Toros

Comunitat Valenciana

Magistral Ponce

La Razón
La RazónLa Razón

Lo hizo en maestro. Como torea. Elegante, pausado, sin alzar la voz. Claro, muy claro. Enrique Ponce exhibió su valencianía profunda, como su arte, para proclamar «soy valenciano de esa Valencia castellano parlante que en ocasiones se siente un poco ninguneada». Con finura, lejos de la exageración. Como se mueve en el albero. Lo que le da credibilidad, toda credibilidad.

El matador más importante del escalafón actual en todas las estadísticas se erigió en altavoz de la reivindicación de muchos valencianos: el rechazo a la imposición contra natura. Se mostró así ante quienes deben escuchar, quienes deben satisfacer las peticiones de todos. Fue portavoz de un pedazo importante de nuestra tierra.

Como si viera las posibilidades que la ocasión ofrecía, se vino arriba y quería más trofeos además del otorgado, muy merecido, por la Cope-Valencia. Reclamó el derecho a ser torero «es una actitud ante la existencia, una forma de entender la vida y caminar su vereda de esa manera y, ante todo, una manera de enfrentarse a la muerte que se esconde en cualquier tarde y lugar, incluso al final del camino en la dorada senectud».

Para corroborar sus convicciones y exhibirlas en el momento oportuno, ante los políticos presentes, citó a su «amigo poeta, inmenso, Paco Brines. «Me dijo en cierta ocasión: el toreo, al igual que la poesía, es ritmo. Si no hay ritmo no hay poesía, si no hay ritmo no hay toreo».

Como ante un morlaco, Ponce adivinó las posibilidades de la tarde y lanzó al viento ese vibrante ¡dejadme solo! Y bordó una faena magistral con ese especial ¡va por ustedes! Como corresponde, recibió la mayor ovación de la tarde-noche, con gran parte del graderío puesto en pie. Mi admiración, maestro. Así es la vida.