Sobre el rejoneo (y IV)

Finalizamos esta serie de artículos sobre el toreo a caballo, haciendo balance de este arte en los últimos treinta años. En los años 80, destacaron caballeros de enorme personalidad: el revolucionario Ginés Cartagena, Antonio Ignacio Vargas o Javier Buendía, que trae a la Plaza la esencia del campo andaluz. Manuel Vidrié se erige como gran figura con un rejoneo clásico. Será el propio Vidrié quien ceda el testigo a Pablo Hermoso de Mendoza. El navarro se convierte en líder abosluto y sus caballos se conocen en muchas plazas de Europa y América. Es creador de una escuela y su estilo es espejo para nuevas generaciones. Junto a él aparecen los hermanos Luis y Antonio Domecq y Fermín Bohórquez, tres elegantes caballeros de dinastía. En estos años se selecciona un toro de rejones más templado, con un galope que se adapta muy bien a las batidas y pasadas de los caballos. El encaste preferido es el de Murube-Urquijo. En el SXXI, Diego Ventura se convierte en un revulsivo, con un rejoneo de mucha verdad pero de gran espectacularidad, que conecta y enloquece los tendidos. Fulmina récords y son innumerables sus puertas grandes en plazas importantes como Madrid, donde llega a cortar un rabo. El arte de Marialva sigue siendo un espectáculo vistoso, pero no debe perder nunca su seriedad y emoción. Para que siga manteniéndose a buen nivel en todas las ferias, necesita que las figuras coincidan en el ruedos. Sin competencia, no podrá seguir evolucionando como en décadas pasadas. Es fundamental que los empresarios den cabida a nuevos valores, para que los aspirantes tengan oportunidades. Leonardo Hernández acaba de protagonizar el último gran triunfo, tras cortar cuatro orejas en la corrida de rejones celebrada en Pamplona con motivo de las fiestas de San Fermín.