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Tribuna

Siria, clave de bóveda de Oriente Medio

Un país pacificado e integrado en la lógica de cooperación regional se convertiría en un puente natural entre las riberas mediterráneas. Si se abandona a su suerte, volverá a ser un foco de inseguridad

El presidente de Siria se reunirá este mes con Donald Trump en la Casa Blanca EUROPAPRESS

«No hay paz posible sin Siria, ni guerra duradera sin ella». Esta frase, atribuida al antiguo diplomático británico Patrick Seale, conserva, medio siglo después, una resonancia sobrecogedora. Desde la caída del régimen de Bashar al-Asad en diciembre de 2024, Oriente Medio ha entrado en una fase de recomposición en la que Damasco vuelve a ser uno de los epicentros de la estabilidad regional.

Siria ya no es una dictadura arrasada y calcinada por la guerra: se ha convertido de nuevo en la piedra angular de la estabilidad levantina. En las cancillerías, ya se murmura sin ambages: todo nuevo orden en Oriente Medio deberá pasar, de una u otra forma, por Siria. Y la rehabilitación fulgurante de Ahmed al-Sharaa, símbolo de la paradoja de un terrorista reconvertido en estadista, no sin antes haber renunciado a su ideología y la violencia que fueron el centro de su estrategia. Esto ilustra a la perfección la lógica de la más pura realpolitik.

Cortar el cordón umbilical iraní

Durante dos décadas, Teherán ha hecho de Siria su profundidad estratégica hacia el Mediterráneo: envío de armas a Hizbulá, financiación de Hamás, corredores logísticos hacia la frontera israelí. Sin el régimen de Bashar Al-Assad, el «arco chií» dominado por Irán ya no es viable.

Estabilizar Siria significa, por tanto, secar las arterias del poder iraní en el Próximo Oriente. Para Riad, como para Abu Dabi, el objetivo es claro: contener el expansionismo de los Pasdarán y evitar que el vacío sirio sirva a Irán de base avanzada contra Israel o Jordania. Es la primera clave de una arquitectura regional renovada y esencial para su estabilidad.

Siria: una encrucijada fronteriza explosiva

Siria colinda con seis fronteras estratégicas: Irak, foco de milicias proiraníes; Jordania, guardiana del flanco sur; Israel, cuya seguridad aérea depende de la estabilidad del Golán; Turquía, miembro de la OTAN; sin olvidar, por vía marítima, a Chipre y Grecia, ambos pilares de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica.

Damasco se encuentra, pues, en la intersección de los equilibrios que vinculan al mundo árabe con Europa. Una Siria pacificada, integrada en la lógica de cooperación regional, se convertiría en un puente natural entre las riberas mediterráneas; una Siria abandonada a su suerte volvería a ser la fuente esencial de la inseguridad euro mediterránea.

La matriz del terrorismo yihadista

El territorio sirio ha servido de matriz a todas las formas contemporáneas de yihadismo: Al-Qaeda a través del Frente al-Nusra (convertido en Hayat Tahrir al-Sham), Daesh y su efímero califato, pero también un Hezbolá sirio embrionario y las milicias chiitas de Irak que operan bajo mando iraní.

Erradicar esta constelación cambiante exige más que una guerra militar: requiere una normalización política. En los círculos de seguridad occidentales se reconoce ahora que «una Siria reintegrada en el concierto de las naciones es preferible a un campo de ruinas explotado por todos los extremismos». Este es el cálculo frío, pero racional, que subyace en el reingreso de Damasco en el concierto de naciones.

Drogas y armas: el veneno es el combustible de la guerra

La guerra siria ha engendrado un monstruo económico: el comercio de Captagon, anfetamina sintética convertida en el principal recurso de organizaciones terroristas y el anterior régimen sirio claramente un estado fallido. Este tráfico, valorado en varios miles de millones de dólares, ha inundado los mercados del Golfo y de Europa, financiando al terrorismo, las milicias terroristas y sus redes.

Las operaciones conjuntas jordano-saudíes de 2024-2025 han permitido desmantelar varios convoyes aéreos y terrestres. En abril de 2023 el ministro del Interior saudí Abdelaziz bin Saud bin Nayef declaró: «No podemos tolerar que Siria siga siendo un narcoestado».

Rehabilitar un poder central, aunque sea imperfecto, significa por tanto restablecer un mínimo de orden económico y aduanero. Una Siria estabilizada deberá convertirse en un baluarte contra el crimen transnacional.

Migraciones y tráfico de personas: la herida abierta del Mediterráneo

Siria sigue siendo la mayor reserva de refugiados del mundo árabe. Millones de sirios, desplazados por la guerra, alimentan aún las rutas clandestinas hacia Turquía, Grecia, Chipre o Italia. Europa, ya fragilizada por sus crisis internas, no puede permitirse un nuevo éxodo proveniente de Oriente Próximo.

La estabilización efectiva del país es la única forma de secar la fuente migratoria. Como recordaba un diplomático europeo: «Las fronteras exteriores de la Unión empiezan en Damasco, no en Atenas».

La alargada sombra de Rusia

Rusia había hecho de Siria la joya de su proyección mediterránea: la base aérea de Jmeimim y el puerto de Tartus aseguraban a Moscú un acceso permanente a aguas cálidas y relativamente libres de vigilancia a diferencia de la salida de su flota del Mar Negro a través del Estrecho del Bósforo y después Dardanelos ambos controlados por Turquía, miembro de la OTAN.

Esta erosión de la presencia rusa devuelve a las potencias regionales (Turquía, Israel, Estados árabes) un margen de maniobra: se dibuja un nuevo equilibrio en el que Siria podría volver a ser un actor regional, no simple títere de Moscú, ni vasallo de Teherán.

La huella china, discreta pero tenaz

Pekín mueve sus peones con la paciencia de un jugador de Go. A través de las Nuevas Rutas de la Seda, China invierte en las infraestructuras portuarias sirias, las telecomunicaciones y la reconstrucción.

La ciudad portuaria de Latakia podría convertirse, según fuentes diplomáticas, en una terminal logística sino-mediterránea. Para Occidente, esto significa que una Siria estabilizada puede bascular hacia la esfera de influencia china si no es reintegrada por sus vecinos árabes y europeos.

Es otra razón para no dejar a Damasco abandonada a su suerte: la estabilidad siria es también una cuestión de geoeconomía global.

El arsenal sirio y el equilibrio militar

Los arsenales sirios rebosan de armas rusas: misiles tierra-aire S-300, S-400, drones tácticos, blindados y piezas de artillería pesada. Este stock colosal, ahora huérfano de un mando centralizado, representa un peligro potencial: podría nutrir mercados paralelos o caer en manos de facciones armadas o incluso peor, en manos de grupos terroristas, Daesh, Al Qaeda o Hizbulá.

De ahí la urgencia, para las potencias árabes y occidentales, de organizar un desarme controlado. La neutralización progresiva de estos arsenales es una condición sine qua non para evitar la proliferación y asegurar la estabilidad en la región.

El Mediterráneo oriental, nuevo teatro de todas las codicias

Frente a las costas de Latakia, se cruzan los intereses gasísticos de Israel, Egipto, Chipre y Grecia. El Mediterráneo oriental concentra hoy casi tantas tensiones energéticas como el Golfo Pérsico.

Siria, por su fachada marítima, se convierte en un actor ineludible: todo gasoducto, toda ruta comercial, todo dispositivo naval pasa cerca de su litoral.

La rehabilitación de Ahmed al-Sharaa: el triunfo del pragmatismo

La caída de Asad dejó un vacío que ningún actor internacional estaba preparado para llenar. En medio del caos, un hombre ha sabido imponer una administración funcional: Ahmed al-Sharaa, más conocido por su nombre de guerra Abu Mohamed al-Yolani, jefe de Hayat Tahrir al-Shams (HTS), ha sabido reposicionarse como garante de un orden mínimo en el noroeste de Siria.

a) De señor de la guerra a interlocutor político

Al-Sharaa ha emprendido una hábil mutación: Siendo un jefe del HTS era ya la punta de lanza en la lucha contra el DAESH, hoy los es mucho más. Además del aspecto operativo antiterrorista, el cambio de un discurso más nacional que islamista. Las cancillerías han visto en él a un interlocutor pragmático, capaz de imponer la seguridad allí donde otros habían fracasado.

b) La mano tendida de Riad y Abu Dabi

El papel de Arabia Saudí y de los Emiratos Árabes Unidos ha sido decisivo. Desde 2023, Riad ha emprendido un lento proceso de normalización con Damasco, que culminó en la Cumbre de Yeda de 2025, donde Siria fue readmitida en el seno de la Liga Árabe.

Pero esta reintegración no fue gratuita: estuvo condicionada a un compromiso claro de la nueva autoridad siria contra las milicias iraníes y los tráficos de drogas, armas y seres humanos.

Abu Dabi, por su parte, ha movilizado su diplomacia de influencia y sus fondos soberanos para abrir canales humanitarios y económicos hacia el norte de Siria, situando a Ahmed al-Sharaa como garante local de la estabilidad.

Como confiaba un diplomático del Golfo: «El objetivo no es absolver el pasado, sino evitar que el futuro sea peor».

c) Siria reintegrada en la comunidad internacional

Gracias a esta mediación árabe, Damasco recupera progresivamente el lugar que le corresponde. Las misiones diplomáticas reabren, los bancos del Golfo abren circuitos de financiación supervisados y las agencias humanitarias de la ONU vuelven al país.

Los Emiratos y Arabia Saudí ven en esta rehabilitación una victoria del pragmatismo árabe sobre el sectarismo iraní y las medias tintas occidentales. Para ellos, reintegrar a Siria es reconquistar la centralidad del mundo árabe.

La apuesta por un nuevo orden

El retorno de Siria a la diplomacia regional y el ascenso de al-Sharaa no deben leerse como una aprobación moral, sino como una apuesta estratégica. Entre el caos y la estabilidad relativa, la comunidad internacional ha elegido la segunda opción.

Como escribía el gran intelectual y filósofo francés Raymond Aron: «En política internacional, la moral deja de ser virtud cuando se convierte en debilidad».

Al devolver a Damasco un papel estructurador —bajo vigilancia árabe, occidental y de la ONU— se refuerza el dique contra el terrorismo, los tráficos y el expansionismo iraní. Es un realismo asumido, quizá inquietante, pero necesario.

Conclusión: la clave de la paz y estabilidad regional

Sobre el mapa de Oriente Medio, Siria ya no es una oscura y siniestra mancha.

Siria es hoy un muro de contención contra Irán, contra el caos, contra los tráficos ilícitos. Pero también la llave de una paz duradera entre el Levante, el Golfo y el Mediterráneo.

Los diplomáticos saben que la historia nunca se repite; pero Siria, por su parte, recuerda que sin ella ningún equilibrio es posible en Oriente Medio. El país de las ruinas milenarias vuelve a ser la clave de bóveda de un nuevo orden regional.