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Whatsapp y la guerra de intoxicación de Bolsonaro en las redes sociales

Una mujer protesta contra las mentiras del ultra en internet / Foto: Ap
Una mujer protesta contra las mentiras del ultra en internet / Foto: Aplarazon

El ataque con cuchillo que sufrió el candidato Jair Bolsonaro no fue más que un montaje para ganar votos. Y Dilma Rousseff, la ex presidenta de izquierda, fue una alumna comunista en la Cuba de Fidel Castro

El ataque con cuchillo que sufrió el candidato Jair Bolsonaro no fue más que un montaje para ganar votos. Y Dilma Rousseff, la ex presidenta de izquierda, fue una alumna comunista en la Cuba de Fidel Castro. Son solo dos bulos lanzados a través de las redes sociales por los seguidores de los dos candidatos a las elecciones presidenciales de Brasil. Lejos de ser un hecho marginal, la intoxicación con noticias distorsionadas y falsas ha derivado en una guerra sucia que ha polarizado la campaña, y que pone en cuestión la influencia de la televisión como tradicional generador de opinión. En la estrategia de las redes sociales Bolsonaro, el candidato ultraderechista del Partido Social Liberal (PSL), ha sido el que más rendimiento parece haber obtenido. Su campaña cuenta con más de 14 millones de seguidores en Facebook, Twitter e Instagram, por tan solo 2,8 millones en el caso de su rival Fernando Haddad. Bolsonaro no ha participado en los debates televisivos de la primera vuelta, convaleciente tras recibir una cuchillada de un enajenado mental. Y ahora, algo más recuperado, se niega a un cara a cara con Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT). Tampoco concede entrevistas. Tanto él como sus tres hijos metidos en política no han parado de demonizar a los periódicos, por los que se sienten perseguidos y marginados. Su estrategia no le ha ido nada mal. Las encuestas le dan hasta el 59% en las elecciones del domingo. Desde Facebook lanza provocativos mensajes a su audiencia, siguiendo una estrategia parecida a la de Donald Trump. Bolsonaro llegó a poner en las redes vídeos sobre el plan de educación sexual en la época en que Haddad era ministro de Educación criticando que el material didáctico distribuido entonces era «una puerta abierta a la pedofilia». Aunque Bolsonaro domina el campo de Facebook, durante la campaña de la primera vuelta el grupo de esta red denominado «Mujeres unidas contra Bolsonaro» logró un amplio apoyo internacional bajo el hashtag «Él no». Sin embargo, la aplicación que está siendo determinante es Whatsapp, que cuenta con 120 millones de usuarios en Brasil. El 66% de los votantes dicen leer información política a través de esta vía, según el Instituto Datafolha.

Fabrício Benevenuto, profesor de Informática en la Universidad Federal de Minas, explica que la estrategia consiste en fabricar contenidos maliciosos que después serán difundidos por activistas locales que comparten con muchos grupos, públicos y privados, en los que siempre hay personas crédulas dispuestas a creer lo primero que leen. El volumen de bulos es tan alto en Brasil que Facebook puso en marcha durante la primera vuelta un centro de control de «fake news». En Brasil, al firmar con la compañía de móviles, los terminales incluyen por contrato Whatsapp y Facebook, pero no acceso a otras páginas. «Así que mucha gente no puede contrastar los datos, pero sí recibe muchos bulos a través de esas dos aplicaciones», asegura Benevenuto. Su colega Pablo Ortellado, profesor de Políticas Públicas en la Universidad de São Paulo, afirma que se puede trazar un perfil de la gente que comparte bulos, a saber, personas de más de 40 años de clase media y educación superior. El problema sería que muchos electores se ven «como soldados en una guerra informativa». La temperatura ha subido a tal extremo que Haddad ha dicho que se siente víctima de una campaña después de que se revelara que empresarios han financiado con contratos millonarios la divulgación de noticias falsas.