Historia

Andalucía

«La historia de España es el cultivo constante de la fracasología»

La autora de «Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español» realiza un recorrido por los prejuicios hispanófobos en la historia de España

«La historia de España es el cultivo constante de la fracasología»
«La historia de España es el cultivo constante de la fracasología»larazon

–Su trabajo ha provocado gran impacto en ámbitos académicos y entre la opinión publicada. ¿Se lo esperaba?

– Arcadi Espada me advirtió antes de publicar el libro de que iban a ir a por mí con armas y bagaje. Estaba preparada pero eso no ha ocurrido. El libro sí ha despertado cierta unanimidad en su planteamiento y he de confesar que me tiene encantada.

–A medida que ha ido tirando del hilo de Ariadna para escribir este libro, ¿sabía que iba a tener este resultado?

–Sabía que se iba a convertir en esto pero no sabía que esto se iba a transformar en un éxito. El libro es un resultado larguísimo de decantación desde que comencé a estudiar y veía el resultado de la propaganda en el imperio de Roma y posteriormente en el de España. Esa idea tomó forma cuando me fui a Estados Unidos y me di cuenta que los estadounidenses están en un proceso de asunción de todos los prejuicios que hay sobre ellos en el mundo, culpándose y pensando que «nos lo hemos merecido».

–¿Hay conciencia de imperiofobia en Estados Unidos?

–Están en un proceso y afecta a gran parte de la población, incluso a blancos y protestantes.

–¿Y no es contradictorio con la victoria de Trump?

–No, hay que convivir con ellos para apreciarlo. Llegué entonces a la conclusión de que si yo era capaz de entender lo que les estaba pasando a los norteamericanos a lo mejor podía entender cómo había sido el proceso de asunción de todos los prejuicios hispanófobos en la historia de España. Ignacio Gómez de Liaño me convenció luego de escribir lo que yo ya tenía en la cabeza.

– Hay una frase célebre de Bartrina «si habla mal de España es español»... ¿Este libro habla bien o mal de España?

– No he ocultado el cabreo permanente que iba asumiendo según lo escribía, al descubrir, por ejemplo, los tomos legales que ha generado la intolerancia religiosa en el mundo anglosajón. Te das cuenta del horror y me costaba mucho trabajo mantenerme en un tono aséptico. Entonces decidí cambiar el tercio: no podía apear el trabajo documental pero me tenía que entender el mayor número de personas. Estaba afirmando cosas que iban contra el común, por lo que necesitaba probarlo doblemente, pero tenía que hacerlo garantizando que mis alumnos de Bachillerato pudieran leerlo.

– ¿Y lo ha conseguido?

–Pues sí. Mis alumnos lo han leído y lo han hecho bien.

– Y eso que usted ha comentado en alguna ocasión que en España está saliendo gente de la Universidad analfabeta...

–Eso no es exclusivo de España. Es algo inédito, pero ocurre en todo Occidente. Hay un proceso generalizado de destrucción de la educación creada en el siglo XIX, sostén de las democracias occidentales. Ha habido una voladura por secciones desde los años 70 que empezó en la enseñanza media y ha llegado a la universidad con el Plan Bolonia. No es una conspiración, pero la Europa Occidental está demoliendo los pilares de su democracia y las consecuencias las estamos viendo en todos los países, también en España.

–¿Y en ese contexto surge o se agrava la situación en Cataluña?

–Es la primera gran manifestación neopopulista, que yo no separo del nacionalismo. Son tendencias demagógicas suicidas pero va a haber más en el resto de Europa: en Italia, en Bélgica... Esto existe en Europa desde siempre, pero cuando esa clase media culta que lo aguanta todo se erosiona, tiene gravísimas consecuencias. Es un comportamiento adolescente, de querer y no ver las consecuencias de sus actos.

–Es crítica con el modelo de construcción europeo, pero considera que no hay solución fuera de Europa. ¿No es contradictorio?

– No nos podemos separar. Sarpullido que sale en una punta de Europa le repercute en otra parte. ¿Qué es la paz de Westfalia? Otra constitución de Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial hemos tenido el mayor periodo de paz y prosperidad. El problema es que Europa ha dado con sus fantasmas.

– ¿Qué papel atribuye a la ausencia de liderazgos políticos sólidos?

–Estamos en un proceso demagógico en general. Ocurrió en Grecia, esto ya lo describió Aristóteles. El gran peligro de las democracias es que exigen a los ciudadanos dosis excepcionales de virtud. O se está dispuesto a ello o degeneran en demagogias que acaban pudriendo las democracias en forma de corrupción, en buscar un enemigo dentro de la propia sociedad para conseguir poder...

–Esa virtud también debe ser exigible a la clase dirigente.

–Justamente nuestra clase política, de toda Europa, ha ido perdiendo calidad. Uno ve los políticos de la Transición en España y eran Winston Churchill al lado de lo que uno ve sentado en el Parlamento. Eso hace diez años no nos lo hubiéramos creído, hubiéramos pensado que era una película de Almodóvar. Nuestras democracias son defectuosas –y por eso aparecen los populismos– y el proceso de construcción europea no ha contribuido porque la mayor parte de los problemas de corrupción surgen porque los países han tenido que eliminar mecanismos de control en el manejo de los fondos públicos para permitir que el dinero fuera con mayor fluidez. Antes un interventor con un reparo paraba la Administración. Esto ya no es así y los niveles de corrupción que se manejan en la Europa Occidental son bestiales, eso provoca desafección y que la gente no respete su sistema de gobierno. Y cuando no lo respetan, algunos se ponen aventureros.

–La construcción de la Europa Occidental está sostenida por varios mitos. Entre ellos, el de la Ilustración, con la que usted es muy crítica. ¿Nos hemos creído la religión de la Ilustración?

–Nos hemos creído la religión de la Ilustración francesa, que hay que separar

–Nos dijeron que era francesa.

–Claro. En mi libro de texto de Bachillerato dice que «la Ilustración es un movimiento cultural que nace en Francia y que llega a España tarde por culpa de la Inquisición». La afirmación es una barbaridad. Suelta en Inglaterra que la ilustración es un movimiento francés, a ver cómo le sienta a los Newton y compañía. ¿Cómo explica que cuando empezaron a publicar Voltaire o Diderot o la Enciclopedia aun no estaba hecha, llevaba el padre Feijoo vendidas ediciones en varias lenguas que nunca en la vida vendieron los ilustrados franceses? Somos los únicos europeos que creen que la Ilustración es un invento francés. A un inglés le dices esto y de un ataque de risa se cae al Támesis.

–España es el único lugar donde se dan los afrancesados.

–Somos los únicos que tenemos ese fenómeno, que es para estudiarlo. Por eso practico con interés la historia comparada. En inglés no hay palabra para definir afrancesado, ellos tuvieron ilustrados ingleses. El rey que tenemos ha demostrado que la monarquía puede ser muy útil, pero el cambio de dinastía en su momento trajo muchos problemas.

–Otro mito es el del Reino Unido frente a España. ¿Nosotros por qué no tenemos una Trafalgar Square?

– No la tenemos porque la historia de España es el cultivo constante de la fracasología. Nos encanta ese placer de la derrota. Es un problema de autoestima.

–España está ahora en otra encrucijada histórica. La situación en Cataluña puede provocar que el país salga reforzado o que se abra un periodo de mucha inestabilidad. ¿Es optimista?

– Estoy en esa última tesis. España no se va a hundir.

–Las imágenes de las cargas policiales el 1 de octubre, ¿han hecho mucho daño a España?

–Un Estado debe encargarse de cumplir la ley. Fue una torpeza por parte del Gobierno permitir ese referéndum ilegal. Eso solo demostró debilidad. Llegados a aquel punto no tenían que haber colocado a la Policía Nacional y a la Guardia Civil en esa tesitura.

–Ahora que está de moda el término «postverdad» y algo de eso se ha visto en Cataluña. El libro de Bartolomé de las Casas, que no se lo ha leído nadie, ¿tiene mucho de posverdad?

–(Risas) No se lo ha leído nadie porque dice unas tonterías fenomenales... Es como la posverdad, sí. Lo que todo el mundo ha visto de las Indias son los grabados de Theodor de Bry. Ése es el gran descubrimiento contra España, cómo se maneja la propaganda.

–Algo así como el cuadro de la Escuela de Atenas, señalando uno al suelo y otro al cielo.

–Correcto. Señalando al suelo llevábamos muchos siglos los españoles y después aparece esa genialidad que es Lutero, que descubre que puede llamar libertad religiosa a lo que no es. Y eso dura hasta hoy día, no hay nada más que ver el sello que ha emitido el Vaticano con Lutero y Melanchthon al pie de la Cruz para conmemorar el 500 aniversario de la Reforma Protestante. La mirada de Martín Lutero ha teñido Europa de la misma manera que la de Bartolomé de las Casas lo ha hecho con la imagen de la presencia de España en las Indias. En Europa occidental, el catolicismo y este país están vistos a través de Lutero.

–¿Cómo llega el protestantismo a manejar la opinión pública, tesis que desarrolla en el libro?

–Porque el descubrimiento de la propaganda es de ellos. Se enfrentaban a un poder hegemónico invencible en lo militar, en lo económico y en lo cultural, pero la potencia de las imágenes genera una realidad paralela. La Brevísima no importa como tal, nadie se la lee, pero sí las imágenes de De Bry. Son cuatro siglos de grabados, en dos o tres continentes.

–Es como ver la televisión..

–Sí. Cuando Lutero dice que defiende la libertad religiosa, el católico se empeña en seguir señalando al suelo. Luego está la batalla del lenguaje: ojo a la palabra «reforma», que se «reforma» lo que está malo, sucio y estropeado para mejorarlo. La «reforma» no es ruptura: yo soy la Iglesia mejorada, purificada. Y la Iglesia Católica comete el error garrafal de hacer una «contrarreforma». Ahí pierde la batalla del lenguaje para siempre. Mientras, Martín Lutero llama a lo que él está haciendo «libertad religiosa», cuando lo que está es sancionando es el derecho de los príncipes alemanes a imponer la religión de los territorios en los que gobiernan.

–¿Y qué le debemos nosotros, además de a Johann Sebastian Bach, al Protestantismo?

–Fue un periodo de regresión feudal terriblemente duro. El protestantismo es una primera versión del nacionalismo en Europa. Tiene todos los componentes: la xenofobia, el racismo y antisemitismo de Lutero... Las iglesias protestantes son anticatólicas: las facciones protestantes buscan el hecho diferencial, construirse la diferencia. Eso lo tenemos fresco: construir la trinchera para separarme del otro. Todo eso contra la oleada de unificación europea que supuso la llegada de Carlos V al poder.

–El luteranismo es, por tanto, una vuelta al mundo medieval

–Totalmente. Alemania ha salido adelante superando el luteranismo.

–¿Qué hay que hacer para aprobar un examen con usted?

–(Risas) Apruebo bastante. Hay que dejar impregnarse.

–¿Le ha generado algún problema desmontar a sus alumnos el mito de la Inquisición?

–Para nada. El mito está desmontado científicamente, aunque es verdad que eso no ha calado. Este libro solo me ha dado alegrías. La Inquisición conviene estudiarla desde el ámbito del derecho procesal. Los primeros médicos forenses están en los procesos inquisitoriales y luego pasa a los tribunales civiles.

–Ha dicho en alguna ocasión que en el siglo XVIII o no había hambre en España o la gente era tan tonta que se moría sin necesidad de protestar. ¿Se puede aplicar al siglo XXI?

–La conflictividad social en el siglo XVIII en Inglaterra y Francia es terrible, hay un motín detrás de otro, la mayoría por desabastecimiento. En España, solo uno: el de Esquilache.

– ¿Y ahora? Cualquier ONG repite que, por ejemplo, en Andalucía casi 3,5 millones de personas están en riesgo de pobreza, un 30 por ciento de la población

– No digo que no las haya, pero no las veo. Doy clases en un instituto de Málaga en un barrio popular y no veo desnutrición. No veo hambre. Nos pasamos la vida confiscando móviles y tabletas

–Y esos estudios, ¿de dónde salen? ¿Y las demandas de salario social?

–Están muy bien las subvenciones pero la palabra derecho ha sufrido una perversión. La gente que lo necesite, por supuesto, pero universalizarlo, no.