
Opinión
Petro y su autocracia cleptocrática
Tiene una relación de dependencia con el poder, como en Cuba

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, se encamina al peligroso sendero de la autocracia cleptocrática. Un despeñadero que lo afianzaría en el poder a expensas del empobrecimiento social y cultural de la sociedad colombiana. Rodeado de ministros y asesores que tienen cuentas pendientes con la justicia, el primer mandatario malicia la idea de continuar en Casa Nariño a pesar de que la constitución no se lo permite. En palabras de voceros opositores colombianos que hoy les preocupa y les duele su país, la vía legal no parece ser la opción para lograr su continuidad en la presidencia; esto es, ni consulta popular ni Asamblea Nacional Constituyente que le permitiría renovar todos los poderes del Estado. La impopularidad de Petro roza el 70 por ciento. ¿Qué le queda? El caos. Y en el desorden conseguir los argumentos para suspender o postergar las elecciones de mayo de 2026, burlando la voluntad de los colombianos que seguramente lo castigarían en las urnas. Como ya ocurre en Nicaragua y Cuba, Petro comienza a configurar una nueva relación dependiente con el poder. Hoy trabaja para que la posibilidad de convertirse en oposición quede descartada. Tanto él como el círculo de poder que lo sostiene reconocen que entregar el poder supone poner en riesgo su futuro, no solamente político, si no personal. Salir por la puerta de Casa Nariño haría que la justicia los espere «con los brazos abiertos». Los actores clave de la sociedad colombiana, junto a la comunidad internacional, tienen la responsabilidad de evitar que estos cuatro años de gobiernos se conviertan en una mera transición hacia lo que podría ser un nuevo modelo político lejano a la democracia y más cercano a la autocracia cleptocrática de algunos nostálgicos de la revolución cubana.
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