Cargando...
América

Historia

La Historia le da su sitio a Enriqueta

La americanista ingresa en la Real Academia sin dejar de trabajar para la cultura y el conocimiento local desde su despacho de Buenas Letras

«Me llamaron hace un año. Si hubiera sido por cuota femenina no hubiera admitido la propuesta» larazon

En esos bolsos que lleva doña Enriqueta Vila en invierno, con los que aparece en los actos principales de la capital, entran Cartagena de Indias, todos los virreyes y los naufragios de los barcos de esclavos. Entran también «la honra y el provecho que pocas veces caben en un saco» de los descubridores.

A toda la América de ida y vuelta –el viejo mundo que se topó con el nuevo y al revés–, la lleva la doctora, bamboleante, en la palma de la mano. La Hispanidad, este producto cultural que, aún sin saberlo, hoy somos, ha supuesto para ella el motivo principal de una incansable vida profesional.

Doña Enriqueta ha seguido a sus maestros, empeñada en la indagación sobre la travesía atlántica. Ha ido tras la huella de miles de viajes marítimos, que siendo arados en el océano, siguen entregando hoy su herencia en nosotros. Además de otro millar de consideraciones, los españoles somos todo el oro que dilapidamos.

La sabiduría, que es tesón y descreimiento, la acercó hace un par de semanas a Madrid para ingresar en la Real Academia de la Historia. Luego, Enriqueta, quien siempre atisba un motivo para la alegría, invitó a los amigos en casa de su hija –«que es bastante grande»– para montar una cuchipanda por lo civil. «Me llamaron hace un año para que preparara el discurso de ingreso y todavía no tengo ni la más remota idea de por qué lo hicieron. Dije que lo acabaría antes de cumplir el plazo y así ha sido. Si hubiera sido por cuota femenina no hubiera admitido la propuesta. Supongo que sí ha pesado la especificación, mi vocación americanista», dice en su despacho de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

En la Casa de los Pinelo, tras atravesar el patio de grutescos, hay una estufita enchufada, los anaqueles cargados de libros, el escritorio de Fernán Caballero y una luz tenue. Aunque ella no se preocupa de la escena, es el cuadro de la soledad del investigador. Una Sevilla recóndita, de Maese Pérez el Organista con ordenador. Las habitaciones frías, altas y blancas. Un entorno de una hidalguía edificante. O petrificante. La americanista nos atiende, mientras prepara una reunión inminente con los académicos de Buenas Letras. Cuando hace 20 años llegó a la delegación de Cultura padeció el punzante 'jetlag' de un súbito viaje en el tiempo. «Me habían sacado del siglo XVII para meterme en el XX. Iba a los plenos y no me enteraba de nada. Ahora, ya vieja, me he topado con la dirección de las Buenas Letras. A diferencia del Ayuntamiento, aquí, en la Academia, sin un equipo que me ayude, hago más o menos lo mismo. Dios me ha dado esta capacidad y si me mato, a estas alturas, me da igual. Con la edad se pierde el sentido del ridículo, ¿qué es eso del ridículo? Tienes experiencia y tienes libertad. Ahora ya no me calla nadie. Me pongo muy descarada cuando me pisan un callo. Entonces, digo lo que me sale de dentro».

La sabiduría y la excelencia también se apoyan en el marketing. Y mientras el «gratín del gratiné» de la intelectualidad se adorna, Enriqueta es una sabia sin trompetas ni tambores, orgullosa de su labor académica y docente. «Soy la mayor de ocho hermanos. He vivido en una casa abierta, gracias al carácter de mi padre, al que tanto le gustaba relacionarse. Me gusta vivir y tratar a la gente, a todo tipo de gente. Mi marido me empujó a la política, y luego yo veía que cuando íbamos a muchos sitios, él me ponía caras raras. Le dije: 'Quédate, tranquilo, que ya voy yo'. Me siguen invitando y ahí sigo».

A modo de despedida y con ánimo de despejar dudas, Enriqueta sacude las revisiones y los complejos: «Yo me avergüenzo del que se avergüenza de lo que hicimos en América. Cuando los españoles llegaron, los pueblos precolombinos ya se estaban destruyendo entre ellos. Los mayas ya habían sido liquidados. Todos los colonizadores se destruyen entre ellos: aquí se hizo la catedral encima de una mezquita. También hay que estudiar lo que se lega. España es el único país que se ha cuestionado si su colonización era justa o injusta. Los Estados Unidos se hicieron a si mismos, con el Mayflower y desde Nueva Inglaterra. Pero, ¿qué legado han dejado los británicos en África?».

FICHA DE CONTEXTO

Atardecer del viernes 21 de diciembre. Casa de los Pinelo: la entrevistada concede tres cuartos de hora antes de recibir al resto de académicos en una reunión de la institución de Buenas Letras. A la salida, mientras llegan los miembros como a una celebración de viejos amigos (Clavero, Cortines, Burgos, el Duque de Segorbe, etc), Enriqueta nos entrega su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia: «Hispanismo e Hispanización: el Atlántico como nuevo Mare Nostrum». Llana, franca, educada, no asoma ningún fleco de jactancia en su conversación. Aunque basta revisar su discurso para saber de su hondura.