Zona VIP

Paloma O'Shea: «Soy una ''curranta'' desde que me levanto hasta que me acuesto»

«Camino una hora desde hace 50 años, es como si ya hubiera dado la vuelta al mundo dos veces y media», afirma la filántropa y mecenas.

Paloma O'Shea. Foto: Nacho Cubero
Paloma O'Shea. Foto: Nacho Cuberolarazon

«Camino una hora desde hace 50 años, es como si ya hubiera dado la vuelta al mundo dos veces y media», afirma la filántropa y mecenas.

Paloma O’Shea es una mujer dulce, menuda. Y exquisita. Una de las damas que mejor conoce el mundo de la música clásica no solamente de nuestro país, sino más allá de las fronteras de la piel de toro. Quienes trabajan a su lado la definen como una mujer incansable que se ha preocupado siempre por la educación musical, una disciplina que jamás ha dejado de lado. Nació en el Norte, en Las Arenas, Vizcaya, en un año durísimo, 1936. Estudió Piano de los 5 a los 15. Le apasiona todo lo relacionado con el mundo de la cultura. A los 22 contrajo matrimonio con Emilio Botín. Tuvieron seis hijos que ella dice que ha cuidado «muy de cerca». Ahora es abuela y bisabuela. Y cuando lo dice se le nota satisfecha. En el Concurso Internacional de Piano de Santander, que acabamos de terminar, me ha encantado oír de nuevo el repertorio del piano casi entero tocado por jóvenes de todos los países, cada uno a su manera. Ha creado la Fundación Isaac Albéniz, la Escuela Superior de Música Reina Sofía, el Centro de Estudios Musicales de Santander y los Encuentros de Música y Academia.

¿Qué es un mecenas hoy?

Lo mismo que ha sido siempre: personas fantásticas que comprenden que aportan fondos para la cultura porque comprenden que no es un lujo, sino algo necesario para todos. Lo mío es otra cosa. Yo lo que aporto sobre todo es trabajo.

Un trabajo que la mantiene ocupada casi todo el día. ¿Cómo se define?

Ya digo: me considero una buena trabajadora o, como decís ahora, una «curranta». Desde que me levanto hasta que me acuesto no hago más que trabajar, llamando a los mecenas y a los políticos, yendo a muchos conciertos y acudiendo después a los camerinos a convencer a los grandes músicos para que vengan a trabajar con los jóvenes de la Escuela Superior de Música Reina Sofía o a ser jurados del Concurso Internacional de Piano de Santander. Cuando no estoy haciendo eso estoy pensando en cómo conseguir que la Escuela y el Concurso aumenten el nivel que tienen, que no es una tarea fácil.

¿Sigue siendo la educación musical una asignatura pendiente en las aulas españolas?

Ha mejorado muchísimo, pero aún tenemos bastante tarea por delante. Sobre todo, en los colegios, en la enseñanza general, donde hay poquísimas humanidades y apenas nada de música. No es únicamente un problema español. Hace unos meses vino Anne-Sophie Mutter a trabajar con nuestros alumnos y me contó lo preocupada que está con el poco peso que tiene ahora la música en los colegios de Alemania. ¡La gran Alemania, el país más musical de Europa! «Para muchos niños –me dijo–, ¡ni siquiera existimos!».

Es, desde luego, un asunto peocupante al que quizá las administraciones deberían prestar mayor atención. ¿Cree que la música hace mejor a la gente?

Sin ninguna duda. En primer lugar, nos hace más felices. Cuando oyes el «Concierto en re menor» de Brahms bien tocado no puedes sentirte más que feliz. Por otra parte, la música nos ayuda a convivir, porque nos hace experimentar juntos emociones muy profundas más allá de lenguas, culturas y tradiciones. Además, la música nos otorga dignidad como personas. Hay que ver lo que consiguió José Antonio Abreu con miles de jóvenes venezolanos desfavorecidos: les cambió la vida a ellos y a sus familias con solo ponerles a cantar y tocar en coros y orquestas.

¿Usted ha tenido y tiene la fortuna de conocer a los más grandes dentro del mundo de la música. ¿Ha aprendido de ellos?

He aprendido muchísimo. Sobre todo, humildad y generosidad. Pienso en la actitud tan humilde de András Schiff, el gran pianista húngaro, cuando hablé con él después de tocar en Madrid la obra entera de Bach en tres conciertos memorables. Más allá de poses o de anécdotas, mi experiencia es que los artistas verdaderamente grandes son también grandes personas. Y muy desprendidos. Les he visto muchas veces dedicar generosamente su tiempo a ayudar a sus jóvenes colegas.

¿Volvería a repetir lo que ha sido su vida?

Sí. Yo he creído siempre en la perseverancia y si tuviera la oportunidad de empezar de nuevo haría eso mismo: perseverar.

¿Le faltan horas al día para hacer todo lo que quiere?

Sí. Aunque también es verdad que desde hace algunos años procuro cuidarme más y dedico algo de tiempo a descansar.

¿Cómo es Paloma O'Shea como abuela?

Soy abuela... ¡y bisabuela! Los niños son geniales. Disfruté de los míos en su día y ahora, más todavía. Lo bueno de los nietos y bisnietos es que los tienes un rato, mientras están divertidos, pero luego, cuando hay que empezar a bregar con ellos, se los devuelves a los padres.

¿Sigue tocando de vez en cuando el piano?

No. Prefiero oír a los lo que lo tocan bien.

¿Cuál es su pieza favorita?

Me gusta todo, desde Cabezón a Ligeti. En el Concurso Internacional de Piano de Santander, que acabamos de terminar, me ha encantado oír de nuevo el repertorio del piano casi entero tocado por jóvenes de todos los países, cada uno a su manera.

Imagino que es una mujer de mar. ¿le gusta sentarse a contemplarlo?

Me gusta mirar el mar, pero tampoco mucho rato. Es verdad que soy una mujer de mar, pero también soy una persona de acción. Contemplar está bien, pero sin pasarse.

¿Es cierto que le gusta bañarse en la playa incluso cuando llueve?

Más que bañarme, me gusta andar por la playa. Que llueva o no es lo de menos. Aquí, en el norte, lo normal es que te puedas mojar en cualquier momento y no nos preocupa demasiado.

Si le menciono la ciudad de Santander, ¿qué le viene a la cabeza?

La Bahía. Para mí, ver y oír la Bahía de Santander significa estar en casa. Pero la primera sensación que tengo cuando llego a Santander es el aire. En cuanto se abre la puerta del avión o del coche sé que estoy aquí, porque el aire es distinto: húmedo y, al mismo tiempo, fresco.

Dígame un sueño que le quede por cumplir.

Convencer a los políticos de que tiene que haber más música en los colegios. Es una manera sencilla y muy efectiva de mejorar nuestra sociedad.

¿Qué opina de la situación de la mujer?

Desde que yo era niña hasta hoy, la posición de la mujer en la sociedad ha mejorado muchísimo. Lo importante es que se nos trate por igual, ni mejor ni peor que a los hombres, y eso está prácticamente conseguido. En el mundo que yo mejor conozco, el de la música, ser hombre o mujer da exactamente igual a la hora de pasar, por ejemplo, una audición de orquesta, incluso para el puesto más alto, como es el de concertino.

Es marquesa de O'Shea, posee la Legión de Honor francesa, la medalla de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Picasso de la Unesco y el Honorary Fellow de la Royal Academy de Londres. No le faltan distinciones.

Me siento abrumada porque no tengo la sensación de haber hecho nada más que lo que me tocaba. He cumplido mi parte. Estoy agradecidísima a Su Majestad el Rey por haberme distinguido y también a todas esas instituciones tan importantes. Lo que más feliz me hace, en todo caso, es saber que los músicos de todo el mundo sienten respeto y admiración por la Escuela Superior de Música Reina Sofía, porque eso me dice que la Escuela tiene futuro.

Camina cada día y le encantan los bombones, ¿son su vicio confesable?

Desde hace más de cincuenta años camino todas las mañanas una hora. Mis nietos lo han calculado: ¡es como si hubiera dado la vuelta al mundo dos veces y media! Me gusta, pero lo hago porque me lo dijo el médico y yo soy una mujer obediente. Vicio, lo que se dice tener un vicio,

el chocolate.

¿QUÉ LLEVA EN LA MALETA?

Paloma O'Shea no viaja cargada de equipaje, prefiere ir ligera y no acarrear con lo que no sea necesario. La música y los libros la acompañanen sus momentos de ocio.