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Escritor y disidente

De su paso adolescente por una secta a su condición de objetor bajo el franquismo, Vidal narra una existencia marcada por la vocación

Vidal se refiere en su autobiografía a la necesidad de perdonar para vivir mejor
Vidal se refiere en su autobiografía a la necesidad de perdonar para vivir mejorlarazon

De su paso adolescente por una secta a su condición de objetor bajo el franquismo, Vidal narra una existencia marcada por la vocación

Sin embargo, con el correr de los años sí puedo afirmar que he aprendido algunas cosas que considero de valor universal y que deseo compartir en estas últimas páginas. La primera es que esta vida –diga lo que diga la publicidad y prometan lo que prometan los políticos– es muy dura. Aunque nos veamos libres de pasar por grandes catástrofes como las guerras, las revoluciones o los terremotos, todos acabamos contemplando la enfermedad, la muerte y la infelicidad. Yo he visto cómo uno de mis compañeros de la infancia se suicidaba –una realidad que su familia persiste en ocultar tras décadas – y otro perdía a un hijo pequeño y a continuación era abandonado por su esposa justo antes de que estallara la crisis; he contemplado cómo seres queridos se deterioraban mentalmente hasta el punto de no reconocer a nadie; he vivido lo que es, de la noche a la mañana, que alguien muy cercano a ti caiga presa de una enfermedad desconocida y, en apariencia, sin tratamiento; he pasado por un divorcio y por separaciones afectivas aún más dolorosas y, por supuesto, la mesa de operaciones y el quirófano se han cruzado en mi existencia más de una vez.

También conozco lo que es recibir una llamada de madrugada que te informa de que, al otro lado del Atlántico, tu única hija acaba de ser hospitalizada atropellada por un automóvil. Con todo, me consta que soy afortunado porque, salvo bajo la dictadura sandinista, nunca he pasado hambre y salvo bajo la dictadura de Franco nunca he conocido la escasez.

Por añadidura, y hasta donde yo sé, salvo las dos experiencias ante el pelotón de fusilamiento y un accidente de automóvil que pudo ser mortal, mi vida nunca ha atravesado por gran peligro. Con todo, si a la enfermedad y a la muerte añadimos los desengaños, las traiciones, las ingratitudes, las decepciones, las desilusiones y un largo etcétera, tenemos que concluir que esta existencia es muy dura aun sin guerras, revoluciones, hambrunas o desastres naturales. Asumámoslo y no caigamos en un autoengaño que sólo crea más frustración.

La segunda conclusión es que el ser humano, por su propia naturaleza, tiende al mal. Sé que resulta mucho más consolador asumir los presupuestos rousseaunianos de la bondad natural, pero presentan un problema grave: son falsos de arriba abajo. Para creer en la caída de la especie humana y en la huella del pecado original, no se necesita, bien mirado, leer la Biblia. Basta con mirar alrededor. Es verdad que no son pocas las muestras de afecto, de bondad o de desinterés que se pueden hallar a lo largo de la vida, pero, de manera indubitable, el ser humano tiende al mal. (...)

Seamos conscientes, en tercer lugar, de que no hemos venido para quedarnos. Cuesta trabajo asimilarlo y la prueba está en que la gente es reticente no sólo a aceptar la idea de la muerte –la única circunstancia que tenemos un cien por cien de posibilidades de pasar todos los seres humanos– sino incluso la del envejecimiento que suele ser el paso previo. Pero, guste o no aceptarlo – personalmente, a mí no me de-sagrada lo más mínimo–, no hemos venido para quedarnos. (...)

En cuarto lugar, precisamente por lo innegablemente efímero de nuestra vida, vivámosla construyendo para el futuro. Todo pasa, como supo señalar siglos antes del filósofo griego el autor del libro bíblico del Eclesiastés. Si somos conscientes de que también nosotros pasaremos y de que el presente no perdura, podemos centrarnos siempre en la generación que vendrá después de nosotros. No he podido aceptar nunca la conducta de esos padres –o de esos políticos– que piensan sólo en el presente y que no están ansiosos por pasar cuanto antes el testigo a sus hijos. (...)

Recordemos, en quinto lugar, que, a pesar de todo, de la naturaleza caída del ser humano tanto en su calidad de individuo como de género, de la maldad nada difícil de contemplar, ocasionalmente en este mundo nos es dado el contemplar retazos de una justicia universal y cósmica. Es verdad que los tiranos tardan en caer mucho más de lo que desearíamos; es cierto que cuando lo hacen ya han dañado, no pocas veces de forma irreparable, innumerables existencias, pero, al fin y a la postre, el mal, la violencia o la injusticia acaban siendo derrotados. (...)

Tengamos presente, en sexto lugar, que todos y cada uno de nosotros daremos cuenta a Dios de todos y cada uno de nuestros actos. Sé que esta afirmación resultará chocante a los no creyentes, pero no sería sincero ni amaría la Verdad si la ocultara. No abrigo la menor duda de que todos y cada uno de nosotros compareceremos ante el Sumo Hacedor para dar cuenta de lo que ha sido nuestro paso por esta existencia. A diferencia de los tribunales humanos o de los programas del corazón, la mera elocuencia o la simple astucia no servirán absolutamente de nada ante Aquel que lee los corazones. Reflexionemos sobre ello y adaptemos nuestra vida en consecuencia. En séptimo lugar, ejerzamos el perdón. Son muy pocas las conductas que separan al ser humano de otras criaturas que, junto a él, pueblan este diminuto planeta. Una de ellas son los besos; otra, la fe en Dios – si es que los delfines no se reúnen a la puesta del sol para adorar a Su creador – y otra es el perdón. (...)

Finalmente, en octavo y último lugar, preparémonos para salir de este mundo. No nos espera el vacío sino otra realidad y más vale que estemos dispuestos a entrar en ella. En otros libros como «Por qué soy cristiano» o «La libertad tiene un precio» e incluso en algunas páginas de éste he dejado constancia de que yo hace décadas que me siento preparado para dar ese paso que sólo acontecerá, por encima de los deseos del hombre, cuando Dios quiera. (...) Sé con absoluta certeza que cuando haya de cruzar el umbral de la muerte lo haré con tranquilidad, con sosiego e incluso con alegría porque no serán mis méritos los que tendré que presentar ante el Juez eterno sino los del Mesías que, ya hace tiempo, me fueron conferidos a través de la fe.

Ficha

Título: «No vine para quedarme. Memorias de un disidente».

Autor: César Vidal.

Fecha: 7 de noviembre

Edita: Plaza & Janés.

Sinopsis: Su infancia en Vallecas, sus comienzos como abogado, su pasión por la historia, su vocación periodística y literaria, sus crisis de fe, su abandono de la izquierda. Uno de los periodistas más polémicos cuenta su vida.