Terremoto en Ecuador

«No pensábamos encontrar a nadie con vida, pero salvamos a tres»

Los equipos de rescate prosiguen su ardua tarea, mientras la OMS alerta del peligro de epidemias

Supervivientes pasan el tiempo entre las ruinas de Manta leyendo un periódico local
Supervivientes pasan el tiempo entre las ruinas de Manta leyendo un periódico locallarazon

Los equipos de rescate prosiguen su ardua tarea, mientras la OMS alerta del peligro de epidemias

Entre las maratonianas labores de rescate que se realizan en las zonas afectadas por el terremoto que el sábado devastó amplias zonas de Manabí y Esmeraldas, en el noroeste de Ecuador, el hallazgo de supervivientes bajo los escombros ilumina la oscura cifra de fallecidos (480 hasta ahora).

A cuentagotas, las noticias del rescate de personas con vida llenan de esperanza a quienes siguen buscando a sus familiares y amigos desaparecidos entre los edificios y casas colapsadas. La tarde del lunes, miembros del Cuerpo de Bomberos de Bogotá y de la Comisión de Tránsito de Ecuador sacaron de un hotel derrumbado en Portoviejo a Pablo Córdova, quien trabajaba allí como administrador, en medio de los aplausos y las arengas de voluntarios y curiosos. Mientras, entre la madrugada y las primeras horas del martes, el rescate de seis personas con vida en Manta, ciudad portuaria de Manabí, alentó a quienes trabajan en la remoción de escombros con equipos y con la ayuda de perros entrenados.

Más de 400 especialistas en búsqueda y rescate de Colombia, Chile, México, Venezuela, Perú, El Salvador y España, y más de 600 bomberos ecuatorianos y expertos de otras dependencias de socorro intentan llegar a otros sitios con dificultades de acceso.

«Tenían síntomas de asfixia y deshidratación. La estructura estaba muy colapsada. La verdad, no pensábamos encontrar personas con vida», comentó un oficial que participó en el rescate de tres personas atrapadas bajo los escombros de un centro comercial en la zona de Tarqui, en Manta. Hombres, mujeres, y una niña figuran entre los supervivientes hallados dentro de las 48 horas posteriores del seísmo, pero aún hay cientos que claman ayuda.

«Señores policías, ayúdenme. Tengo a una señorita, Stephanie Peláez, aún con vida en el edificio Navarrete [en Manta]. Se está conectando vía redes sociales», difunden sus familiares. Se trata de una ciudadana franco-ecuatoriana que se encontraba comprando en una papelería de ese lugar. Su prima, Karla Villacís, expresó a LA RAZÓN su angustia porque no llegan hasta ella los equipos de rescate, además de que solicitó a la Embajada de Francia apoyo.

Llamadas similares hacen otras personas a las organizaciones de rescate, pues afirman escuchar a sus familiares gritar bajo los escombros o saber de ellos a través de su móvil. Junto a las peticiones de auxilio por los desaparecidos, la demanda de más apoyo se intensifica. Con el paso de las horas, no sólo se solicitan víveres, agua y y equipos médicos, sino también el envío de grandes cantidades de formol y de ataúdes para los cuerpos, pues muchos están en la intemperie. La Organización Mundial de la Salud (OMS) teme el brote de enfermedades como el zika y el dengue en esas zonas.

«El mayor problema es la falta de agua. Los supermercados se están quedando sin agua», se lamenta Karla Morales desde Guayaquil. «Nosotros enviamos cantidades enormes, pero duran dos o tres días. Ecuador tiene mucha población emigrante. Por eso estamos pidiendo a la gente que esté en España y en EE UU que done filtros de agua para asegurar el acceso a los afectados», explica esta voluntario ecuatoriana.

Desde que ocurrió el terremoto se han desplazado hasta la región del desastre 26 vuelos con alimentos y material, así como 42 camiones con 10 toneladas de ayuda. Para los próximos días se ha anunciado el envío diario de 12.000 raciones de alimentos, atendiendo a las normas del Programa Mundial de Alimentos con el fin de abastecer a 150.000 personas durante tres días, informó Pedro Solines, secretario nacional de la Administración Pública.

En Muisine, Fernando Mudarra, director de la Fundación Ayuda en Acción, explica que «estamos evaluando daños y necesidades». «Hay gente con miedo, niños en estado de ‘shock’ por lo que han vivido, gente que o bien ha visto su hogar siendo destruido o no puede volver porque tiene demasiados desperfectos y temen un derrumbe», describe telefónicamente a LA RAZÓN. En Pedernales, otro español, Alnardo Sanromano Hoyo, coordinado de Cruz Roja en Ecuador, cuenta que «los comercios quieren permanecer cerrados porque no saben si cuando abran va a haber la seguridad suficiente para poder vender. Los sistemas electrónicos tampoco funcionan, así que no pueden sacar dinero de los bancos». «La gente no pasa hambre, pero está ansiosa, porque los comercios llevan varios días sin abrir». Pese a las dificultades, reconoce que «la primera noche hubo un poco de pillaje, pero desde entonces ha estado todo mucho más controlado».