Libros
Joven virgen busca magnate griego: 40 sombras de Harlequin
La editorial de novela romántica popular cumple 4 décadas en España lidiando con la crisis del quiosco y actualizando el perfil de las mujeres protagonistas
No se haga el romolón, no diga que no las ha visto. ¡Cómo para no verlas! Esas portadas inconfundibles, mujer y hombre entrelazados, chimenea al fondo crepitando, escenografía de fantasía húmeda a medianoche... Pocas cosas tan reconocibles en un quiosco como las portadas kitsch de Harlequin, un género en sí mismas. Llevan 40 años en España llamando la atención del lector; bueno, la lectora. Prometiendo “final feliz” y, entre medias, toda suerte de peripecias románticas que van del rosa al amarillo, del amarillo al rojo encarnado. Del beso a la cama.
“El espectro sexual es amplio. Va desde muy poquito, unos besos, a escenas más explícitas, sin llegar a ser desagradable. Se utilizan muchos eufemismos. En realidad es complicado narrar escenas de sexo y que queden bien”, considera María Eugenio Rivera, directora editorial de Harper Collins Ibérica, grupo que engloba este sello. La novela romántica, rosa, erótica -llámenla como quieran- tiene también sus códigos, afinados y amoldados a los gustos de sus lectoras. A veces el romance interesa más que la consumación pura y dura; en otras ocasiones, se busca más decididamente la cama y sus contornos.
Harlequin llegó a España hace 40 años con una larga experiencia previa en el mercado anglosajón. El quiosco fue su librería. Ya entonces había varias gamas de torridez en la cosa: la colección “Jazmín”, la primera en presentarse en nuestro país, “era más blanca e inocente, sin sexo explícito. En cambio ''Bianca'' es (Rivera piensa piensa unos instantes el adverbio)... más apasionada, al igual que “Deseo””. Lo que une a todas es su vocación de evasión pura y dura. No busquen alta literatura ni la palabra precisa. Están hechas para leer casi del tirón. No más de 160 páginas. “La lectora buscaba en ellas una historia que les hiciera olvidarse de todo durante un rato”.
Pero Rivera, ante una literatura altamente denostada por la crítica, pone en valor la habilidad de sus autoras (o autores, que los hay) para mantener la tensión lectora: “Son novelas que se sabe de antemano que tienen un final feliz, así que tiene mucho mérito mantener a las lectoras pendientes de la resolución. No es nada fácil hacer algo así si ya sabes que va a haber beso final... o más cosas”. El camino, y el señor con el que se hace el camino hasta el altar o la cama, tiene su importancia.
-¿Pero qué clase de protagonistas encontramos en Harlequin?
-Al principio, por ejemplo en colecciones como ''Bianca'', las protagonistas siempre eran británicas (debido al origen de la editorial), mujeres más inocentes y sumisas. En los 80, cuando empezamos a publicar en España, muchas de estas protagonistas eran vírgenes, algo que era importante para la trama. En cambio, ellos eran poderosos y ricos. Generalmente eran guapos y extranjeros, magnates griegos y cosas exóticas por el estilo. Porque... ¡para uno normalito ya lo tengo en casa!
-No suena muy “empoderada” la cosa...
-Los libros han ido en paralelo a la vida social desde los años 80, evolucionando con ella. De hecho, el cambio se ha ido dando antes del MeToo. Con el tiempo, los roles se han ido igualando. Ahora ya no tiene peso lo de la virginidad y las mujeres de estos libros dejaron de ser tan sumisas para tener vida propia y tomar sus decisiones, o no dependen de padres y hermanos como antes. Sería caduco que se mantuviera todo como hace años. Pero, por otra parte, es fundamental dejar margen para soñar.
La fantasía del príncipe azul, maquillada o reformulada, siempre estará ahí. Es absurdo hacerle una enmienda a la totalidad. El claro ejemplo de ellos es el éxito arrollador de “50 sombras de Grey”, de E. L. James, enorme fenómeno editorial de este siglo que, en el fondo, sigue los esquemas prefijados desde antiguo por la novela romántica, con un hombre en situación de preponderancia y una chica inocente y pronta a la sumisión.
-¿El fenómeno “50 sombras” ha sido una dura competencia para Harlequin o un aliado?
-Tiene la doble vertiente. Lo bueno ha sido que ha ayudado a dar dado visibilidad a la novela romántica y erótica, que la gente no se avergonzara de leer eso. Así que es un impulso para todos, para que el género sea visible. Hoy en día existe una mesa en las librerías y las grandes superficies dedicada a la novela romántica.
La novela de quiosco ha ido desapareciendo en las últimas décadas. Los libritos del Oeste de nuestros padres o abuelos son directamente una reliquia, pero el romántico se niega a desaparecer. Eso sí, cada vez es más rara su venta en estos establecimientos. “Han cerrado una gran cantidad de quioscos, antes había uno en cada puerta casi. Es algo que afecta, pero nosotros tenemos muchas otras colecciones en librerías y trabajamos mucho el libro digital, que además permite una descarga más anónima. Las nueva generaciones, de hecho, se están incorporando a través del ebook.
-¿Hay relevo generacional, por tanto?
-Al principio, cuando llegamos en los 80, la base de lectoras era más joven. Ahora además hay más oferta de este tipo de novela romántica, pero hay lectoras más jóvenes que se acercan porque recuerdan que su madre leía estos libros o los tenían por casa.
A nivel mundial, las cifras de Harlequin siguen siendo “macro”. Más de 50 millones de lectoras habituales, 160 millones de libros vendidos en 2018. Durante 40 años en España, añade jocosamente Harper Collins, los protagonista de Harlequin “se han besado unas 20.000 veces, compartido alrededor de 30.000 abrazos y se han dirigido al altar por lo menos 7.000 veces”. Durante años, la editorial se nutrió de traducciones de la gran base de novela anglosajonas con que contaba. Pero las autoras españolas han ido encontrando un hueco cada vez mayor, sobre todo en la venta en librerías, con ediciones más cuidadas que las populares de quiosco “de toda la vida”.
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