Literatura

Antonio Machado

La otra viuda de Machado en Barcelona

La Razón
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Hay nombres que quedan olvidados para siempre. El tiempo ha sido impecable, por ejemplo, con una de las mujeres que más ha influido en lo que podíamos saber sobre Antonio Machado. Me refiero a Eulalia Cáceres. Hoy prácticamente nadie sabe quién es, pero ella tuvo en sus manos el destino final de una parte muy importante del legado literario del autor de “Campos de Castilla”.

Este agosto se cumplió el 45 aniversario de la muerte de Eulalia Cáceres, la viuda de Manuel Machado. Ella fue un amor de juventud de Manuel cuando ambos se conocieron en Sevilla. El poeta, a diferencia de su hermano Antonio, era un hombre al que le gustaba la fiesta, el buen vivir. Él si fue un mujeriego, pero acabó siendo un beato con el estallido de la Guerra Civil. Unos días en un calabozo de Burgos, de donde fue sacado por Eulalia, lo convirtieron a la causa franquista y se pasó la contienda escribiendo sonetos a Franco y José Antonio mientras su hermano acababa exiliado. Antonio murió en 1939 y Manuel en 1947 sospecho que de pena.

Eulalia, tras el fallecimiento de su marido, se metió en un convento. Dejó los papeles de Manuel y muchísimos de Antonio en manos de un cura, los mismo que hoy están el Instituto Fernán González de Burgos. En algunos cuadernos faltan páginas que el cura arrancó para llevar a sus clases de literatura como un trofeo. Así perdimos mucho. Eulalia acabó siendo monja en Barcelona, en el Cottolengo del Padre Alegre. La casualidad hizo que hace unos días supiera que está enterrada en Montjuïc, olvidada en un nicho.