Policía
Las madejas que propiciaron la detención de «El Rey del cachopo»
Las madejas son un aperitivo tradicional de Aragón
La Policía vestida de paisano entró en el almacén del bar haciéndose pasar por proveedores que iban a por producto en mal estado o equivocado.
Hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga”. Esta cita de Francisco de Quevedo tenía César Román, “El Rey del Cachopo” en su estado de WhatsApp. A su jefa Raquel le cuadraba porque era un tipo que, dice, hablaba muy bien y se le veía culto, “súper bromista”: “Cuando estaba con el cuchillo grande le decía de broma “Anda Txiki, dejo eso que pareces el muñeco Chuky” y él hacía de broma el gesto de ir a matar poniendo cara de loco y tarareando musiquilla de psicosis. Hoy se le ponen los pelos de punta al recordar anécdotas como esas. La mujer, aún desconcertada por saber que tenía como cocinero a un presunto asesino, muestra los mensajes de WhatsApp que le envió el pasado 31 de octubre y 1 de noviembre alegando una gripe, por lo que no podía ir a trabajar. “No me encuentro en las mínimas condiciones para ir, me siento como si me hubiera pasado un camión por encima. Disculpar”.
Al restaurante Gerardo de Zaragoza, situado en la calle Italia, llegó de casualidad. Desde que llegó a la capital maña (algunos le han visto desde el pasado mes de septiembre) paraba a tomar cañas en el bar Karibu, en la misma calle del Gerardo. “A mi me contó que se le había acabado el contrato en un sitio que estaba currando por el centro”, recuerda Jesús, propietario del local. “Justo el día anterior se les había marchado el cocinero a los del restaurante de al lado y le dije pues allí buscan gente y así fue como se presentó”. Les llegó poco antes de la fiestas del Pilar y aceptó estar unos días a prueba. Aunque dijo haberse formado con Arzak, se quedó de pinche, la cocina la seguía llevando Miguel, propietario. “Las veces que le he gritado porque no salían los pinchos. Pero él se lo tomaba bien eh, aunque ahora lo pienso y digo “madre mía”.
Decía ser José Rafael Rujano Contreras, pero pedía que le llamaran «Txiki». Puede que además de un estafador y posible autor de un delito de sangre, «El Rey del Cachopo», sea también un mentiroso compulsivo, porque no sólo inventó un nombre y un apodo. Decía que era de Maracaibo (Venezuela) y un gran profesional a los fogones porque se había formado con Arzak. Inventó también que le habían robado la cartera e incluso mostró a su jefa la denuncia con sellos policiales. Toda esta batería de mentiras no es más que el broche de oro que nos deja la rocambolesca historia del afamado empresario. Desde luego, su reguero de mentiras no merecía un final menos ingenioso. Porque puede que todo haya acabado ya para César si existen los suficientes indicios de que él es el responsable de la muerte de Heidi Paz, su última pareja, cuyo cadáver descuartizado fue hallado en una nave de Usera el pasado 13 de agosto, como publicó en exclusiva LA RAZÓN.
La Policía cree que después de acabar con la vida de la hondureña de 25 años, César huyó. Sabían que no había dejado el país y sospechaban que alguien le daba cobertura. A los investigadores les llamó la atención que trabajara como cocinero en el restaurante Gerardo de Zaragoza, en la calle Italia, por la gran cantidad de dinero en efectivo que le encontraron tras registrar su vivienda, según fuentes policiales. Su jefa, Raquel, se dio cuenta de que su cocinero era el empresario más buscado porque vio su imagen en televisión. La mujer llamó a la Policía y los agentes le pidieron cautela. La madrugada del viernes, algunos agentes de Homicidios de Madrid ya viajaban hasta Zaragoza para organizar el operativo que llevaría a la detención de César Román, que vivía en la calle Portugal 18-20, 3ºIzquierda, y compartía con unos dominicanos. Ésta se produjo de forma «muy tranquila y correcta», según fuentes policiales.
Raquel recuerda ahora lo mal que lo pasó esa hora y media desde que César llegó a su puesto de trabajo (siempre puntual) y las 11:40 horas, cuando se presentaron los agentes de la Policía vestidos de paisano. La forma de entrar a la cocina sin que César (Rafael) se sobresaltara fue haciéndose pasar por unos proveedores que venían a por una mercancía en mal estado o equivocada. Así, entró un agente y entre Raquel y él se pusieron a sacar cosas del congelador hasta que llegaron a las madejas. Ni siquiera Miguel, marido de Raquel sabía aún que era un policía e insistía en que debía llevarse también un pulpo. El agente salió. Tenía dudas de que fuera él. Finalmente entraron más. ¿Eres César Román? “Sí, soy yo al que buscais” reconoció. Aceptó voluntariamente a acompañar a los agentes pero pidió ir a recoger algo arriba. “Tranquilo que te vamos a acompañar”, contestaron los policías. Así, el que salió por esa puerta ya no era Rafael Rujano.
Antes de irse le dio la mano a Raquel y le dijo: «Muchas gracias por todo». Luego fue conducido a los calabozos de la Jefatura Superior de Zaragoza. El registro de la vivienda que ocupaba tuvo lugar sobre las 20:00 horas de ayer. A su llegada al domicilio, Román declaró a Antena 3: «Soy inocente, no he matado a nadie. De hecho creo que no es Heidi». Es curioso que ni sus compañeros de piso hubieran reconocido al «Rey del cachopo» a pesar de que, según explican, se había cambiado de look. Llevaba barba larga, pelo rapado y había perdido mucho peso. Eso sí, siempre que salía a la calle se calaba bien la gorra.
Los agentes pretenden tomarle hoy declaración, pero puede negarse. Antes de ser trasladado a Madrid, según fuentes judiciales, necesitan el «ok» del juez de Zaragoza que estuviera ayer de guardia.
Una vez realizado el trámite, será trasladado a Madrid y puesto a disposición del Juzgado número 32 de Plaza de Castilla, encargado de las pesquisas del caso, ya que es el que estaba de guardia el 13 de agosto, cuando se produjo en hallazgo del cadáver. Ese día comenzó para los investigadores uno de los casos más complejos y enrevesados de los últimos años. Ocurrió cuando el humo que salía de una nave de la calle Sebastián Gómez alertó a los vecinos. Llamaron a los Bomberos y los profesionales, tras apagar un fuego mínimo, se encontraron con algo extraño: una maleta de la que parecía que asomaba un cuerpo. Ni siquiera sabían si era humano. Antes de tocar nada, llamaron al 091 y la Policía Nacional tomó las riendas de la investigación. Comprobaron quién era el propietario de la nave, un hombre de avanzada edad llamado Avelino, que la había alquilado a cuatro empresarios. De todos, sólo uno no aparecía. Era César.
Comprobaron sus antecedentes: delitos de estafa pero también malos tratos. Indagaron en su entorno y tampoco conseguían dar con su novia, Heidi, que fue empleada de uno de sus locales y pasó a ser su pareja. Ambos figuraban como desaparecidos. Ella, el 23 de julio y él, el 31. El entorno familiar creía que habían huido juntos para no hacer frente a las deudas de César, pero los investigadores creyeron desde el primer momento que el cuerpo de Usera podía ser Heidi. Comenzaron las primeras indagaciones forenses y algo no cuadraba. La mujer era de aspecto afroamericano y el forense decía que no coincidía. El problema es que el cuerpo estaba muy deteriorado (el fuego o una sustancia rociada por encima aceleró su descomposición). Los agentes tuvieron varias semanas la atención desviada hasta que el ADN aportado por los familiares logró confirmar sus sospechas: era ella. La negativa forense era sólo un error, como publicó este diario el 4 de noviembre. Una vez identificada, César estaba buscado como principal sospechoso. Ahora, podrá explicarlo.
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