Gastronomía

Llega el concepto de «casa de comidas ilustrada» de la mano de Fismuler

Este restaurante apuesta por una cocina aparentemente sencilla, pero con una elaboración muy trabajada y técnica.

Los responsables de este restaurante barcelonés afirman que no quieren mostrar el mucho trabajo que hay tras cada plato sino que el cliente se quede con lo buena que está la comida.
Los responsables de este restaurante barcelonés afirman que no quieren mostrar el mucho trabajo que hay tras cada plato sino que el cliente se quede con lo buena que está la comida.larazon

Este restaurante apuesta por una cocina aparentemente sencilla, pero con una elaboración muy trabajada y técnica.

Como los grandes magos, en la cocina del Fismuler la técnica no ha de hacerse visible, sino que lo que debe salir a relucir es el truco, el artificio final. Y bajo esta premisa, en los fogones de este restaurante se cocinan platos con un alto nivel técnico y gran elaboración, lo que frecuentemente no resulta evidente porque lo que interesa es que el sabor focalice toda la atención del comensal.

Es en este sentido que Jaime Santianes, copropietario de este establecimiento junto a sus socios y ex compañeros en El Bulli Nino Redruello y Patxi Zumarrága, quienes fueron los iniciadores del concepto «Fismuler» cuando hace año y medio abrieron el primer establecimiento en Madrid, señala que «este restaurante es como una casa de comidas ilustrada, porque se come bien pero además hay mucha técnica detrás». «Es una cocina aparentemente sencilla, aunque detrás de cada plato hay mucho trabajo, sin embargo nuestro propósito no es mostrar ese trabajo, esa técnica, sino que el cliente se quede con lo bueno que está el plato», comenta al respecto Santianes, quien apunta que «aquí el protagonista es el producto». «Hacemos una cocina de mercado, con un producto que intenta ser de temporada y cercanía, pero sobre todo, bueno y bien tratado». Es por ello que la carta cambia a diario, manteniendo siempre los clásicos como la tortilla de ortiguillas, los chipirones frescos con setas de cardo o la merluza rebozada con ensalada de tomate y comino, y añadiendo nuevos platos en función del mercado.

Todo ello sobre «una base de recetas de toda la vida pero tuneadas», con el toque personal de Fismuler, como la escalopa con huevo y trufa, que se acaba de preparar en la mesa, y en el caso del restaurante barcelonés, con un guiño a la cocina catalana, con platos como las albóndigas con sepia y butifarra o los garbanzos. Y es que además en este restaurante todo, menos el pan, es de elaboración propia. En este sentido, no solo los postres son caseros, como la ya famosa tarta de queso, sino que también maceran su propio alcohol y preparan sus propias jarras de rebujito, sidra con jengibre, naranjada y limonada o zumo de tomate aliñado. En el Fismuler se pretende ofrecer al comensal no solo una comida buena y de calidad, sino también una experiencia global, divertida y dinámica y en este sentido, se ha apostado por el concepto de compartir, hasta el punto que el establecimiento cuenta con dos mesas largas, una alta y con taburetes y la otra baja y con una bancada, en la que pueden cenar varios grupos o parejas a la vez. La intimidad también está garantizada, porque para aquellos que precisen más privacidad, hay una mesa ubicada en un rincón, entre dos paredes, aislada del resto del restaurante.

Además, el establecimiento ofrece música en directo por la noche y su decoración y ambientación inspiran diversión, disfrute y ocio. Se trata de una espacio diáfano de grandes dimensiones, con un estilo nórdico, donde predomina la madera y el hierro, con ventanales a la calle que garantizan luminosidad y una cocina a la vista que desvela los movimientos en los fogones. Un grafiti en una de las paredes del patio interior se ilumina por las noches para sorprender al comensal