Casas reales

Aquellos años de infidelidad que Paola perdonó a Alberto II

La muerte sin hijos del rey Balduino propició su ascenso al trono en 1993 y la oportunidad de tener una reina con orígenes de Bélgica.

Todo parecía un cuento de hadas en el castillo de Belvedere donde vivían, y llegaron tres hijos –Felipe, Astrid y Lorenzo–, pero luego surgieron los problemas
Todo parecía un cuento de hadas en el castillo de Belvedere donde vivían, y llegaron tres hijos –Felipe, Astrid y Lorenzo–, pero luego surgieron los problemaslarazon

La muerte sin hijos del rey Balduino propició su ascenso al trono en 1993 y la oportunidad de tener una reina con orígenes de Bélgica.

Cuando el entonces príncipe de Lieja, Alberto de Bélgica, anunció su compromiso con la italiana Paola Ruffo di Calabria el país se entusiasmó con la etérea belleza de la novia, a la que conoció en la embajada belga en Roma durante las ceremonias de entronización del hoy San Juan XXIII. El día que Alberto decidió declararse, temía recibir una bofetada por respuesta, así que alquiló un pequeño Alfa Romeo azul y la invitó a conducirlo. Entonces, le dijo que la quería pero ella quiso ir más despacio en el noviazgo. Finalmente, se dieron el sí en los jardines de Villa Borghese. Paola era hija de Fulco, príncipe Ruffo di Calabria, príncipe de Scilla y de Palazzolo, duque de San Martino y de Guardia Lombarda, conde de Sinopoli y de Nicotera, marqués de Licodia, barón de Calana y Crispano, aviador héroe de la Primera Guerra Mundial, y de Luisa Gazelli, de los condes de Rossana y de Sebastiano. Pertenecía por tanto a una antiquísima y noble familia italiana aunque su abuela paterna, Laure Mosselman du Chenoy, era belga, nieta de un ministro de Finanzas de Leopoldo I, primer rey de los belgas, e hija de un senador de aquel país. Alberto y Paola se casaron el 2 de julio de 1959 cuando aún el rey Balduino no había contraído matrimonio con la española Fabiola de Mora y Aragón, cosa que sucedió en diciembre de 1960. Todo parecía un cuento de hadas en la vida de aquella pareja tan espléndida y en el castillo de Belvedere donde vivían, y llegaron tres hijos –Felipe, Astrid y Lorenzo–, pero también surgieron los problemas.

Al límite de la separación

Dicen que no hay matrimonio en el que, en algún momento, no existan desavenencias. Así sucedió con Alberto y Paola, hasta el punto de haber rozado la separación. Alberto tuvo durante largos años una relación extraconyugal con la baronesa Sybille de Sélys Longchamps. En 1968 Sybille fue madre de Delphine Boël, legalmente hija de Jacques Boël, escudero de Alberto II, aunque no era su padre biológico como demostraron las pruebas de ADN a las que Jacques se sometió. A partir de 2013 Delphine reclamó judicialmente la condición de hija de Alberto, cosa que él jamás ha admitido, cortando toda comunicación con ella desde 2001. En 1984 Paola se reconcilió con su esposo, aunque se retrajo en sus apariciones públicas dedicando su vida casi exclusivamente a actividades humanitarias y culturales. Así, preside o apoya, entre otras actividades, la Obra Real de las Cunas Reina Paola, la Asociación Mundial de Amigos de la Infancia, la Fundación Reina Paola, el Centro para Niños Desaparecidos y Sexualmente Explotados, los Jardines Abiertos de Bélgica y el Círculo Vivaldi de Bélgica, o se ocupa de los maestros y las escuelas para niños, de los ciegos, de luchar contra el racismo y la xenofobia y de atender a personas con dificultades. Todo ello desde su despacho en el Palacio Real de Bruselas. Cuando Paola cumplió setenta años declaró que, en efecto, ella y su marido habían tenido sus problemas, pero que se dieron cuenta de que estaban hechos el uno para el otro y de que eran muy felices. Se convirtieron en reyes de los belgas en 1993 a raíz de la muerte sin hijos de Balduino. Paola fue así la primera reina de los belgas con orígenes en ese país. Tras veinte años de reinado Alberto II abdicó en su hijo y actual rey, Felipe.