Elecciones en Brasil

Rousseff afronta las dudas sobre el rumbo económico de Brasil

La incertidumbre se dispara y los mercados reciben con caídas la reelección de Dilma. La presidenta se propone reparar la fractura nacional y ganarse la confianza exterior

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, celebra su victoria en Brasilia
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, celebra su victoria en Brasilialarazon

SAO PAULO- La victoria de la presidenta Dilma Rousseff fue la más ajustada de los 25 años de democracia en Brasil. Tres puntos que representan tres millones de votos de diferencia sobre su rival, el candidato de derechas Aecio Neves. Las urnas enviaron un claro mensaje para la «dama de hierro» brasileña: queremos cambios. Y éstos apuntan al bolsillo de los ciudadanos. La fiesta duró poco. La mandataria sabe que la luna de miel con su electorado se terminó hace tiempo. Ellos la han vuelto a votar, pero a regañadientes. Confían en que la presidenta sabrá enderezar el rumbo de la séptima economía del mundo y aprender de los errores. Todos reclaman reformas. Rousseff ganó pese a que nadie está del todo contento. De ahí el ajustado resultado que evidencia la enorme brecha del país. Los más pobres siguen sin tener acceso a los servicios básicos, mientras que los que consiguieron ascender de estrato social, la denominada nueva clase media baja, denuncian que su sueldo no les permite llegar a fin de mes. Antes no tenían nada, pero ahora quieren vivir mejor. Y por último, la clase media alta y los empresarios, que solicitan a gritos que el Gobierno del Partido de los Trabajadores liberalice la economía.

Al cierre de esta edición, los mercados financieros de Brasil todavía sufrían los temblores del «terremoto Dilma» y caían con fuerza, un 6%. Las acciones de Petrobras se desplomaron un 14% en la Bolsa de Sao Paulo, mientras que el real se depreciaba un 2,71% frente al dólar. Más temprano, la divisa llegó a debilitarse hasta el 4%. La reelección de Rousseff anuló las expectativas que tenían los inversores de un cambio en las políticas económicas del país. No obstante, el mercado podría animarse si la mandataria envía señales de que ajustará sus medidas para impulsar la economía de Brasil, como sugirió en el discurso que pronunció tras ser declarada ganadora en la elección del domingo. Se espera que la mandataria tome nota, e incluso asuma como propias algunas de las recetas incluidas en el programa de su contrincante. Se trata de volver a la senda marcada en su día por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, seguida posteriormente por Lula da Silva. Rousseff debe recordar los consejos recibidos en sus orígenes: adoptar iniciativas sociales pero sin intervenir en la economía.

Todo indica que habrá cambios, la incógnita es en qué grado. «Brasil decepcionó a los inversores cuando reinstaló a la actual mandataria en el sillón presidencial», asegura el fondo de inversiones Schroders en una nota a sus clientes. «Las esperanzas de una reforma que resuelva los problemas económicos estructurales de Brasil se han desvanecido, si no destruido», sostiene. Un mensaje similar al lanzado por Morgan Stanley: «El camino actual no se sostendrá sin un gran ajuste de la composición de la política, pero en el corto plazo, mientras los mercados estén dispuestos a financiar a Brasil, este escenario de estanflación podría mantenerse por algunos trimestres más». La mandataria, una ex guerrillera y economista de 66 años, ha defendido a capa y espada su política económica, que asegura fue capaz de mantener los salarios y limitar el desempleo con resultados históricos, pero muchos estiman que tras el estancamiento de la economía en este año, Brasil perderá puestos de trabajo en 2015. No obstante, Rousseff anunció ya hace algunas semanas que cambiará a su ministro de Hacienda, y existe una gran expectativa por conocer al sucesor. También se esperan medidas para dotar de una mayor independencia a organismos clave como el Banco Central.

El politólogo independiente André César resume la jugada. «La economía no va bien. En el Congreso la presidenta tiene una mayoría volátil y está fragmentado en 28 partidos. Existen graves denuncias de corrupción en la estatal Petrobras y el país está dividido tras una campaña electoral extremamente polarizada. El país sale de estas elecciones dividido de una forma inédita. Ése es un problema que la presidenta tendrá que atender de inmediato», afirma.

Sin duda, el primer desafío será modificar la política económica y cuadrar las cuentas públicas. «La presidenta tiene que intentar recuperar la confianza perdida de los sectores económicos», señala José Francisco Lima Gonçalves, economista jefe del banco de inversiones Fator. Además, la mandataria tendrá que detener la inflación, que sigue en aumento, alcanzando el 6,62% en el mes de octubre. Sin embargo, será complicado que la presidenta pueda detener el alza de los precios sin contener el gasto público. Los programas sociales se han vuelto intocables y, según los analistas, el presupuesto destinado a sanidad, educación y subsidios debería también incrementarse en los próximos años. Por otra parte, habrá que ver cómo afecta a la economía la celebración de los próximos Juegos Olímpicos en 2016. Si miramos atrás, el Mundial fue un éxito en organización, pero mediciones privadas sostienen que hubo pérdidas millonarias. Incluso algunos economistas aseguran que la recesión podría prolongarse.

Aunque el país sigue recibiendo grandes inversiones extranjeras, «la confianza de los empresarios está en su nivel más bajo en cinco años. Los inversores están descontentos: es muy urgente que la presidenta tienda puentes con esos sectores», afirma Richard Lapper, principal analista de Latam Confidential y aliado en temas de investigación del «Financial Times». El gigante suramericano está obligado a mantener el ritmo de mutaciones para transformar el país y consolidar su estatus de potencia emergente y dejar atrás el fantasma de la eterna promesa. Rousseff tiene por delante cuatro años para dejar una huella, segar su legado y garantizar el futuro de su país.