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Carmen Lomana: «Si mis vestidos fueran cuadros sería la nueva Thyssen»

Carmen Lomana: «Si mis vestidos fueran cuadros sería la nueva Thyssen»
Carmen Lomana: «Si mis vestidos fueran cuadros sería la nueva Thyssen»larazon

La «socialité» acuñó la frase «no tengo armarios, tengo habitaciones», y desde entonces toda España quiso descubrir la inmensa colección de vestidos que atesora la empresaria. Ahora, el Museo del Traje ha conseguido, no sólo entrar en esos cuartos, sino mostrar su contenido.

Para algunos el hecho de vestirse solo es una rutina diaria que no va más allá de desechar una camisa usada y buscar en el armario una nueva. Para Carmen Lomana, no. Para ella la ropa dice mucho de cada uno, nos viste y nos desviste al mismo tiempo. Si lo que atesora en sus habitaciones en lugar de diseños de Dior o Chanel fueran cuadros, otro gallo el cantaría, pero ella (que también colecciona arte) prefiere dejarse seducir por la belleza de un diseño de John Galliano para Dior: «La moda no es un arte menor, un vestido de Galliano lo pones en un maniquí en tu salón y es tan magnífico como un Miró». Lomana sí que es arte.

– Si sus vestidos fueran cuadros, ¿sería la nueva Thyssen?

–¡Claro! Yo sería la nueva Thyssen, pero nunca he tenido intención de hacer una colección de vestidos. He ido comprando las prendas que me parecían interesantes. Espero que con la exposición la gente entienda que esto es una especie de mecenazgo, como si adquiriera cuadros. La moda, además, tiene el plus de que da trabajo a oficios que se perderían, como las patronistas, las bordadoras... En España siempre se le ha dado poca importancia por asociarlo con la frivolidad, pero sociológicamente es importante y, además, un negocio enorme.

– ¿Vamos a ver Alta Costura?

–Algo, pero tampoco se trataba de mostrar Alta Costura, es muy «old fashion». Cualquier mujer moderna puede comprar una pieza por el gusto de tenerla, pero las pruebas de un modelo a medida son muy pesadas.Lo interesante es que vamos a ver una muestra significativa de diseñadores españoles, franceses, italianos, americanos, ingleses...

–¿Alguno le parece más especial?

–A todos les tengo cariño, no soy una compradora compulsiva. Quizá el más especial es una reedición de uno que hizo Valentino para la princesa Pignatelli. Cuando dejó la profesión confesó que ése era su vestido favorito: es simple, pero queda maravilloso. Siempre que me lo he puesto, que no han sido muchas veces, me he sentido especial.

–¿Cuántas veces se puede llegar a poner uno?

–No mucho. Dejo vestidos en «stand by» unos seis o siete años, y a veces me compro algo y no me lo pongo en dos. Normalmente, solo estreno de inmediato lo de Zara.

–¿Qué piensa de Inditex?

–Nadie ha hecho más por la moda que Inditex. Ha conseguido que la gente aprenda de diseño, que tenga acceso a las tendencias... Copian lo mejor de cada firma y consiguen que sus clientes vistan con las últimas propuestas. Cuando quieras saber qué se va a llevar, vete a Zara a principios de temporada.

–¿Y de las críticas a Amancio Ortega por sus donaciones a la Sanidad Pública?

–El peor defecto que tiene España es la envidia. No le deja a la gente disfrutar de la vida. Lo que ha hecho Amancio Ortega es para quitarse el sombrero: un hombre que no tenía nada y ha conseguido levantar un emporio y tiene esa generosidad... ¡Me parece el colmo! Si a mí me critican por donar vestidos al museo, que sepan que lo hago porque quiero y a los criticones también les podría donar alguno, seguro que les encantan.

–Usted se metió a política por Vox, ¿se veía en el Senado?

–Si hubiera querido ser senadora no me habría presentado por Madrid, sino por una circunscripción más pequeña. Fui en sus listas para darles visibilidad. Nunca he sido de ningún partido ni lo seré. Yo voto a quien considero que conviene en ese momento a mi nación. Ahora me ilusiona Ciudadanos. También me han dicho que soy de Podemos. Soy de la gente que realmente quiere dar unos años de su vida en servicio de su país. En España somos muy coherentes en una cosa: a la hora de «trincar» todos somos iguales, da igual de dónde seamos, catalanes, andaluces, valencianos... Además, yo junto las palabras España y patria: «Mi patria, España». Si algo le debemos a Puigdemont es que haya conseguido que nos sintamos orgullosos de ella y de nuestra bandera. Este país no es un asco, lo son algunos de los que lo dirigen.

–¿Va a invitar a su amigo Monedero a la inauguración?

–No, lo haría encantada, pero es que en esta sociedad tan ñoña en la que vivimos tuve muchos problemas después de que fuera a mi casa. Lo hice como un regalo a mis amigos, era un partido nuevo, me parecía interesante que pudieran hablar con él... y por ello perdí contratos y me han criticado hasta el infinito. No le invito a la inauguración porque la noticia sería esa, pero seguimos siendo amigos, no íntimos, aunque sí charlamos, nos queremos y respetamos aunque estemos en las antípodas, ¡por qué no! Un día me dijo: «A veces, cuando me veo en los vídeos me doy miedo a mí mismo».

–Todavía se sigue hablando de sus famosas frases «no tengo armarios, tengo habitaciones» y «no hay cash».

–Aquello fue algo de lo más natural. Estaba en la tienda de Dior y llegó una cámara y me preguntó si era clienta habitual. Acto seguido me preguntó cuántos armarios tenía y le contesté que no tenía armarios, que tenía habitaciones. Yo no sabía que era para el programa «Comando actualidad» titulado «Los ricos también lloran». Hablé con toda naturalidad y dije que algunos amigos míos no tenían «cash». A mí también me afectó la crisis, tenía mis oficinas en alquiler vacías, pero yo estoy sola: hubo gente que se quedó sin trabajo, con hijos, y que debían pagar hipotecas altísimas. Los que más sufren una crisis son los que tienen mucho que perder.

–Después de sacar casi 100 piezas de sus habitaciones, ¿se nota que hay más espacio?

–¡No se nota nada! El otro día pensaba: «¡Qué horror, esto sigue igual!».

–¿Cómo se define estilísticamente?

–De todas las tendencias, a mí la que más me ha gustado ha sido la hippy de los años 60, no hay nada como la «flower power», la moda entonces era maravillosa, con toques afganos, indios... y el punk también me parece muy elegante: hay que dedicarle mucho tiempo para conseguir hacerte esas crestas.

–El movimiento punk criticó abiertamente a la monarquía, ¿usted es monárquica?

–Hubo un momento en el que no la respetaba, pero ahora lo hago cada día más. Estuvieron protegidos por la prensa durante un tiempo, pero ahora conocemos sus trapos sucios. Tampoco entendía cómo la Reina Sofía aguantaba tanto. Pero los actuales me encantan. El Rey es el mejor representante que podemos tener, el único que nos ha defendido con Cataluña y ha dicho lo que todos los españoles queríamos oír. Le respeto mucho y, además, visto los políticos que tenemos, por lo menos él es alguien presentable que sabe hablar inglés, francés, y con buena pinta...

–¿Qué opina del estilo de Doña Letizia?

–Lo único que le he criticado es que la han hecho creer que es una «it-girl» y no, es una reina y tiene que ir divinamente vestida, pero dentro de una sobriedad. No puede ir con minifaldas ni cambiarse tanto el pelo.

–¿Prefiere el de la Infanta Elena?

–Nos ha representado siempre muy bien, es la que mejor facha tiene y camina de forma impecable. Pero mucho se los debemos a Jaime de Marichalar. Le podrán criticar, pero para mí ha sido un hombre honrado, impecable e hizo muy bien su papel.