicada madeja. El propio sentido del proyecto de integración europeo se encuentra amenazado por varios frentes, entre ellos el cansancio de sus propios integrantes y la falta de brújula que guíe en un camino repleto de emboscadas. La senda será larga y ayer los Veintisiete se limitaron a llegar a un mínimo de puntos de vista compartidos con mayor o menor entusiasmo. El fin es, al menos, seguir avanzando aunque sea necesario hacerlo a trompicones, hasta la cumbre que se celebrará en marzo en Roma, en el sesenta aniversario del Tratado homónimo. Se pretende que esta fecha suponga un nuevo comienzo capaz de insuflar esperanza en un momento en el que la Unión Europea aparece más como un problema que como una solución.

Este esquema compartido por todos deja para el futuro los grandes pasos hacia adelante. Los federalistas que apostaban por una mayor integración europea en caso de portazo de Reino Unido al bloque comunitario, parecen estar perdiendo la partida. Las diferencias son tan acusadas que , en estos momentos, tensar la cuerda entraña incluso el peligro de una ruptura definitiva. No habrá pasos hacia una mayor integración económica de la zona euro; un sistema común de asilo parece una quimera tras el fracaso cosechado por los intentos de crear cuotas obligatorias para los refugiados y la única apuesta clara reside en la vigilancia de fronteras como modo de ofrecer a los ciudadanos europeos seguridad ante la amenaza terrorista, así como pasos embrionarios hacía una política de Defensa Común tejida por el eje franco-alemán.

«Los europeos quieren protección. Protección de sus fronteras, de sus intereses económicos y comerciales, de sus valores y cultura», resumió el presidente de la República francesa, François Hollande, haciendo referencia, quizás sin querer, a otra divergencia profunda en el seno comunitario: las negociaciones comerciales con Estado Unidos sobre el Tratado de libre comercio e inversiones (TTIP por sus siglas en inglés). «O nos movemos en la dirección de la desintegración, de la disolución, o trabajamos juntos para inyectar un nuevo impulso y relanzamos el proyecto europeo», reconoció François Hollande.

Si el miércoles el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, definió la crisis que atraviesa la UE como «existencial», poco antes de que comenzara la terapia de grupo con resultados inciertos, la canciller alemana Angela Merkel definió la situación como «crítica». Ante tamaños desafíos, el encuentro de ayer dejó pequeños pasos. «Nadie puede esperar que se puedan solucionar todos los problemas de Europa en una sola cumbre», vaticinó Merkel antes del encuentro con un mensaje cargado de pragmatismo.

Como modo de conjurar las divisiones que acechan por doquier: norte, sur y este y oeste, el tradicional motor franco-alemán (también profundamente fracturado) quiso dar imagen de unidad. Hollande y Merkel comparecieron en una rueda de prensa conjunta. Según la canciller alemana, la atmósfera del encuentro a Veintisiete fue «constructiva» y este espíritu de Bratislava se puede considerar «el espíritu de cooperación». El trabajo será arduo y lo importante es tener en cuenta que «las promesas de prosperidad no han sido cumplidas», aseguró la canciller para recordar que Europa no está liderando la economía basada en el conocimiento que puede ofrecer un futuro mejor a los jóvenes europeos desempleados. Esta dimensión social también fue destacada por Hollande, que volvió a resaltar aquellos temas, como la Defensa y la lucha contra la inmigración ilegal, con los que quiere centrar su campaña electoral de cara a los comicios de mayo en los que la ultraderecha podría llegar a la segunda vuelta.

Ante las peticiones de los países del Este, que solicitan el fin del sistema de cuotas y devolver algunas competencias a las capitales europeas, las palabras de Merkel resultaron sorprendentemente comprensivas con esa «flexibilidad constructiva» defendida por el grupo de Visegrado, que hasta ahora ha boicoteado una y otra vez sus iniciativas para el reparto de refugiados. Si bien reconoció que en el encuentro de ayer no había abordado estas peticiones con la suficiente profundidad. En este sentido se pronunció el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien reconoció que la UE «no es perfecta» pero que no repetirá «errores del pasado» y avanzará para «nunca más permitir la llegada incontrolada de refugiados».

En el aire, también, la gestión del Brexit, el tema que teóricamente impulsó el encuentro de ayer en la capital eslovaca. Quedó manifiesta la división entre aquellas naciones que quieren establecer un dique de contención que evite el contagio a otros países y entre las más pragmáticas que, ante los intereses en juego, apuestan por un divorcio sin grandes traumas que intente no perjudicar a nadie. Entre tantas voces encontradas, Donald Tusk aseguró ayer que Reino Unido estará listo a comienzos de 2017 para activar el artículo 50 de los Tratados de la UE que inicia las negociaciones para salir del bloque.