Fulani

Minas, endogamia y héroes iraquíes: el yihadismo en el norte de Nigeria desde una perspectiva histórica

La relación entre los hausa y los fulani se remonta 500 años y hoy peligra por la proliferación de la violencia en el norte de Nigeria

Palacio del emir de Zaria.
Palacio del emir de Zaria.Alfonso MasoliverLa Razón

Dicen que la historia de los hausa comienza con la leyenda de Bayajidda. Cuentan que este príncipe nacido en Bagdad fue exiliado de su ciudad natal y viajó por la tierra áspera hasta llegar al norte de la actual Nigeria, donde encontró un pueblo aterrorizado porque una serpiente se había instalado en el pozo del que sacaban agua. Bayajidda, luego de acabar con la serpiente de Kusugu en una historia que puede encontrarse en Wikipedia, se casó con la reina Magajiya Daurama que gobernaba en la zona y concibió con ella un hijo: Bawo. Pero también tuvo otro hijo ilegítimo con su concubina: Karbagari. Bawo tuvo luego seis hijos y Karbagari engendró a siete varones, haciendo que el héroe Bayajidda fuera bendecido con trece nietos que años después fundarían las trece ciudades-estado que dieron origen a la nación hausa.

Las seis ciudades-estado fundadas por los hijos de Bawo fueron Daura, Kano, Gobir, Zaria, Katsena y Rano, y son conocidas como hawsa bakwai (auténticos hausa), mientras que los reinos erigidos por los descendientes del bastardo se conocen como banza bakwai (reinos sin valor). La nueva civilización tuvo que desarrollarse en un entorno hostil, primero por la proximidad del Imperio de Mali y después debido al auge del Imperio Shongai, además de que culturas de menor categoría pero arraigadas igualmente en el territorio servían como contrapeso de la influencia territorial que buscaban los hausa. No sería hasta los siglos XVI y XVII que los reinos hausa se asentarían de forma decisiva en la región.

La entrada de los fulani

Paralelo al proceso de consolidación de los hausa, lenta pero constante comenzó la inserción del islam en su núcleo cultural, procedente de los territorios previamente convertidos gracias a la difusión religiosa en las rutas comerciales del Sahel. Aunque la nueva religión no tardó en entrar en conflicto con los ritos paganos de los hausa, en parte debido a la falta de textos y doctos islámicos en la zona; y esto escandalizaba a los viajeros venidos desde territorios adecuadamente islamizados.

Sería en torno al siglo XV cuando las élites musulmanas de las ciudades-estado hausa pidieron ayuda a los fulani (también conocidos como fulbe, fula o peul) procedentes de Mali para que erradicaran las prácticas religiosas y chamánicas que contradecían los preceptos del islam. Los fulani, que ya empezaban a levantar importantes reinos a lo largo y ancho de África Occidental, aparecieron en el norte de Nigeria con el nombre del Misericordioso temblándoles en los labios y goteándoles del filo de la espada, expulsaron a los brujos, levantaron mezquitas, trajeron imames instruidos para que ocupasen las madrazas, se emparentaron con los hausa gracias a sus vínculos religiosos y levantaron nuevos reinos fulani en esta tierra fértil y dispuesta para la ganadería. Durante los siglos siguientes se daría una formidable simbiosis de mutualismo entre los hausa y los fulani a la hora de desarrollar sus aspectos culturales, expandir la fe islámica por la zona y defender sus territorios de la amenaza de terceros reinos que fueron surgiendo.

Existen una serie de conflictos, conocidos como las yihad fulani, que fueron protagonizados por los propios fulani en África Occidental entre los siglos XVIII y XIX y que permitieron extender sus territorios hasta la llegada del colonialismo europeo, pero apenas se menciona que los hausa también participaron en las yihad fulani que tuvieron lugar en el norte de Nigeria. Tal es el caso, por ejemplo, de la yihad de Sokoto, que llegó a extenderse por el norte de la actual Nigeria pero también por Camerún, Níger y Burkina Faso.

Hoy existe una categoría étnica conocida como hausa-fulani, donde un generoso número de habitantes de las principales ciudades del norte de Nigeria se identifican como tal. Es más: si los fulani son conocidos en África por su tradición ganadera e itinerante, la palabra hausa se traduce en su lengua tradicional como “el que sube a la vaca”, expresando así que los hausa también siguen una tradición ganadera, aunque sedentaria, que facilitó todavía más una fusión sociocultural con los fulani.

Este repaso histórico pretende exponer los vínculos de hermandad que se han generado entre ambas comunidades a lo largo de los últimos cinco siglos. Mientras los fulani se han encontrado con una actitud de rechazo al introducirse en territorios pertenecientes a otras etnias, víctimas de su tradición nómada, o directamente hicieron uso de una política de sumisión para acallar sus quejas, cobrando una fama brutal, con los hausa tuvo lugar una compenetración única y poco común en el continente africano. Así fue, al menos, hasta la llegada del colonialismo británico y la consiguiente reestructuración de las dinámicas de poder para beneficio de los nuevos conquistadores. Fue entonces cuando se inició una cadena de circunstancias que desembocarían en la difícil situación que atraviesa hoy la relación entre los hausa y los fulani en el norte de Nigeria.

Dicho de otra manera, los hausa eran el agua carbonatada donde los fulani eran el azúcar; juntos dieron lugar a la Coca Cola. Pero los británicos introdujeron una pastilla de mentos, algo así, nuevas dinámicas de poder que al contactar con la Coca Cola iniciarían una reacción explosiva con el paso de los años. Empezó con la división de los territorios hausa-fulani entre la colonia francesa de Níger y la colonia inglesa de Nigeria. Una división territorial que afectó irremediablemente al marco cultural, debido a la influencia del cristianismo (mientras Francia respetaba en mayor medida las religiones de sus colonias, los británicos procuraron introducir el cristianismo) y por la división lingüística (francés versus inglés) que se produjo. Y si los hausa eran igual de musulmanes que los fulani, en los últimos años se había difundido una práctica islámica entre los hausa que se mostraba más tolerante con terceras religiones y que incluso permitía mezclar los ritos animistas con el islam. Esto llevó a que la comprensión entre hausa y británicos fuera mayor, concediendo a los primeros más puestos en la administración y en el ejército colonial con respecto a los fulani.

Surgió así la semilla de la discordia: las diferencias. Diferencias territoriales, lingüísticas, religiosas, económicas, administrativas, etc., que derrumbaron la igualdad que establecieron los hausa y los fulani durante los siglos anteriores.

Los mineros como amenaza externa

Seiscientos años después de que Bayajidda decapitase a la serpiente, el palacio del emir de Zaria se impone sobre el resto de los edificios de la ciudad como una ebullición de colores. En su interior, en una sala de un clima sofocante y tapizada con una alfombra roja, se sientan y conversan con los pies descalzos quienes esperan a ser recibidos por el emir Ahmed Nuhu Bamalli, fulani de nacimiento, exembajador de Nigeria en Tailandia y Myanmar, alumno de diversos cursos en las universidades de York, Oxford y Harvard. Una prueba irrefutable de la complicidad entre los hausa y los fulani es que los territorios que edificaron los hijos de Bayajidda están ahora gobernados por emires fulani. Y ningún hausa entre los entrevistados sobre el terreno mostraron su descontento por este detalle.

En la sala de espera, que también hace de sala de encuentro para quienes aguardan, parece haberse detenido el tiempo. Los hombres visten túnicas y turbantes tradicionales, conversan, las sandalias se apilan en la puerta, idiomas incomprensibles para un español cruzan el aire como notas de música. El calor de septiembre se escurre por las ventanas y burla los muros de piedra fría. Las conversaciones que se encuentran aquí datan de hace siglos, se mastica la historia nigeriana. Hablan de las cosechas, de comercio y de la amenaza de los bandidos, sobre la religión y las potencias extranjeras. Se encuentran viejos conocidos y aprovechan el tiempo cerrando tratos.

Mohammed, que se define como hausa-fulani, es un docto de la fe islámica y secretario del emir. Atiende las dudas de algunos de los visitantes de categoría intermedia. No todos vienen para ver al emir, no todos son lo suficientemente importantes, pero por la sala también se dejan caer otro tipo de autoridades que resuelvan estas cuestiones menores. Mohammed tiende a una cuestión intermedia, como al periodista que aparece de improviso, alegando que el emir ahora mismo está visitando a unos jefes en Funtua y que no será posible verle hoy, que sería mejor volver mañana. Lleva al periodista a otra sala del palacio (es otra sala con alfombras, aunque en este caso hay una hilera de sillas pegada contra las cuatro paredes) y continúa con la historia de los hausa y de los fulani:

Cuenta que Bayajidda tenía una espada con la que decapitó a la serpiente, que no era otra que el demonio conocido como Sarki, y que esa espada se ha perdido y que quien la consiga podrá gobernar sobre todos los hausa como una suerte de Rey Arturo nigeriano, que eso cuenta la leyenda. Dice que entre los primeros fulani y los hausa se firmó un pacto no escrito en donde los fulani, como nómadas, serían bienvenidos el tiempo que estipularan los hausa, el tiempo que fuera, aunque sean siglos, y que los hausa todavía responden por ese pacto. Repite la historia sobre el sistema de relaciones exogámicas que terminaron por convertirse en un nuevo tipo de endogamia, sí, pero añade que en los últimos años han aparecido nuevos fulani del norte. “Algunos de los jóvenes que llegan de Mali o de Burkina Faso traen mentalidades que no son como las de los primeros fulani”, cuenta, “y también traen armas”.

Las minas ilegales de oro sirven en todo África Occidental como punto de llegada para centenares de ciudadanos de países cercanos, malienses y burkineses pero también cameruneses y nigerinos, y las rutas que utilizan se ven invadidas por toda clase de comercios e ideologías. Mohammed quiere remarcar que “el Gobierno debe asegurar las zonas mineras” y señala que en el sur de Kaduna se ha descubierto litio, antes de dejar caer que la mayoría de los minerales, exceptuando los hidrocarburos, se extraen de manera ilegal.

“¿Quién les compra el oro a esos ignorantes de las minas ilegales? ¿Con quién se relacionan? El yihadismo necesita el contacto directo para captar a números elevados de combatientes, es su única manera de mantenerse, además ellos [los yihadistas] no tienen medios de comunicación importantes. Su mejor manera para reclutar consiste en estar cerca de los extranjeros aislados en las minas y convencer a los nigerianos más excluidos”. Reconoce que desde hace años crece en Nigeria un sentimiento de rechazo hacia los fulani, sobre todo contra los fulani extranjeros, algo que inevitablemente aumenta el número de fulani excluidos sobre las otras etnias. Los vuelve más fáciles de captar para los yihadistas. Y esto hace que aumente el rechazo que los se pueda sentir por ellos.

Conflicto por la tierra

Habla de un círculo vicioso. El cambio climático afecta a la tierra y el equilibrio centenario entre los ganaderos y los agricultores desde los años 1980, cada vez ocurre más rápido, haciendo que algunos fulani, retomando su tradición, hayan optado por buscar tierras más fértiles al sur. Esto ha aumentado igualmente el número de fulani nacidos en otros países que han entrado en Nigeria desde entonces, afectando aún más al desequilibrio. Mohammed es hausa-fulani, por su sangre corre la de los sacrificios a los ancestros, la sangre del buey y de los corderos, y menciona que la culpa no debe recaer en exclusiva sobre los ganaderos fulani: “Cultivar en tierras donde no debería cultivarse también degrada el suelo”. Actualmente existe un grave conflicto con los agricultores provocado por el desplazamiento de los fulani en busca de mejores tierras para el pasto, conflicto que se ha agravado hasta traspasar a nuevos límites de la violencia: los fulani protagonizan también una mayoría de los secuestros que se dan en esta zona del país, y sobre ellos pesa el estigma del bandido.

Y es en este resultado de violencia vil y por dinero que afecta a los hausa por encima del resto de etnias de la zona, como algo ocurrido por una serie de catastróficas desdichas (sequías, rumores, ovejas descarriadas) que se juntaron con la tradición fulani, lo que concluyó en este resultado que tanto entristece a Mohammed. Porque ahora los yihadistas asesinan a cristianos pero también a musulmanes, a los hausa, a los hausa-fulani e incluso a otros fulani, y esto no tiene sentido si miramos atrás.

Los fulani no tuvieron suerte. Mientras sus hermanos supieron ajustarse al modelo que trajeron los europeos, ellos se anclaron en sus emiratos y los sistemas control territorial que les trasladaron sus antepasados en los importantes reinos fulani, excluyéndose a la vez que les excluían hasta que la situación se hizo insostenible.

¿Significa esto que Mohammed reniega de los fulani?

No. Él mismo tiene sangre fulani, sirve a un emir fulani, refuta algunos argumentos de los agricultores y cuenta la leyenda de Bayajidda con el acento orgulloso de lo que significa para él. Es un hausa-fulani que no comprende porque tenían que ser los de su etnia hermana quienes más problemas dan en la zona, problemas que ya han provocado millones de desplazados en el centro de Nigeria y que han colaborado activamente en la proliferación del yihadismo. Juntos crearon imperios y, ahora, ¿qué?