Teatro
Lolita, actriz trágica
El Romea acoge uno de los montajes más aclamados del último Festival de Mérida, una nueva «Fedra»
El Romea acoge uno de los montajes más aclamados del último Festival de Mérida, una nueva «Fedra».
Si Fedra fuese un hombre, sería Woody Allen y acabaría por casarse con la hija adoptiva de su esposa, viviendo tres décadas de sosiego junto a ella, y a todo aquel que criticase el hecho de que se enamorara y casara con una niña le llamarían retrógrado e insensible. Pero Fedra es una mujer y por lo tanto tiene un poquito más difícil salirse con la suya. Y no por ser mujer, claro... es broma, por supuesto que por ser mujer.
Porque Fedra se enamora apasionadamente de Hipólito, hijo de su esposo Teseo. Al bueno de Hipólito, sin embargo, que le importan mucho más las nubes y las ideas que las mujeres y el amor, encuentra una aberración el deseo de su madrastra y la rechaza con total asco. ¿Cómo va un hombre íntegro y honorable como él yacer con la mujer de su padre? Si Fedra fuese un hombre, iniciaría un acoso que acabaría por doblar a Hipólito por las buenas o por las malas. Pero esta no es la historia. Fedra no es Woody Allen.
Ante la vergüenza, el rechazo y el vértigo de no poder controlar sus deseos, Fedra acabará por suicidarse, no sin antes culpar a Hipólito de su trágico acto por haberla seducido. El rencor siempre cubre de negro todos nuestros actos y el deseo, cuando se pudre, se convierte en veneno. Teseo, el marido ausente, volverá y leerá la ruín confesión de su mujer y condenará a muerte a su hijo. Porque esto es una tragedia y aquí no hay grises, solo vivos o muertos. ¿En qué mundo Fedra puede ser la heroína de esta historia y no Hipólito? En el mismo en que Woody Allen es todavía admirado y adorado por miles de devotos fans.
Porque en la tragedia escrita por Eurípides, es Afrodita, diosa de la belleza y el amor, quien quiere vengarse de Hipólito por su desprecio a todo lo que ella representa. “La más insignificante de las diosas”, exclama el niño bonito. Así es Hipólito, un hombre joven que siente la verdad cerca y la verdad es el desprecio de la belleza, el amor y la mujer, todo lo que no se puede controlar, que no es verdadero, sino real. Es la diferencia entre lo muerto y lo vivo.
Pero es peligroso enfurecer a una diosa y es Afrodita quien hace que Fedra enloquezca hasta los huesos por su hijastro. La diosa sabe de antemano como se comportaran los estúpidos mortales y sabe que siempre es «nada bien». Cuando le informan de las intenciones de su madrastra, Hipólito no siente ninguna conmiseración ante una mujer que sufre. Ah, pero es una tragedia y en las tragedias quien desprecia al amor merece la muerte, o el amor es lo único contrario a la muerte. Y quien desprecia el deseo de una mujer que sufre, incluso merecerá una muerte cruel. Porque, ¿quién llora ahora a Hipólito, el héroe que no cae en la tentación, quién se enfrenta a los dioses? Sólo lo haría Fedra, pero está muerta. Por ello, cuando ahora se habla de esta historia, la titulan «Fedra». Hipólito ha sido el gran desterrado.
El Teatre Romea acoge hasta el 20 de enero la última de las reencarnaciones de esta trágica historia en un montaje que fue uno de los más aclamados del último Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Esta nueva «Fedra», escrita por Paco Bezarra y dirigida por Luis Luque, nos presenta a Lolita en el papel de la mujer apasionada, burlada y rechazada. «Amar no debería estar prohibido, sea de la clase que sea: hombre, gato, perro, mujer o caballo. El amor tendría que ser libre y no tendrían que ponerse cortapisas a alguien que ama de verdad», señaló ayer la actriz.
Junto a Lolita, los actores Tina Sáez, Críspulo Cabezas, Eneko Sagardoy y Juan Fernández completan un elenco que convierta la historia en atemporal y la acerca a los moldes contemporáneos. «Fedra sabe que lo que está haciendo se lo van a prohibir pero su amor es mucho más fuerte. La única ilusión que tiene es poder amar a alguien que le está dando juventud», comenta.
Bezarra ha construído una tragedia que conserva su espíritu lírico y aleccionador, pero que lo acerca a un presenta y a una cotidianidad que lo hace cercano y emocional. «No es el clásico al uso de la voz encolada y las palabras. Bezerra ha consegido sacar la esencia de la obra, el amor prohibido de Fedra, con las palabras de hoy», concluye Lolita que vuelve a demostrar que es todo una increíble furia sobre un escenario.
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