Fotografía

La mirada indiscreta de Vivian Maier

La Fundación Foto Colectania recupera la obra de la fotógrafa, niñera de profesión, que nunca enseñó su trabajo en vida

Los autorretratos de Vivian Maier son una de las claves de la fotografía de esta artista
Los autorretratos de Vivian Maier son una de las claves de la fotografía de esta artistalarazon

La Fundación Foto Colectania recupera la obra de la fotógrafa, niñera de profesión, que nunca enseñó su trabajo en vida.

Cuenta Tomás de Iriarte que un elefante bailaba subido a sus patas anteriores, como si de una reina de la danza africana se tratara. Estaba contento y sus pasos a dos eran estupendos. «Qué tal bailo, a que parezco una gran señora», le preguntó a una mona, que seria contestó: «bailas tan mal que lo siento, me duele como si me pisases los pies». El elefante, confundido, no lo entendía, porque en serio estaba convencido de su talento. «No le hagas casos, bailas tan bien que oigo música a cada arabesque», dijo entonces un cerdo poeta. El elefante, estupefacto por estas palabras, se puso a llorar. «Cuando la mona se burlaba de mí, llegué a dudar; pero ahora que un cerdo me alaba, está claro que la danza se me da fatal», dijo y añoró el día en que bailaba solo en la selva y disfrutaba creyéndose una reina de la danza africana.

Vivian Maier era una niñera que le gustaba la fotografía. En sus días libres, salía a la calle, en los años 50 y 60 y, con la cámara colgada al vientre, fotografiaba todo aquello que le llamaba la atención. Un chico montado a caballo en el centro de Nueva York; dos señoras mirando el periódico mientras el viento espanta las páginas en pleno Chicago; una discusión de una pareja en una esquina ante la indiferencia de la gente; su mirada indiscreta contaba esas historias que nadie cuenta, pero todos viven. Nunca quiso compartir su trabajo, ni siquiera tenía dinero para revelar la mayoría de sus instantáneas. Antes de morir, olvidada y empobrecida, vendió casi sin querer su archivo. Un joven investigador de la historia de Chicago, John Mallof, compró las pertenencias abandonadas en un guardamuebles en una subasta de barrio. Allí aparecieron hasta 120.000 negativos de Maier y quedó maravillado con lo que había descubierto. Maier moriría dos años después, en 2009, sin saber que se convertiría en una de las cumbres del «street photography», a la altura de William Klein o Diane Arbus. No tuvo monos que la criticasen con resentimiento ni cerdos que la alabasen sin motivo, y así pudo crear en la intimidad una obra esplendorosa.

La Fundación Foto Colectania presenta ahora la exposición «Vivian Maier. In her own hands», que incluyen 80 fotografías de esta singular fotógrafa, la mayoría inéditas, hasta el punto de que Maier nunca las vio reveladas. Tanto en blanco y negro como en color, las instantáneos son casi como fotos robadas a la vida, y muestran el talento para la composición como para la oportunidad. Además, la exposición, comisariada por Anne Morin, incluye grabaciones en súper 8 y grabaciones de audio.

En el exhibicionismo contemporáneo, el discreto encanto de Maier suena a milagro. «Fotografió toda su vida de manera constante y compulsiva y supo mostrar la vida de la América urbana de mitad del siglo XX, con un gran sentido de la composición, de la luz y del entorno», dice Morin.

Dónde: Eude. Consell de Cent, 278.

Cuándo: A partir del 2 de junio.