Sudán
Samira, una refugiada sudanesa: "Todo va a peor"
La ciudad de Geneina, de donde ya huyó la familia de Samira hace dieciocho años, se encuentra todavía hoy en una situación crítica
Samira es una casualidad consecutiva. Acompañada de su madre y otras mujeres de su familia, desciende del barco en el puerto de Yeda (Arabia Saudí) y respira aliviada. Responde a unas preguntas y resume su vida en escasos minutos, antes de reunirse con su tío que las espera para recibirlas en el borde del aparcamiento.
Viene de Jartum. De allí la echaron hace tres semanas los disparos, la sangre y el miedo, pero espera que al otro lado del Mar Rojo no lleguen a perseguirle ninguno de los generales que han provocado que huyan del país más de 800.000 personas, lo dice con confianza: “nuestro padre quiso que nos pusiéramos a salvo y me parece que hizo bien”. Hace mención de su tío y le señala diciendo que es el hermano de su padre porque “él [su padre] se quedó, pero no le pasará nada”, y lo dice como si fuera algo seguro. En opinión de esta joven de dieciocho años, su padre ya huyó lo suficiente en 2005, cuando ella seguía en el vientre de su madre y “después de hablarlo con su padre, mi abuelo, decidieron que la mejor opción era irse todos a la capital” desde la ciudad de Geneina, en Darfur Oeste, que es de donde procede originariamente su familia. Son generaciones que se han quebrado cuando Samira pisó el puerto de Yeda. Esfuerzos en permanecer juntos inundados por un mar.
La sudanesa hace hincapié en que es la hija de un desplazado interno y que ella es ahora una refugiada: “Todo va a peor”. Lo dice cansada del viaje de dieciséis horas en barco y de todo en general. Pero allí está su tío esperándola.
Se presupone que Samira sólo es una casualidad consecutiva, también colectiva. Tanto ella como millones de personas rebotan de un lado a otro buscando un saco de arroz, empujadas por las guerras, placadas por fronteras y trámites burocráticos que discuten los de arriba. La violencia racial que expulsó a la familia de Samira de la ciudad de Geneina sigue hoy implacable, como se verá más adelante, sólo que se encuentra sumergida en otra violencia más llamativa. La tercera guerra civil de Sudán. Las cámaras dirigen el foco a Jartum, la capital, de donde viene Samira, pero omiten decir lo que ocurre en el sitio de donde vino antes.
Geneina, sólo noticias de muerte
Y vino de Darfur, y la situación en la ciudad darfurí de Geneina es hoy tan preocupante que asusta. Geneina lleva sin cobertura ni apenas radio desde el viernes pasado y varios vecinos avisaron antes de fuertes combates a los medios de comunicación, que se traducen en gritos perdidos más allá del horizonte, noticias de muerte contradictorias: algunas organizaciones, como la ONG Sudanese Women of Change, hablan de más de 2.000 víctimas en un mes; otras dicen de 200 asesinatos en pocos días. El lento goteo de noticias que escapan de la ciudad hablan de familias enteras asesinadas en sus hogares y sobre un clima de terror sin precedentes en la ciudad. Samira respondió a una última pregunta confirmando que le queda algo de familia en Geneina pero que hace días que no sabe nada de ellos. Está preocupada pero tiene sus propios problemas. El tío la llama, nervioso. Se va.
Informes sobre el terreno hablan de que las milicias árabes han atacado a la comunidad massalit primero, y que estos están defendiéndose como pueden, que la situación se ha descontrolado. Personas como Samira caminan en dirección contraria. ¿Mirando atrás?
Hoy, ahora. Mientras lees o mientras escribo. Es posible que en este tiempo que hemos perdido hayan matado de un tiro a un massalit, que es la etnia mayoritaria de Geneina y, casualmente, la misma que Samira. Imagínate que en una de estas hubieran matado a Samira de la forma más horrible. Hoy y ahora.
Pum. Muerta. Sin acceso a la ciudad y con los testimonios de quienes huyeron, los pronósticos para Geneina son de nubes de muerte. Esta palabra infeliz e inagotable que persigue a muchos en Darfur desde hace veinte años, desde antes de que naciera nuestra casual protagonista. Los choques entre etnias negras como los massalit, entre otros, y los milicianos árabes, son conocidos en la zona y por cualquiera que pose su vista en la situación de Sudán previa a la guerra civil actual. Tanto, que los presentes acontecimientos recuerdan además a la matanza ocurrida en el campamento de desplazados internos de Darfur Occidental en enero de 2021. Los árabes asesinaron entonces sistemáticamente a 129 desplazados de la etnia que insisten en que les atañe por unas cuestiones de tierras y por su color de piel. En aquellas fechas también atacaron Geneina y se llevaron la vida de 48 inocentes.
Las RSF no han tardado en reaccionar y piden a las milicias desde su cuenta de Twitter que depongan las armas y que haya paz, pero no les hacen demasiado caso. Tampoco parece probable que les vaya a llegar el mensaje si los de dentro no tienen cobertura. Por otro lado, algunos testigos sobre el terreno aseguran que sujetos vestidos con el uniforme de los paramilitares están participando en algunas de las ejecuciones junto con milicianos janjaweed. En cualquier caso, y mientras esperamos a la siguiente noticia, parece que tanto el ejército regular como las RSF están demasiado ocupados en su guerra y no encuentran tiempo (ni interés) para poner orden en los acontecimientos que afectan a esta ciudad próxima a la frontera con Chad. Entonces preocupa y asusta, las dos cosas, hay consenso. Sólo se puede esperar que este horror acabe cuanto antes y Samira deje de correr.
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