Papel
Javier Castillo «Poty»: «Lo más difícil del baile es el movimiento pélvico»
Esta es una entrevista atípica. Más bien es la crónica del encuentro de dos amigos. Javier Castillo, Poty para el común de los mortales, y yo lo somos desde hace años. Desde aquellos tiempos lejanos en los que ambos desembarcamos en Antena 3. Ya entonces había telemaratones en los que los periodistas, presentadores y demás fauna televisiva acabábamos cantando mal y bailando peor. Y eso que, normalmente, nos ponían en manos de profesionales del canto y en las de Poty, que se empeñaba en sacar de nosotros el bailarín que él y sólo él creía que llevábamos dentro.
«EE UU ofrece tantas posibilidades... hasta 'People' me nominó como uno de los más bellos»
Cuando lo veo, no puedo evitar revisarlo de arriba abajo. Por Poty no pasan los años. Moreno, pelo largo, raya en medio con ondas a cada lado, mirada picarona, sonrisa imborrable... Poty llega y me achucha con la misma potencia de hace veinte años. «Siempre que nos encontramos – me dice– es como si nos hubiéramos visto ayer». Y es cierto, esa sensación tengo yo también; sin embargo, hace tiempo que no lo veo ni por la tele: «Bueno, es que acabo de llegar de EE UU para hacer una película con Álex de la Iglesia... Pero llevo tiempo allí, porque he descubierto que el sueño americano –la mítica frase que no puede ser más hortera– existe».
El don de la palabra
Y a partir de ahí, me empieza a contar que se fue a hacer «Mira quién baila» a EE UU y que en quince días cambió su vida: «Me había venido a buscar Endemol USA, pero al final me fichó Univisión y firmé con ellos un contrato de cuatro años. Todo ocurrió de manera sorprendente. Tanto esa misma contratación como que, al poco tiempo, llegaran de Los Ángeles tres gringas de siete metros cada una que parecían tres marines para cerrar que yo fuera la imagen de Nescafé. Vinieron a mi hotel de Miami y me dijeron que sus dos apuestas comerciales eran una para Nespresso, con George Clooney..., ¡y la otra para Nescafé conmigo! Yo pensé: ‘‘Ahora aparece Juan y Medio con un ramo de flores y me llama inocente...’’, pero no... ¡era verdad!». Le digo que ya le gustaría a George Clooney tener su simpatía, pero entiendo bien su orgullo. Aunque comprendo perfectamente a la marca cafetera, porque es difícil encontrar a un tío más empático que Poty. Le conoce y le quiere la gente de cualquier edad. Mi madre sabe cómo se llama, mi marido lo conoce y mi hijo de ocho años también... «Es verdad. Una pasada. Y divertidísimo. Por eso te tengo que decir que a mí cuando alguien me habla mal de la fama lo miro mal. Hay por ahí un tío que pilota un avión, un cirujano, un científico y no los conoce ni Dios. No firman autógrafos, no son populares, pero salvan vidas... Y tú un día apareces en la tele y...Yo me siento súper querido y lo valoro muchísimo», me cuenta. Y eso que, aunque no lo parezca, tiene su carácter y se enfada con los que se comprometen y luego no quieren trabajar. Pero es que tiene un don para hablar y convencer a cualquiera, sea quien sea, porque a todos los trata de la misma manera. «Lo mismo he trabajado con niños que venían a competir en ‘‘Lluvia de estrellas’’ que con Will Smith... Para mí todos son iguales». Le pregunto si ha hecho bailar a los políticos y me dice que no, porque los políticos españoles, según él, son una cosa extrañísima. Nada que ver con los de EE UU: «Un día me llamaron de la Casa Blanca para que les dijera cómo bailaba Michell Obama. Ella había visitado unas aldeas en la India y salieron imágenes suyas bailando. A mí me encantó».
Con ese amor por EE UU acabaremos perdiendo a Poty. Menos mal que, de momento, lo ha recuperado Álex de la Iglesia para hacer que bailen los protagonistas de su película y para que él mismo haga un cameo. Está entusiasmado con el proyecto: «Es que es un acontecimiento musical precioso. Ni más ni menos que el regreso de Raphael al cine 40 años después. Hay siete números musicales muy gordos y ha habido que currar mucho para que bailara Hugo Silva, Mario Casas... Pero a bailar de verdad, ¿eh?». Me lo ha puesto fácil. No me queda más remedio que preguntarle cuál de esos dos galanes de moda baila mejor y cuál peor. Poty, que es de buenas palabras siempre, se resiste, pero al final acaba confesando: «A Mario Casas le ha costado más. Es que es un toro, un hombre más rudo». Le digo que tiene que tener cuidado con a quién señala como mejor o peor bailarín, porque hay quien asegura que tal y como se baila se es en la cama... «¡No me digas! ¿Tú crees? Entonces yo soy de diez en la cama, jajajaja. En fin, me dejas descolocado. Lo que sí te digo es que lo más difícil del baile es el movimiento pélvico. La pelvis es el eje del cuerpo y de ahí parte todo», me confiesa. Le pido a Poty que no se vaya a mover la pelvis a EE UU, que se quede aquí ayudando a que la mueva todo el mundo como corresponde. «Eso es lo que yo quiero. Pero es que EEUU ofrece tantas posibilidades... ¡Hasta me llamaron de la revista ‘‘People’’ para decirme que estaba nominado como uno de los más bellos de EE UU, jajajaja... Por todas esas posibilidades llevo mareando la perdiz desde hace cinco años. Aunque entonces mi hija Martina tenía cinco añitos y casi ni se enteraba. Ahora ella quiere estar aquí. Y yo, no te creas, también lo prefiero. Porque, pese a todo, tengo el sentimiento del emigrante», argumenta. Seguimos hablando de mil cosas hasta que le digo que me revele el secreto de su buen carácter. «Pues mira el día que murió mi hermano mayor nací yo. Mi madre no pudo ir al entierro de mi hermano de 9 años porque yo estaba llegando al mundo. Y ella siempre me cuenta que los médicos, cuando salí, le dijeron: ‘‘Este chiquillo será el quitapenas de la casa, señora’’».
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