Música

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Los “histéricos” de la música

Un estudio confirma a la risa como una nota de poder en las canciones

Michel Jackson, en el videoclip de "Thriller"
Michel Jackson, en el videoclip de "Thriller"larazon

La risa en la música se ha convertido en un ejercicio de manipulación y poder

La risa siempre ha sido uno de los sonidos más distintivos de la raza humana. Del grandilocuente, expansivo y contagioso «¡Ja ja ja!», al retaído, sardónico y perverso «¡Ji ji ji!», pasando por el festivo, retroactivo y categórico «¡Jo jo jo!», la música de la risa es, ha sido y será una felicidad dinámica capaz de reorganizar por completo la realidad. El poder de la risa atrapa tanto la atención del ser humano que exige de inmediato un contexto. No se puede escapar de la fuerza de una carcajada. Nadie puede pasar impasible cerca de alguien que se ríe. Ni los sordos, pues las vibraciones que crea son equivalentes a un choque frontal de trenes. Quien oiga una risa se preguntará de inmediato por qué se ríe esa persona o creerá saberlo de antemano. Este segundo punto significa siempre que la persona cree que se ríen de él y la mayoría de las veces estará equivocado. Otras no, malditos sardónicos bufones.

Por tanto, la risa siempre es el sonido dominante y prepondera, crea el contexto, domina la conciencia. Por eso el poder siempre va en contra de la risa, porque es la risa quien ostenta el poder cuando sucede. ¿Qué ocurre entonces cuando un contexto cerrado en sí mismo, como lo es una canción, se oye una risa? David Bowie decía que nadie gritaba en el rock como los Pixies. El grito siempre se ha asociado a la música popular. Sin embargo, el grito sólo es una diferencia de grado de una normalidad tonal. No tiene poder alguno, sólo es un recurso teatral. Lo realmente revolucionario en el pop y el rock es la risa. Porque no crea diferencia de grado, sino de gravedad, reordena por completo la canción y crea fenómenos.

¿La música amansa a las fieras? Según un reciente estudio de la universidad de Sheffield, comandada por el musicólogo Jonathan Kerman, no hay duda. Cierta música es capaz de pausar el ritmo caríaco y relajar los nervios hasta convertir los músculos en fenómenos prácticamente líquidos. Ahora bien, la risa en la música es capaz de crear fieras. Está claro que canción tendrá más poder, una sin risas, que sólo puede tranquilizar a las masas, o una con risas, que es capaz de singularizar a cada persona de una multitud y convertirla en fenómeno.

De Melody Nelson a Winx

La risa, pues, es el imperativo categórico por excelencia. Veamos, por ejemplo, «En melody», el sexto corte del disco «Histoire du Melody Nelson», de Serge Gainsbourg, que en medio de una elegante orquestración y una guitarra eléctrica solista, referente del rock setentero, que arrasa por encima, oímos la risa histérica de una Jane Birkin en estado de pura algarabía. La cualidad rítmica de la risa consigue separar las aguas y que toda la atención se centre en ella. Esa voz femenina que se rompe y desplaza en un segundo, ocupando todo el espacio, minimizando el resto de instrumentos, consigue el efecto de una vida en su más plena consumación. El oyente, descolocado al principio, siente la risa como propia y esa histeria pasa a ser la suya y esa felicidad también. El irónico Gainsbourgh se convierte en la broma de la que todos se ríen, consiguiendo el efecto contrario del resto de sus canciones.

Otros de los que han comprendido perfectamente del poder de la risa en la música es el tandem formado por Metallica y Megadeth. Hasta una decena de sus canciones, de «Master of puppets» a «Seak and destroy» o «Enter Sandman» cuentan con momentos de risas. Cuando Dave Mustang, líder de Megadeth, formaba parte de la banda los llegaron a llamar «los cuatro jinetes de la risa». Mientras los otros heavies gritaban, ellos reían y emocionaban el doble.Y el ejemplo prototípico de la capacidad de transformación hipnótica de la risa en una canción es «Don't laugh», de Josh Wink, uno de los hitos del téchno de los 90. Ese «ja ja ja ja» en forma de beat consiguió exaltar a un montón de jóvenes que comprendieron por primera vez que riendo los que mandaban siempre eran ellos.

Canciones histéricas:

“En melody”: Serge Gainsbourgh y Jane Birkin en «Histoire du Melody Nelson».

“Don’t laugh”: Josh Winx, con remezcla de Plastikman.

“The laughing gnome”: David Bowie, en su primer disco, haciendo reír a un gnomo.

“Handsome & Gretel”: Babes in Toyland, con la risa detonante de poder.

“Thriller”: Michael Jackson, con Vicent Price convirtiendo la canción en una maravilla gótica.

“Big yellow taxi”: Joni MItchell en una canción que se convierte en protesta cuando estalla su risa final.

“Yellow submarine”: The Beatles y la implosión infantil que crea leyendas.

“This is radio Clash”: The Clash nunca fueron tan efectivos que con esta risa.

“Land of sunshine”: Faith no More y la risa teatral y absorbedora de conciencias.